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Simpatía por el más débil, por Jordi Puntí

El brasileño Gabriel Medina durante la quinta serie de la tercera ronda de surf masculino durante los Juegos Olímpicos de París 2024 que se celebran en la isla polinesia francesa de Tahití,

El brasileño Gabriel Medina durante la quinta serie de la tercera ronda de surf masculino durante los Juegos Olímpicos de París 2024 que se celebran en la isla polinesia francesa de Tahití, / Jerome BROUILLET / AFP

Jordi Puntí

Jordi Puntí

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Hubo un tiempo en que cada vez que entraba en una tienda Decathlon descubría un deporte nuevo. Todas esas pelotitas, cintas, pesas, zapatillas, arneses y bebidas isotónicas me abrían nuevos mundos. Ahora me basta con sentarme en el sillón y jugar con el mando a distancia. Porque la gran novedad de los Juegos Olímpicos de París son las plataformas digitales. Las Olimpiadas siempre han sido una fiesta del deporte, con montones de competiciones celebrándose a la vez, aunque los espectadores solo veíamos lo que la televisión de turno decidía que era interesante. Ahora ya no: ahora uno entra en la plataforma digital Max y puede rebuscar entre todo lo que más le interesa o quizás le atrae por simple curiosidad. 

Por ejemplo: esta mañana de miércoles abro la aplicación y en directo puedo escoger saltos de trampolín, hockey sobre hierba, baloncesto, judo, boxeo, vóley playa… No sé casi nada de estos deportes, pero admito que con un ventilador cerca son una buena forma de distraer el calor. Es casi como vivir en un multiverso donde uno puede viajar por las distintas sedes en pocos segundos.

La tentación de explorar lo desconocido es enorme, pues, y además nos aprendemos nombres que hasta ahora nos eran desconocidos. ¿Quién me iba a decir que me quedaría media hora viendo como dos surfistas dejaban pasar las olas, en un mar enfurecido de la Polinesia, hasta que el brasileño Gabriel Medina cabalgó una ola con su plancha voladora? También me quedé atrapado en el rugby a 7 femenino, con Canadá a punto de quitarle el oro a la intratable Nueva Zelanda, y durante un buen rato me divertí con el flow de los concursantes de monopatín, a cuál más cool con su ropa y sus auriculares, por no hablar de la calma un poco inquietante de un tirador con arco hindú. 

A todo este tránsito hay que añadirle un detalle que no es menor: ver deporte de competición sin un favorito es aburrido, de forma que uno acaba eligiendo por razones geopolíticas (Hong Kong contra Corea del Norte en tenis de mesa), estéticas (la sonrisa de una nadadora australiana), fonéticas (un apellido gracioso) o, simplemente, con simpatía por el más débil. Como la vida misma.

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