Opinión | Barraca y tangana

Enrique Ballester

Imprescindibles partidos prescindibles, por Enrique Ballester

Carvajal y Pedri, en el Serbia-España de la Nations League disputado en Belgrado.

Carvajal y Pedri, en el Serbia-España de la Nations League disputado en Belgrado. / Ap

Salir por ahí cuando era absolutamente innecesario es una de las pocas cosas que hice bien durante mi juventud. Durante unos años hay que salir cuando toca y sobre todo salir cuando no toca. A menudo, en esas noches del todo prescindibles encuentras personas imprescindibles que después te acompañan cuando la juventud ha terminado y ya ni siquiera sales cuando parece de veras necesario. A menudo, cuando no esperas nada ni buscas nada ni quieres nada lo encuentras todo.

Lo pensé viendo el Serbia-España en la televisión. Es un partido de esos que nada me importa. Era absolutamente innecesario ver el Serbia-España si no te pagaban por ello, y en este caso no me pagaban. El clásico partido de selecciones de las últimas curvas del verano y de las primeras de la temporada, en el arranque de la típica competición que solo aprecias si ganas –y tampoco tanto-, y si la pierdes no pasa nada. Un partido prescindible y casi molesto como tantos otros que hemos visto en nuestras vidas. Un partido que no deberíamos seguir, desde la lógica, pero seguimos.

Seguimos porque sí. No es necesario justificarse. Como aquellas noches innecesariamente necesarias, nuestra trayectoria como hinchas está moteada de partidos insulsos que, por lo que sea, continúan frescos en la memoria. Partidos que tuvieron algo. Partidos que significan más allá del resultado.

En concreto, yo recuerdo con cariño uno de esos partidos. Un partido mínimo de consecuencias máximas: un Lituania-España de 1993. Que ya ves tú, lo repito: un Lituania-España de 1993. Pero sí, claro que sí: un Lituania-España de 1993.

Recuerdo mucho ese partido porque fue uno de los primeros partidos que vi solo, y eso marca de niño. Otro fue la final de los Juegos Olímpicos de 1992. Pero este partido del 93 en Lituania creo que fue mejor, porque no había en liza ningún oro. Ver ese partido por voluntad propia me convertía en un hincha de los buenos, no en uno de esos que solo se interesa por los partidos de máxima audiencia. Me sentí muy adulto, muy mayor, a solas en la penumbra y a punto de cumplir diez años. No sé por qué, pero estaba en casa de mi tía Nina. Lo sé porque comí tres o cuatro flanes de esos que hacía mi tía Nina.

España ganó casi al final con dos goles de Julen Guerrero. Busco ahora el resumen en Youtube y el partido parece de otro siglo. Y resulta que literalmente era de otro siglo. Las imágenes las sirve la OTI (?) y el locutor llama Juan Guerrero a Julen Guerrero. En la jugada del 0-2 dice que centra un tal Ferro, que supongo que sería la fusión mágica entre Ferrer y Hierro. El locutor tenía las mismas ganas que yo con el Serbia-España, aunque al menos le pagarían. El locutor habrá olvidado ese partido tan olvidable, pero para mí supuso una pieza importante en mi construcción futbolística.

Quiero decir que existen un montón de momentos de apariencia liviana que van tejiendo lo que somos, en realidad, con mucha más fuerza que los supuestos instantes de gran trascendencia. Quiero decir que este verano hemos hecho unas cuantas cosas prescindibles en familia, y sin duda las repetiría. Quiero decir que lo innecesario es necesario. Un día se acaban las oportunidades de vivirlas igual que un día se acaban los partidos. España juega otro el domingo.

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