JUEGOS OLÍMPICOS PARÍS 2024

Cuanto oro, cariño, sacrificio, complicidad y victoria hay en ese abrazo entre María y Álvaro

.

.

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ha sido una escena preciosa. Ella, tan encantadora, tan pequeña dentro de su inmensa grandeza, tan nerviosilla, tan fuerte, tan firme, tan segura, tan pícara en su celebración ‘a lo Cristiano Ronaldo’, abrazando la cinta de meta de París 2024, apretando, con su pequeña mano izquierda, la mano poderosa, grandota, de su compañero en el doble oro olímpico antes de subir al podio en el estadio olímpico.

Era la escena, la imagen, la foto, que se merece la marcha, una especialidad que ha dado grandes triunfos a España y que este año se ha convertido, de nuevo, en oro. Esas dos manos juntas, con los dedos entrelazados, antes de dar el paso al escalón más alto del podio, significan, cómo no, horas, días, meses, años de duro trabajo. Y, sobre todo, significan el triunfo, la victoria, la complicidad, el sacrificio, el cariño, la gloria de dos atletas de pueblo, a los que les encanta contar que son sencillos y fruto de la modestia.

Un tío normal

“Soy un tío normal, de Llerena (Badajoz), un pueblo de 6.000 habitantes (concretamente, 5.718), situado en el sur de Extremadura, que ha ganado dos medallas”, comentó Álvaro Martín, que, dos días antes de colgarse el bronce, había recibido el oro de todo Extremadura, de la mano de su presidenta María Guardiola.

Martín, que ha sido capaz de sacar dos licenciaturas adelante pese a los duros entrenamientos que ha tenido que hacer a lo largo de estos años, Ciencias Políticas y Derecho, reconoce que no es “un lumbreras, aunque tenga estudios universitarios y, desde luego, no me creo un superhéroe y, sí, trato de ser la mejor persona posible”.

Euforia de la pareja María Pérez y Álvaro Martín de marcha española, tras ganar el oro olímpico

Euforia de la pareja María Pérez y Álvaro Martín de marcha española, tras ganar el oro olímpico / EFE\TOLGA AKMEN

No sé si alguien, a partir de ahora, puede considerarlo un superhéroe pero, desde luego, es un superatleta de superoro, de ahí que te encante oírle decir, con la naturalidad que se expresa, eso de que “espero que estas medallas sirvan para animar a otros deportistas a seguir peleando por sus sueños, pues son muchos los que pueden pensar, joder, si ese tío normal, de carne y hueso, de un pueblo de Extremadura, lo ha conseguido, yo también puedo”.

Es por eso que esa manera de subir unidos Álvaro Martín y María Pérez al podio de París 2024 demuestra que ambos están hechos del material con el que se hace los sueños. María dice ser, también, una “persona normal, simple, trabajadora y cariñosa”. Puro oro. Amante de la marcha con pasión “porque es un deporte muy respetuoso con la gente, con los otros atletas, jamás hay una palabra más alta que la otra y sus valores son el esfuerzo, la constancia y el sacrificio”.

Servir de ejemplo

María también es de pueblo. De Orce (Huéscar, Granada), todavía con menos habitantes que Llerena, pues Orce tiene 1.198. “Cuando eres atleta de un deporte como la marcha, te pasas el día pensando en los Juegos Olímpicos, que son el objetivo, la meta, el motivo, la ilusión que te permite levantarte cada día con ganas de seguir preparándote para lograr una medalla”.

Si Martín piensa que ojalá se animen otros jóvenes a pelear por sus sueños “viendo que este tío normal” los ha conseguido, Pérez, sin querer ser modelo ni ejemplo de nada ni para nadie, sí piensa que ellos deben transmitir los valores que ofrece el deporte de la misma manera que otros deportistas se los transmitieron a ellos.

Euforia de la pareja María Pérez y Álvaro Martín de marcha española, en el reparto de medallas

Euforia de la pareja María Pérez y Álvaro Martín de marcha española, en el reparto de medallas / EFE_MIGUEL GUTIÉRREZ

“Yo recuerdo fijarme en María Vasco y en Beatriz Pascual y, ahora, por ejemplo, me encanta Antonella Palmisano y, por tanto, creo que todo el mundo, en cualquier aspecto de la vida, crece y se realiza buscando modelos de inspiración”, señala Pérez, que, graciosamente, explica que su mayor secreto es que “trato de dormir 12 horas al día: como, duermo y me entreno”.

Es una pareja deliciosa ¿a qué sí? Ella, tan viva; él, tan alto. Los dos puro acero. Unidos por la marcha, unidos por su pasión, unidos por el sacrificio extremo, unidos por el oro, unidos por sus manos.

Una manera diferente de competir en equipo, dándose el relevo, completándose, adquiriendo él la ventaja necesaria en su último turno para que ella, brutal, espléndida, pletórica, soberbia en su marchar, implacable a la hora de medir, de cuadrar, de regular cada una de sus vueltas al circuito parisino, acabase cruzando la meta pensando en Álvaro, al que los jueces martirizaron, durante algunos minutos, antes de permitirle abrazar a su compañera de oro.