el jardín de los Drets Humans
Jardín burgués para los obreros de una fábrica
Diseñado en 1960, el jardín reabrió en el 2007 como reconocimiento a los derechos humanos
Vega S. Sánchez
Periodista
VEGA S. SÁNCHEZ / BARCELONA
«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros». Si se desciende la rampa situada en mitad de la calle de Jane Addams, a la izquierda se encuentra un poste de luz con este artículo, el primero de los 30 que componen la Declaración de los Derechos Humanos. Otros 29 como este se distribuyen de forma aleatoria por los más de 12.000 metros cuadrados que componen el jardín de los Drets Humans, inaugurado en el 2007. Pero es quizá este primer artículo el que aúna el origen de este jardín. Cuando en 1960 la señora Van der Harst, holandesa y esposa del entonces presidente de la antigua fábrica de lámparas Z de Philips, decidió crear un espacio de ocio y asueto para que los empleados de su marido pudieran descansar y reunirse con sus familias, lo hizo usando sus dotes de paisajista y buen gusto, para que los obreros de la fábrica se comportaran «fraternalmente los unos con los otros», como reza el artículo. Hoy, tras la remodelación, el jardín, que en el interior de la manzana de la antigua fábrica Philips, se encuentra rodeado de los antiguos edificios industriales de antaño, reconvertidos en equipamientos públicos.
La señora Van der Harst «fue la que se dedicó a hacer el jardín, trayendo diferentes especies de árboles y plantas de distintas zonas del mundo», comenta Antonio Guillén, responsable de la Unió d'Entitats de la Marina Zona Franca. Lo que más sorprende de este jardín público es, por tanto, la variada vegetación que contiene: más de 60 especies que van desde un ombú australiano hasta un cactus gigante originario de América del Sur, pasando por un roble australiano de unos 30 metros de alto, uno de los ejemplares más grandes y antiguos que hay en la ciudad.
La diversidad del jardín se ha conservado en perfecto estado debido, seguramente, a que estuvo cerrado al público muchos años, desde finales de los años 90 hasta su reapertura, en el 2007. Ello hizo que las especies vegetales que la señora Van der Harst recopiló de los cinco continentes a lo largo de sus múltiples viajes crecieran de forma natural, y que el suelo del jardín sea mucho más rico, ya que se generó un adobo natural. Y es por eso por lo que es necesario «mantenerlo en condiciones óptimas, porque hay especies que no existen en otras partes de Barcelona», asegura Guillén.
Los trabajadores de la fábrica de Lámparas Z de Philips hacían uso del jardín durante los descansos, e incluso iban con sus familias a pasar los domingos, igual que hacía el matrimonio Van der Harst. El espacio invitaba al descanso pues, además de las especies vegetales, la señora Van der Harst proyectó un lago con peces y una pista de patinaje.
Hoy en día, la Illa Philps --como se conoce al conjunto de la zona-- alberga el Graner Illa Philips (reconvertido en centro de creación de danza), la biblioteca Francesc Candel, el CAP de la Marina y la Oficina d'Atenció al Ciutadà, además de un bar con una terraza en el jardín. Pero lo que sin duda imprime carácter a la zona es el jardín y «las placas iluminadas por la noche de los diferentes artículos de los Derechos Humanos», indica Guillén que, junto a la «originalidad de la vegetación», hacen de éste un enclave único para mantener el espíritu con el que fue creado: una zona de descanso en el que la gente del barrio puede pasear por los restos de los caminos hechos de piedras y llegar a cada rincón del jardín.
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