Opinión | La industria del deporte

Marc Menchén

Gastar más no es ser más competitivo, por Marc Menchén

Laporta, presidente del Barça, y el delantero Dani Olmo.

Laporta, presidente del Barça, y el delantero Dani Olmo. / FC BARCELONA

Un año más tenemos el debate sobre qué ligas están mejor o peor, si tal o cual club está en crisis. Y muchos lo hacen con el gasto en fichajes -en algunos casos, dispendio- como la única vara de medir válida. No obstante, ¿debemos aceptar el discurso de que las ligas -más bien clubes- que más gastan son las más potentes y las de mayor competitividad deportiva? Mi respuesta es que no, o con muchos matices.

Un año más, la Premier League es la competición que más fichajes ha acometido, con un gasto total de 2.574 millones de euros -la mitad, pescando en otros países-, un 14% menos que el verano pasado, según el centro de estudios CIES Football Observatory. Aun así, gastó el doble que la Serie A, el triple que Ligue 1 y prácticamente cuatro veces más que Bundesliga y LaLiga, que un año más ha sido la más austera.

¿Estos datos qué nos dicen? Es obvio que, a mayor capacidad de inversión, más opciones de atraer a las principales estrellas, pero esencialmente nos indican la alta capacidad de poder adquisitivo de algunos. Bien sea porque su capacidad de generar ingresos es muy superior, como podría ser el caso de Inglaterra por una cuestión del valor de sus derechos audiovisuales, o bien por un fuerte empuje de los propietarios de estos clubes que inyectan dinero para poder acometer operaciones de fichajes que la realidad de los ingresos del club hace imposible.

En este escenario nos encontraríamos con clubes de Italia, pero también algunos de Francia y Arabia Saudí. Es una cuestión con la que difícilmente se puede competir desde LaLiga, a no ser que se asuma -o se acepte- que nuevamente los equipos compitan a pérdida. Una opción que en el corto plazo puede contentar a muchas aficiones, pero que en el medio y largo plazo puede llevar a situaciones traumáticas, como hemos visto en el pasado. 

El fútbol español hoy no tiene un problema de competitividad por ingresos, sino por disciplina y por convencimiento junto a los alemanes de que la sostenibilidad económica del sistema debe prevalecer. UEFA se unió a ese club hace dos años y parece que en Italia van por el mismo camino. Incluso Inglaterra ha empezado a aceptar que el “puedes quemar tanto como te inyecten” ya no vale.

En el fondo, la competitividad deportiva la deberíamos medir siempre por tres elementos: capacidad de atracción del mejor talento, coeficiente UEFA -cinco españoles y cuatro ingleses en el top-20- y, para mí el más importante, potencial de generar talento de forma autónoma para nutrir la primera plantilla y no exponerse a la inflación del mercado. Si no, no podríamos decir que el mejor Barça de la historia también fue el más barato.

España quiere su sitio en el mapa

España es uno de los principales destinos turísticos a nivel global, pero en los últimos años había perdido cierta fuerza en su posicionamiento como enclave para la celebración de grandes eventos deportivos. Por suerte, algo está cambiando y vemos cómo las administraciones empiezan a valorar el poder que tienen estos acontecimientos para desestacionalizar la llegada de visitantes, atraer nuevos públicos y permitir que la rueda de muchos negocios siga girando en épocas menos habituales.

El último paso en este sentido ha sido el apoyo del Gobierno a la candidatura española para que la Ryder Cup de 2031 se dispute en Catalunya, con la aportación de 1,5 millones de euros. Pero también un millón para que La Vuelta femenina vaya cogiendo dimensión. Y a ello se suman la Copa América de vela estos días, la salida del Tour en 2026 desde Barcelona o el desembarco de la NFL y la Fórmula 1 en Madrid. En el horizonte, el Mundial 2030 de fútbol, cuyos resultados marcarán el pulso social ante un posible intento por los Juegos Olímpicos. Y para eso, un reto de quienes promueven estas competiciones es acercar de verdad lo que suponen estos eventos a la ciudad. Quedarse de espaldas es la peor idea.

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