JUEGOS OLÍMPICOS PARÍS 2024

El mayor peligro para Donald Trump sería que Simone Biles apoyase a Kamala Harris

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Emilio Pérez de Rozas

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Está curada. Más que curada. Está sanísima. Reluciente. Única. Cautivadora. Atractiva. Genial. Equlibrista. Potente. El otro día leí la pieza, la historia humana, arrolladora, escalofriante de Francisco Cabezas, en este diario, sobre la habitación y el armario del ‘nunca jamás’ de la prodigiosa Simone Biles, que, ayer, llevó al equipo de EEUU, junto a su amiga del alma Jordan Chiles (todo el mundo dice que esa muchacha es tan buena como la reina) y Jade Carey, a conquistar el oro por equipos. Es imposible (y yo lo vi todo), decir quien es mejor que quien, lo juro.

Emerger del relato de Cabezas con la fuerza, la pasión, la vistosidad, la genialidad que lo ha hecho Simone Biles, que, tras Tokio, dijo que temía regresar a EEUU “porque, cuando sales de allí, te dicen que si no vuelves con el oro, mejor que no vuelvas”, es la demostración de que esta chica de Ohio, de 27 años, es mucho más que un cuerpo escultural, diseñado para cautivar al mundo, no solo volando sobre cualquier aparato, sino levantándose del suelo como si tuviese alas.

Brillo propio

Dicen que uno de los trajes que viste Biles cuando realiza los ejercicios en el suelo, los denominados Star Spangled Shine, algo así como ‘brillo de estrellas’ , llevan cosidos 6.359 cristales de Swarovski color plata, granate, violeta, turquesa y dorado, dispuestos para formar estrellas, un guiño a las 50 de su bandera. No hacía falta. Biles no necesita malla alguna para brillar. Tiene brillo propio.

Ayer, sin ir más lejos, cuando faltaba aún media hora para que comenzase el concurso por equipos en el Bercy Arena, de París, cuando su imagen apareció en el inmenso videomarcador del pabellón, el público rugió en su honor. Y, ni les explico, lo que ocurrió cuando la nombraron por megafonía media hora después. El techo estuvo a punto de venirse abajo. Y no es broma.

El equipo de Estados Unidos con Simone Biles a la cabeza obtiene la primera medalla de oro en gimnasia artística en los Juegos Olímpicos de Paris 2024

El equipo de Estados Unidos con Simone Biles a la cabeza obtiene la primera medalla de oro en gimnasia artística en los Juegos Olímpicos de Paris 2024 / AP/Natacha Pisarenko

Lo que hace Biles, sus ejercicios, sus saltos, su potencia, sus aterrizajes, sus cabriolas en el aire, sus dobles, triples, qué se yo, cuadruples saltos son misión imposible, de ahí que su primer fan en París haya sido el mismísimo Tom Cruise. Nadie como ese actor sabe lo que se puede y no se puede hacer en esta vida y, por descontado, lo que es misión imposible: los vuelos y aterrizajes de Simone Biles.

Es más, dicen que tiene tal potencia en sus piernas, auténticas columnas, que se impulsa con tal poder que el problema se produce a la hora de aparcar, de parar, de aterrizar. De ahí que lo peor (y mejor) de sus ejercicios son las caídas, cómo clava los pies en la colchoneta. Porque ese instante, en el que, de pronto, se detienen los 6.359 cristales, significa el final, el cierra, de su obra maestra.

Solo hay que fijarse en lo que hacen los cientos y cientos de fotógrafos que están en el Bercy Arena: persiguen a Biles haya donde vaya. Todos están, van, se colocan enfrente del aparato donde actúa Simone, solo un ramillete de ellos, los que saben que su foto no será histórica, se quedan con las demás. No solo en Biles, es su elasticidad, su vuelo sin motor, su pirueta, su flexibilidad, su potencia desproporcionada, de ahí lo peligros de su aterrizaje.

"Cuando sales de Estados Unidos, te dicen que si no conquistas el oro, mejor que no vuelvas. Tras lo de Tokio, tuve miedo de regresar a mi país"

Simone Biles

— Gimnasta del equipo de EEUU, medalla de oro por conjuntos en París 2024

El mundo se pregunta qué piensa Simone Biles, que un día reconoció haberse sentido “avergonzada, pero no sorprendida” por la actuación de los alborotadores pro-Donald Trump cuando protagonizaron la toma del Capitolio. Si saber precisamente lo que piensa, podemos afirmar que Biles ha sido objeto de desprecio por la derecha norteamericana porque ha bregado, abiertamente, con los temas de salud mental y abandonó el deporte por un tiempo para recuperar su equilibrio.

Biles, cuentan aquellos que han escrito mucho sobre ella, practica el arte de decir “no”. A los 27 años, es una figura independiente, que cree en las redes de apoyo social y personal. Claramente no descubre, de momento, sus ideales políticos, pero sí se comporta como una demócrata moderna.

Muchos en Estados Unidos piensan que las estrellas del deporte USA, las estrellas de verdad, pueden jugar un papel importantísimo en las próximas elecciones en la que se decidirá quien gobernará el país más poderoso del planeta. Y, sí, cuando en USA hablan de grandes estrella, piensan en ‘dioses’ como LeBron James y Stephen Curry, que han mostrado, no solo su apoyo, sino su admiración por Kamala Harris.

Simone Biles, durante la final por equipos con Estados Unidos.

Simone Biles, durante la final por equipos con Estados Unidos. / Ap

Pero cuando alguien descubre el poder, el imán, la personalidad, el gancho, la manera que Simone Biles cautiva a todo el mundo, no solo al público deportivo, empieza a pensar que esta espectacular gimnasta, de 27 años, de pronunciarse a favor, por ejemplo, de Kamala Harris, podría suponer, sin duda, un auténtica dolor de cabeza para Donald Trump, el gran favorito.

Aún no lo ha hecho, lo de mostrar sus simpatías, si es que las tiene, por Kamala Harris, pero puede que, cuando aterrice dentro de unos días en EEUU, con multitud de medallas de oro (“si no es oro, no vuelvas”) colgadas de su robusto cuello, diga algo así como “si quieren más oro, voten a Kamala”.

De verdad, en serio, entre LeBron, Curry y Biles, le pueden hacer un traje a medida a Donald Trump.

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