Opinión | Apunte

Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

De París a Hollywood, por Jordi Puntí

Tom Cruise, colgado de la azotea del Stade de France de París en la ceremonia de clausura de los Juegos.

Tom Cruise, colgado de la azotea del Stade de France de París en la ceremonia de clausura de los Juegos. / Ap

Cuando se celebra la clausura de unos Juegos Olímpicos, siempre hay alguien de la organización que, orgulloso, dice que han sido los mejores de la historia. Este año París no ha sido la excepción, y mal asunto si no fuera así, porque el hecho de que se celebren cada cuatro años permite que se renueven los recursos deportivos y del espectáculo y quedemos deslumbrados por la novedad. Sí, la tradición sigue apelando al espíritu del barón de Coubertin, al mensaje de paz e igualdad que representa reunir a deportistas de 206 países, pero no es menos cierto que el carácter competitivo, a veces por parte de profesionales con contratos millonarios, lo convierte todo en una apuesta de consumo global en la que dominan las fórmulas comerciales.

Aparte de los (pocos) récords conseguidos y las imágenes que se han hecho virales en las redes —la calma de un tirador turco, el salto de pértiga de Duplantis, la dulce ingenuidad de una gimnasta china, la proeza acuática de Léon Marchand—, en París los Juegos han subido un escalón en el sentido del espectáculo, y además lo han hecho con tacto y equilibrio, exaltando a los nuevos competidores y celebrando las glorias pasadas. Así, un deportista de élite retirado apadrinaba cada competición con los tres toques de un bastón (y nos recordaba que el tiempo pasa para todos), y después los nadadores, atletas y jugadores varios eran presentados uno por uno, y saludaban con una conciencia artística hasta ahora nunca vista.

Las ceremonias de inauguración y clausura también compartieron esta tensión entre el pasado y el futuro. Las canciones clásicas, los referentes históricos y la escenografía kitsch, tan francesa por momentos, convivieron con actos de provocación cultural y reivindicación feminista. En la clausura, además, todo este bagaje se puso en manos de Los Ángeles, es decir, de Hollywood y de Tom Cruise surcando los aires, lo que nos anticipa que en los Juegos del 2028 el show será aún más dominante. Viendo los estragos geopolíticos que nos esperan, con Donald Trump quizás presidiendo la inauguración, empiezo a temer que aquello sean unos Juegos del Hambre.