El Tourmalet

La nueva locura, tápate que te vas a enfriar

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / EPC

Sergi López-Egea

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Tápate que te vas a enfriar podría ser la consigna a los corredores para esta semana, la del mundo al revés. La jornada de descanso, aunque se tenga que conducir un buen rato, que Andalucía y Galicia no están tocándose que digamos, se aprovecha para arreglar y ordenar la maleta y hasta si se puede y hay tiempo, que no ha sido el caso, buscar una lavandería. Y en ese reajuste de la maleta hay que volver a recuperar las prendas de primavera, los pantalones largos, las sudaderas, ropa que sobraba, inútil en el trópico de ciudades como Sevilla y Córdoba, que serán muy bonitas, pero frío lo que se dice frío no hace precisamente en el mes de agosto.

Del golpe de calor, que tumbó a varios corredores como al italiano Antonio Tiberi que soñaba con pisar el podio de Madrid y hasta intentar ganar la Vuelta, se ha pasado sin beberlo ni comerlo a un clima que casi podríamos definir como impropio de finales del mes de agosto. El verano, de repente, desaparecerá y los ciclistas, mal oficio, de verdad, pasarán de buscar alternativas para protegerse de un clima hostil para andar en bici a intentar evitar un resfriado, porque hasta hay amenaza de lluvia para el fin de semana.

De la meta al avión

Llegas a Granada sudoroso, destrozado por una etapa que aparte de dura se presentó con un clima donde sólo a un chalado se le ocurriría coger la bici a las 4 de la tarde para surcar las cumbres que rodean Sierra Nevada. Te tienes que duchar deprisa y corriendo para meterte en un avión, hacer una siesta rápida, abrocharte el cinturón que vamos a aterrizar y, de repente, te ves en Vigo con un clima que parece el mundo al revés y no se te ocurra decir qué he hecho yo para merecer esto.

Sobre todo, porque los auxiliares de los equipos, los que conducen los camiones, los autocares, las furgonetas y los coches de los directores se tuvieron que liar la manta a la cabeza y recorrer los apenas mil kilómetros que separan la capital granadina de Vigo, como quien no quiere la cosa, casi diez horas conduciendo, aunque, eso sí, todos hicieron escala por el camino.

De sufrir las penalidades por culpa del calor o de intentar pagar por una sombra, se pasará a ponerse el cortaviento en alguno de los descensos que se han preparado esta semana y a no ver el sol, si se cumplen las previsiones, en al menos cuatro etapas hasta el domingo. Una locura, no hay más que añadir.

Uno gana y los demás pierden

El ciclismo no es que sea precisamente un deporte agradecido, compite un centenar largo de corredores cada etapa y sólo uno se lleva el premio, porque no hay ni la satisfacción de las medallas como ocurre en los Juegos, el segundo es el primero de los perdedores y por detrás se organiza un verdadero vía crucis, sobre todo en las etapas de montaña.

Cada día el ciclista se pasa media jornada viajando, porque cuando no tiene que pedalear se sienta en el bus de su equipo para hacer una burrada de kilómetros del hotel a la salida y de la llegada al refugio de la habitación, del relax en la camilla de masaje, la cena con algunas risas, la llamada a la familia y a acostarse que al día siguiente vuelve el mismo guion. Y así durante 21 días de competición, más otros dos de descanso donde la rutina obliga a hacerse al menos una hora y media de bici, aunque siempre se prepara una parada en algún bar del camino para tomar un refresco o un café con leche.

Así que empieza la semana del fresquito para olvidar los calores de Andalucía y Portugal, pendientes del tiempo y cuidando del cuerpo no sea que aparezca un resfriado que tumbe las ilusiones por destacar en la Vuelta.

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