La ronda española

Roglic anuncia que esta de Vuelta y se viste de rojo

El ciclista esloveno gana en el Pico Villuercas, primera llegada en alto de la carrera, donde descubre que Enric Mas, Mikel Landa y el portugués Joâo Almeida se presentan como sus más duros rivales en la lucha por la general.

El Tourmalet: que vengan los bomberos con la manguera.

Primoz Roglic, en el podio del Pico Villuercas

Primoz Roglic, en el podio del Pico Villuercas / LA VUELTA

Sergi López-Egea

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Primoz Roglic es el ciclista de la sonrisa eterna, el que quiere vivir la Vuelta día a día, partido a partido se diría si esto fuera fútbol en vez de ciclismo, y también el que no esconde las cartas, pone a su equipo a trabajar con fuerza, sin que ahorren nada de energía, para que suden más que el resto de los contrincantes en un martes que pasó por la comarca extremeña de la Vera, donde el termómetro alcanzó los 40 grados, antes de enfrentarse al cemento del pico Villuercas.

Ya es líder de la Vuelta porque Wout van Aert se desentendió del jersey rojo. Ya va primero porque su equipo, que se llama Red Bull desde el Tour, puso la carne de la carrera en el asador de la carretera con el pimentón de la zona, por supuesto picante. Buscó las cosquillas sin importarle que todos vieran que cuando ni Pogacar, ni Vingegaard, ni Evenepoel están activos, a él difícilmente nadie lo frena, a pesar de que vio a uno de los mejores Enric Mas nunca visto en la Vuelta, con un Mikel Landa que no traicionó las palabras pronunciadas en Lisboa, de donde partió la prueba, al asegurar que él estaba aquí para luchar por la victoria.

El esprint final

El esprint final / UNIPUBLIC / SPRINT CYCLING AGENCY

Roglic movió la Vuelta y como si fueran fichas de dominó algunos de los rivales fueron cayendo al mostrar que no andan muy finos para comenzar a ceder un tiempo que será muy complicado recuperar. Ganó la etapa en un extraño esprint con el belga Lennert van Eetvet, que levantó un brazo cuando creía que iba a conseguir un triunfo que todavía tenía muy lejos.

Bajo la tiranía del ciclista esloveno, la Vuelta sufrió una escabechina en tres kilómetros de rampa de garaje, donde los viejos coches tendrían que poner la primera para superar el obstáculo y donde también se calaba alguna moto de la organización. Fueron tres kilómetros terribles antes de que los dos últimos a meta, subida pura y dura, casi parecieron una autopista con toda la prueba fragmentada en múltiples pelotones.

El caso del portugués Almeida

Roglic fue a lo suyo, a buscar las cosquillas y a lograr precisamente lo que consiguió: vestirse de líder, porque tradicionalmente, aunque al final acabe ganando, sufre mucho en las rectas finales de las carreras de tres semanas. Descubrió que principalmente deberá preocuparse de tres rivales, dos españoles, Mas y Landa, y un portugués que recuerda a Abraham Olano y se llama Joâo Almeida. Como hacía el ciclista guipuzcoano en sus años de gloria, parece que se descuelgue, aunque sólo ceda unos pocos metros, que se regula, que enlaza al final y que se coloca segundo de la general para distinguirse ya como líder del conjunto UAE.

Y aquí, precisamente, viene una pregunta, ¿qué hace la escuadra de capital árabe sin Juan Ayuso en la Vuelta? Porque la verdad, visto lo visto sobre los cielos de Guadalupe, el ciclista español habría sido más una bendición que un estorbo para el conjunto del ausente Pogacar.

Ellos sabrán, porque Adam Yates, principalmente, ya cedió antes de lo previsto, al igual que Richard Carapaz, líder del EF, antiguo luchador en generales de grandes vueltas y que se está quedando como un buen conquistador de etapas, pero alejado de los puestos de honor.

Tampoco anduvo fino Carlos Rodríguez que se descolgó en el infierno del cemento rayado donde se subía a diez por hora para perder 51 segundos en la cumbre del Pico Villuercas. Pero sí ofrecieron soplos de libertad y confianza Mas y Landa, cada uno a su manera. “He estado en mi sitio”, respondió el mallorquín del Movistar cuando se le preguntó por su actuación. Cruzó la meta en el mismo tiempo que Roglic. Landa, en cambio, fue de menos a más, porque las rampas de garaje prefiere subirlas en coche para reaccionar con el asfalto bueno. Landa llegó desde atrás e hizo lo inesperado para levantar al público de las sillas y los sofás.

Atacó y fue a por la victoria de etapa sabedor que en un esprint de siete corredores sólo podía llegar el último que es lo que pasó, por detrás de Roglic, Van Eetvelt, Almeida, Mas, el austríaco Gall y el estadounidense Riccitello, que corre en un Israel que tapa el nombre del país en los coches y los ‘maillots’. “He disfrutado porque no sabía cómo estaba”, admitió Roglic. Pues está bien. No hay ninguna duda. Por eso ya viste de rojo.

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