El Tourmalet

Hable de ciclismo, por favor, y no de fútbol

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / EPC

Sergi López-Egea

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El turismo rural sirve para que te conozcan por tu nombre y no seas simplemente el ocupante de la habitación 301. Estos establecimientos suelen ser alojamientos sencillos, de gestión familiar y parecidos a las famosas chambres d’hôtes francesas que salvan muchas veces de hacer un kilometraje excesivo a la caza de un hotel cuando finaliza en julio una etapa del Tour.

Comes el menú que ha preparado la familia con productos de la tierra y te rodeas de personajes singulares que sólo te puedes encontrar en una etapa de la Vuelta, gentes que han llegado desde diferentes lugares para ver el paso de los ciclistas, algunos con sus propias bicis.

En la cena escuchas las conversaciones como si fueras un observador y te congratulas de que no se hable del liderato del Barça o de los empates del Madrid. El fútbol ni está ni se le espera. Todos conocen de sobras los nombres de las estrellas de la Vuelta y discuten hasta cuándo aguantará el líder australiano de la carrera, que se llama Ben O'Connor y que a muchos no les sonaba de nada hasta que puso la carrera patas arriba a la sexta etapa.

Para una película de culto

Son tan singulares los personajes de una cena tan especial en un pequeño pueblo del Bierzo que se llama Pereda de Ancares que merecerían una escena completa en una película de culto.

Hay una pareja de aficionados que lleva las clásicas camisetas naranjas del Euskaltel, las que poblaron las cunetas del Tour en los años de gloria del conjunto vasco, cuando Iban Mayo y Haimar Zubeldia eran los líderes de la escuadra. Lo sorprendente es que, pese al color de las prendas, a la ikurriña que se vislumbra en la parte trasera y al nombre del equipo, la pareja que así viste habla con un acento tan de Galicia como el que tuvieron Castelao y Rosalía de Castro, son gallegos y animadores del conjunto de Euskadi.

Hay aficionados portugueses y hasta un italiano que presume de haber caminado 20 kilómetros en los Ancares antes de que aparecieran los corredores por la ruta de la Vuelta.

Las vacaciones estivales

El pueblo es pequeño, casas que ocupan los que emigraron y vuelven en las vacaciones estivales, de un verano que finaliza para ellos este fin de semana cuando ya se anuncia la llegara de septiembre y el retorno a la vida cotidiana. Todavía no han entrado en etapa de depresión porque la Vuelta les ha alegrado el día como si hubiese sido el acto principal de la fiesta mayor.

Se han pasado una mañana de espera para que en pocos minutos pasasen todos los corredores, sin apenas tiempo de poderlos identificar -y eso que se los conocían bien- camuflados por el casco y yendo a toda pastilla, con esa impresión que causan al natural, tan rápidos como si fuesen en moto, una sensación que es imposible de adivinar cuando sólo se les ve a través de la televisión.

El descubrimiento de una pared ciclista

Citan a Carlos Rodríguez y festejan que recuperase el pedaleo propio a la clase que atesora, hablan de Primoz Roglic, de Enric Mas, de Mikel Landa, no se olvidan de nadie ante la perdida mirada de un periodista esloveno que bebe agua con gas y que está a lo suyo con el ordenador abierto y los cascos al lado. De vez en cuando sonríe cuando recibe un mensaje por el móvil. La cara de felicidad que pone evidencia que no se trata de un texto relacionado con el trabajo.

Los lugareños se despiden hasta el año que viene, aunque uno avisa de que vendrá en Navidad porque justo en diciembre se jubila. Entonces los Ancares ya se habrán convertido en un territorio frío por el tiempo, aunque a buen seguro que la increíble rampa sin respiro de cinco kilómetros presentada el viernes en sociedad ya formará parte del libro de conquistas de centenares de cicloturistas que querrán emular a Roglic en busca de su reinado en la Vuelta.

La cena concluye a ritmo de tertulia ciclista. Se apuesta por el ganador de la Vuelta y se cita también al Tour, porque la referencia siempre es obligada. El Tour es el Tour, como dicen los franceses… también en los Ancares.

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