Opinión | Apunte

Lluís Carrasco

Lluís Carrasco

Publicista

Laporta, el grande; por Lluís Carrasco

Joan Laporta, durante la gira veraniega.

Joan Laporta, durante la gira veraniega. / Valetí Enrich

¿Ya podemos decir que este Barça no es fruto, ni de un día, ni del azar?

Miren, cuando un principio se repite una y otra vez sin que sepamos demasiado el porqué ni entendamos demasiado el motivo, búsquenlo, porque la experiencia me ha enseñado que, probablemente, existe…

El Barça de Flick funciona, y por meritocracia adquirida de forma directa e inseparable, se puede decir que el Barça de Laporta, al menos sobre el terreno de juego, es hoy un éxito. El final del mercado veraniego de entradas y salidas suele ser desordenado y sorprendente, y en el caso del F. C. Barcelona, en que se dirimía además de manera inseparable con supuestos cierres que no se han dado, de operaciones financieras que debían proporcionar tranquilidad dentro de la norma del 1/1, ha resultado un poco caótico. Nada ha sido como se esperaba ni en las entradas ni en las salidas: se ha cedido quien se vendía, se ha vendido quien se prestaba y no ha llegado quien se esperaba; pero el equipo, lejos de resentirlo, parece haberse rebelado contra la realidad y ha comenzado la andadura en la liga entre el susto de los rivales, los vítores de la afición, y la sorpresa de los mercados.

Laporta, a veces, me recuerda a ese Real Madrid europeo que, aunque lo tengas sometido, noqueado y aturdido en un rincón, a la hora de la verdad, no sabes cómo ni entiendes por qué, pero emerge (siempre lo hace) contra todo y contra todos, victorioso en los últimos compases. A Laporta, como a ese cansino Madrid de las tropecientasmil copas de Europa, ya lo puedes zarandear, que siempre cae de pie, y lo hace, aunque le empuje el ciclón del presente y la furia de la realidad. Harán bien sus oponentes electorales, que parecen empezar a moverse en la cuenta atrás de nuevos comicios, de tomar buena nota…

¿Tiene el poderoso 'Aquiles' azulgrana un talón que atacar? Probablemente, pero no seré yo quien lo desvele, y de tenerlo, rivales y oponentes deberán esforzarse, y mucho, y bajar al fango a comprobarlo, que nunca se ganó una batalla sin exponerse y sin mancharse uno las manos.