La ronda española

Roglic atiza y Enric Mas lo sigue en la ofensiva de la Vuelta

Segunda victoria de etapa del corredor esloveno que recortó 46 segundos a Ben O’Connor, el líder, que transmitió mala impresión antes de la dura etapa por los montes de Granada.

El Tourmalet: el equipo sin nombre de la Vuelta.

Primoz Roglic vence en Cazorla por delante de Enric Mas

Primoz Roglic vence en Cazorla por delante de Enric Mas / UNIPUBLIC / SPRINT CYCLING AGENCY

Sergi López-Egea

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Los vecinos de Cazorla, auténtica sierra de Jaén, están acostumbrados a las calles empinadas de la localidad, igual de ascendentes que estrechas. Con el dedo señalaban una ermita, blanca y amenazante para los corredores, que estaba tan y tan arriba que hasta parecía que tocaba el cielo. Si se iba en bici era mejor hundir la cabeza para no asustarse y si se estaba en la acera para ver el paso de los corredores resultaba humano preguntarse si hasta ahí arriba serían capaces de ascender en bicicleta.

Pues subieron en bici, a velocidad de locos, porque chiflado, en el buen sentido de la palabra, se había vuelto Primoz Roglic con la garganta seca por el calor, pero con el ánimo altivo como si pedaleara impulsado por el poderío de los centenares de miles de olivos que vio durante toda la octava etapa.

Ellos, los astros, cuando van en el pelotón a rueda de sus compañeros observan a los rivales, porque por su forma de actuar, desde la respiración hasta el modo en el que cogen el bidón, se vislumbra el estado de forma. Algo debió ver Roglic en Ben O’Connor, líder de la Vuelta, aunque ya no tan firme como pareció el jueves cuando se transformó en Pogacar y destrozó él solito a todos los equipos de la carrera.

Roglic, al ataque

Por el centro del pueblo de Cazorla pasó Roglic mordiendo un imaginario palo con la boca y con los piñones más bajos de la bici, más velocidad, pero más necesidad de pedaleo férreo. Los vecinos, que vivían la llegada de la Vuelta como si los visitase un cortejo real, vieron el primer ataque de esloveno tan de cerca, que casi creyeron que lo podían tocar. Fue un demarraje seco como el clima local, que O’Connor aguantó, aunque ya con el cuerpo tan espeso como el aceite puro de Cazorla. Al segundo, ya no pudo, y al tercero se entregó con tanta fragilidad que se delató como débil aspirante a ganar la Vuelta.

Le lloverán cuchillos, a partir de ahora por todas partes, sobre todo este domingo en la visita a los montes granadinos, porque ha abierto el alma derrotada y todos lo han visto, incluidos los gregarios que necesitan de un líder robusto para concienciarse de que el trabajo merece la pena.

 Y no sólo lo vio Roglic si no también del mejor Enric Mas que se recuerda, al menos desde 2018 cuando acabó la Vuelta -es su carrera y no, por desgracia, el Tour- en segunda posición. Hasta se atrevió a disputar el esprint a Roglic cuando ambos se presentaron a la ermita que estaba a las puertas del cielo a sólo 14 segundos de Mikel Landa, que ya es quinto de la general, mientras Enric Mas ocupa la tercera plaza por el hundimiento espectacular del portugués Joâo Almeida, que bajó hasta la 26ª posición y dejó a su equipo, el UAE, el mismo que no citó a Juan Ayuso para la Vuelta, sin opciones para ganar la carrera, que es a lo que vinieron.

Sepp Kuss y Carlos Rodríguez

Fue el día de las despedidas, porque Sepp Kuss adivinó que no reeditará la victoria de Madrid y Carlos Rodríguez que no se ha recuperado como habría querido de los esfuerzos del Tour. Y también el de las confesiones a medias. Por ejemplo, Roglic. Tras la victoria dejó entender que posiblemente en la gran ofensiva de O’Connor por la sierra malagueña no anduvo lo fino que le habría gustado por culpa de la espalda dañada por la caída de julio en Francia.

Tampoco, O’Connor debió creerse mucho la frase pronunciada en conferencia de prensa. “Roglic ha sido hoy el beneficiado, pero veremos qué pasa de aquí al final”. Al menos, Mas sí confirmó que se encuentra mucho mejor que en otras Vueltas, “buenas sensaciones”, dijo, la eterna confesión del ciclista que se siente animado. Él lo está después de dejar a la cuarta etapa del Tour cualquier dosis de lucimiento en Francia para comenzar a preparar una ofensiva en la Vuelta… siempre con el permiso de Roglic.

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