La ronda española

La Vuelta ya mira al temido y salvaje Cuitu Negru

La 14ª etapa finalizó en un inesperado esprint donde el australiano Kaden Groves sorprendió a Wout van Aert. Primoz Roglic se llevó el susto del día al pinchar en el descenso que conducía hacia la meta de Villablino, en León antes de la gran cita de este domingo con la cima asturiana.

El Tourmalet: hable de ciclismo y no de fútbol.

Kaden Groven supera a Wout Van Aert, en la 14ª etapa de la Vuelta.

Kaden Groven supera a Wout Van Aert, en la 14ª etapa de la Vuelta. / UNIPUBLIC / SPRINT CYCLING AGENCY

Sergi López-Egea

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Entre las nubes y los chubascos que mojan a todos menos a los corredores, la Vuelta mira desde Villablino, tierra de mineros leoneses, al horizonte de la cercana y fronteriza Asturias, a las cuestas que pueden definir la carrera, entre las dudas del líder Ben O’Connor y de Enric Mas, la fortaleza de Primoz Roglic y la astucia de Mikel Landa, sin olvidar a un Richard Carapaz que permanece al acecho.

Cuando el pelotón quiere, un puerto de primera categoría puede desencadenar una batalla para enmarcar y, cuando no, hasta los velocistas, que suben casi convertidos en escaladores, superan la cumbre para disputar la batalla del día en un esprint casi calcado al que se habrían encontrado sin montañas en el camino, como si estuvieran aún inmersos en la sudorosa Andalucía. Los corredores tardarán mucho tiempo en olvidar el calor que pasaron la semana pasada por el sur de España.

El esfuerzo de la etapa

Por eso, aunque se esperase otro guion, la 14ª etapa finalizó con un esprint donde Wout van Aert deseaba ampliar la cosecha de victorias, ya lleva tres, pero el australiano Kaden Groves, mucho más velocista que él, se lo impidió. El astro belga puso todo el día al equipo a trabajar, a anular la fuga, a relevarse con ciclistas como Robert Gesink, que se retira al final de la Vuelta, o Steven Kruijswijk, que ha sido tercero del Tour y que perdió por una caída un Giro que casi tenía en el zurrón. A la hora de la verdad se tuvo que conformar con la segunda plaza y el esfuerzo de los compañeros sólo le valió para pasar primero por el puerto del día, que se llamaba Leitariegos, y que el pelotón superó como si fuese una autovía. Lidera la regularidad y la montaña. No todos los días, por mucho renombre que tengas, se puede ganar.

Pero lo que sí puede ocurrir, es que un percance te complique la situación para dar suspense a la carrera. Quedaban 14 kilómetros para Villablino, el pelotón descendía convencido de que un esprint definiría el vencedor del día. El público, en la meta, se sentía feliz porque había vuelto el sol y la ropa se empezaba a secar, sobre todo para aquellos que se habían acercado a la llegada sin mirar hacia el cielo y no percatarse de un chubasco que casi inunda Villablino en pocos minutos.

El pinchazo del día

Ahora, apenas se pincha, porque los tubulares llevan un líquido que tapa los poros y que permite rodar como si no hubiese agujero alguno en las gomas. Pero alguna vez los milagros mecánicos se complican y no hay más remedio que cambiar de bici. Le ocurrió a Roglic y se vio obligado a descender como si se estuviera jugando la carrera en una bajada.

En cualquier momento salta la sorpresa. Por eso, nunca se puede dar una carrera por ganada por mucho que seas el más fuerte del pelotón. O creer que O’Connor ya lleva el jersey rojo descolorido, si está todavía situado en la primera plaza de la general.

Ahora toca mirar al Cuitu Negru, la cima más complicada de esta Vuelta, con tres kilómetros finales donde casi sería mejor subir atado a una cuerda: sólo de escribir el porcentaje asusta. Son 3.000 metros donde la pendiente alcanza el 24%. Una salvajada.

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