Enoturismo

Disfrutar del vino con todos los sentidos

Las tres rutas del vino barcelonesas −Penedès, Pla de Bages y Alella− ofrecen todo tipo de actividades este verano

Pla de Bages

Pla de Bages / Marc Castellet-ACT

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El vino no solo se saborea en una copa, sino que también puede vivirse desde múltiples ángulos, ya sean paisajísticos, culturales o sociales. Y esto se hace evidente en una tierra de vinos como Barcelona, que cuenta con una historia milenaria y tres zonas vinícolas con denominación de origen: Penedès, Pla de Bages y Alella. Esto no solo proporciona buenos vinos de proximidad, de innegable esencia mediterránea, sino múltiples oportunidades de ir un paso más allá de la simple degustación gracias al enoturismo.  

La Ruta del Vino del Penedès puede ser una buena guía para adentrarse en las 24.000 hectáreas de esta D.O., que alberga casi 300 bodegas de diferentes tamaños elaboradoras de vinos tranquilos y espumosos, así como museos como el Cava Centre y Vinseum. Luego, como un explorador, el visitante puede pasar de un plano más general a conocer al detalle el trabajo que llevan a cabo viticultores, enólogos y productores. Por ejemplo, Juvè & Camps, en Sant Sadurní d'Anoia, organizan recorridos en bicicleta eléctrica por sus viñedos para mostrar cómo trabajan la tierra de manera sostenible y respetuosa. 

Juvé&Camps

Juvé&Camps / ACT

Muy cerca, en Gramona, también apuestan por una agricultura ecológica y biodinámica y, para explicar sus bases, ofrecen recorridos a caballo con un guía especializado. Otras bodegas de prestigio, como Albet i Noya y Parés Baltà también están encantados de explicar a sus visitantes las claves de sus vinos ecológicos. Y todavía quedan infinitas propuestas, como rutas con quad o segway, cenas y catas al aire libre, e incluso maridajes con jazz. 

Desde el corazón

En la ruta del vino de la D.O. Pla de Bages, por su parte, historia, paisaje y vino van de la mano. Escondidas entre los bosques se están recuperando tinas y construcciones levantadas con piedra seca que antiguamente se utilizaron para almacenar y producir vino en el corazón de Catalunya. Y a este legado se suman alojamientos rodeados de naturaleza; rutas a caballo, a pie o en bicicleta; y 17 bodegas que producen un vino único bajo la atenta mirada de la montaña de Montserrat. Una de sus bodegas ecológicas más reconocidas es la Heretat Oller del Mas. La finca está situada en una zona privilegiada y su terraza con vistas a Montserrat permite disfrutar al máximo de sus vinos.

Alella

Alella / Maria Rosa Ferré-ACT

Y mientras en las zonas anteriores domina el paisaje de interior, en la D.O. Alella miran directamente al mar. Esta denominación de origen del Maresme ocupa 225 hectáreas y puede ser considerada pequeña, pero alberga grandes vinos de bodegas familiares de alta calidad. La ruta del vino de la D.O. Alella propone diversas actividades, como visitar la bodega romana de Vallmora, donde se produjo vino entre los siglos I a.C y V d.C, hoy convertido en un centro arqueológico. También se puede visitar la bodega centenaria Alella Vinícola, que fue diseñada en 1906 por un discípulo de Antonio Gaudí, el arquitecto Jeroni Martorell. Y todo ello a un paso de Barcelona.

Miradores a un mar de viñedos

La Cadira, la Bardera, el Circell, Sant Pau y el Balcó del Penedès son los nombres de los cinco miradores que forman parte de la ruta Miravinya, un itinerario que se puede completar en coche y que permite explorar gran parte de la geografía del Penedès, así como su cultura y su historia. Gracias a este hilo conductor se pueden descubrir no solo los viñedos de la zona, sino también castillos medievales, molinos, ermitas, monasterios, pueblos con encanto y espacios naturales de gran interés.

Por ejemplo, Balcó del Penedès, como su nombre indica, es un auténtico mirador sobre la comarca, donde se pueden contemplar los viñedos con el mar como telón de fondo. Cerca del mirador de Sant Pau se encuentra el convento de Penyafort y el pueblo de Castellet i la Gornal. 

En las afueras de Avinyonet del Penedès se encuentra el tercer Miravinya, el Circell, con sus viñedos, olivos y melocotoneros de Ordal. En Bardera destacan sus extensiones agrícolas y el mirador de la Cadira, como indica su nombre, está presidido por una silla desde la que contemplar una panorámica espectacular de 360 grados.