JJOO | ATLETISMO

Kipchoge y Bekele apuran su última cita en la maratón de París

Eliud Kipchoge.

Eliud Kipchoge.

Gerardo Prieto

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Eliud Kipchoge y Kenenisa Bekele son los Rudy Fernández y Rafa Nadal de Kenia y Etiopía. Dos campeonísimos que aspiran a ser eternos, que se resisten a tirar la toalla, pero la edad y en este caso los kilómetros no perdonan. Kipchoge (39 años) y Kenenisa Bekele (42) apuran sus reservas en la que parece última, o quizá penúltima, cita en París. Un reencuentro de dos maratonianos rocosos que afrontan los 195 metros finales de su carrera deportiva con el alma porque ya casi no quedan piernas. Su improbable éxito en la meta de Los Inválidos les colocaría en el ático del Olimpo. La hipotética tercera medalla de oro en maratón para Kipchoge, o el primer metal olímpico en esta distancia para el etíope, avalarían los pronósticos que apuntan a un duelo sin parangón entre dos genios del atletismo del siglo XXI.

Sea cual fuere el resultado, a Kipchoge y Bekele siempre les quedará París. Su primera cita cumple más de 20 años, desde que Francia acogió en Saint-Denis el Mundial en pista de 2003. El keniano ya era entonces plusmarquista mundial junior de 5.000 metros, con un registro por debajo de los 13 minutos, extraordinario para un corredor de 18 años. Nadie reparó en él antes de la final de 5.000 metros en la que inteligentemente evitó los brutales cambios de ritmo que se propinaron los favoritos, Hicham El Gerruj y Kenenisa Bekele, a quienes ejecutó sin compasión en la última vuelta con las piernas y la cabeza de un juvenil sin complejos. Dos décadas más tarde vuelven a encontrarse, esta vez en la linea de salida del maratón olímpico, la carrera en la que se experimenta la vida según Zátopek.

Kenenisa Bekele se entrena en Londres, esta semana.

Kenenisa Bekele se entrena en Londres, esta semana. / BOB MARTIN

Bekele fue el sucesor del sonriente Haile Gebrselassie, a quien desposeyó de todos su récords en pista y en maratón. Cuatro metales olímpicos, tres oros y una plata, más siete oros en pista y un bronce avalan su enorme calidad. 

Kipchoge anotó dos metales olímpicos y tres medallas mundialistas en pista, hasta que, rozando los 30 años de edad, fue consciente de que su última vuelta ya no era tan letal. Decidió entonces probar con el asfalto. Ganó dos veces consecutivas el medio maratón de Barcelona con récord del evento en 2013 y dos meses más tarde debutó en el maratón completo con 2.05 y victoria en Hamburgo. A partir de ahí amplió su leyenda ganando once majors y dos oros olímpicos, en Río y en Tokio.

En Viena, en 2017, se convirtió extraoficialmente en el primer bípedo humano en correr un maratón en menos de dos horas. A continuación se anotó dos plusmarcas mundiales oficiales en Berlín (2.01.39 en 2018 y 2.01.09 en 2022), éste último récord superado por el malogrado Kevin Kiptum en Chicago en 2023 (2.00.35), fallecido en un accidente de tráfico el pasado 11 de febrero en Kaptagat.

Bekele debutó con 32 años y con éxito en los 42,195 kilómetros ganando el maratón de París hace ahora una década. Cinco años después (2019) intentó superar el récord de Kipchoge, también en Berlín, pero le faltaron tres segundos para conseguirlo. Hace un año en Valencia obtuvo su calificación olímpica con un discreto cuarto puesto y un registro de 2.04 horas que le aportó una plusmarca de consolación, la de mayores de 40 años, pero lejos de la máxima exigencia que se le supone a unos Juegos Olímpicos, esta vez además en un circuito de postal, si, pero con un perfil claramente rompepiernas.

Kipchoge, hijo de una maestra y apodado el Filósofo por sus compañeros de rodaje en el bosque de Kaptagat, ha llenado en cierta medida el vacío de popularidad que dejó la retirada de Usain Bolt. Curiosamente, el más resistente sustituyó al más veloz, una paradoja alimentada con dos caracteres opuestos: de la festejada exhuberancia del jamaicano a la ejemplar humildad del nieto de un pastor kalenjín convertido en uno de los grandes iconos de un fenómeno global llamado running, la práctica que saca cada día del sofá a millones de personas dispuestas a corretear por la calle, el parque o el campo a través. La sudorosa pero feliz rutina que de paso también ahorra millones a la sanidad pública.