El Tourmalet

El Tour y el SOS del ciclismo español

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / EPC

Sergi López-Egea

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Los niños piden bicicletas a los Reyes. Son felices cuando dan las primeras pedaladas ayudados por sus padres. Pero no sueñan en convertirse en el espejo de los ciclistas españoles a los que apenan ven cuando sus progenitores miran el Tour. No hay ataques salvajes, como cuando Pedro Delgado rompía el pelotón o Alberto Contador llegaba a la meta disparando de forma simbólica para ganarse el apodo de ’El Pistolero’. Si acaso, en este largo pero siempre apasionante viaje de Florencia a Niza, a los corredores españoles sólo se les ha visto cuando se quedaban rezagados en el pelotón, salvo algún intento heroico de Pello Bilbao, hasta enfermar, Álex Aranburu, Oier Lazkano y al menos un día de brillo de Enric Mas. Mikel Landa está en otro nivel.

En 1991 emprendí mi primer viaje al Tour. Iba a ser la primera de las cinco victorias de Miguel Induráin. Con el Banesto, su equipo, participaron también el ONCE, para vivir una rivalidad similar a la que en fútbol practicaban el Barça y el Madrid, el Seguros Amaya y el Clas. Cuatro equipos, a los que más tarde se unió el Kelme. Había ciclistas españoles por doquier, intrahistorias protagonizadas por ellos y las radios daban el paso llevando a un ejército de informadores para seguirlos y narrar sus dichas, los esforzados de la ruta como se los llamaba, la serpiente multicolor en acción, aquí en el Tour.

Los niños de los años 90 pedían la bici a los Reyes porque se querían parecer a Induráin. Todos deseaban ser como Miguel, el rey de las contrarrelojes, cuando las contrarrelojes eran de verdad y había un dominador absoluto que obligaba a los telespectadores a colocarse en el sofá con papel y bolígrafo para ir contando las diferencias que el astro navarro marcaba a los rivales en los controles de paso que la organización intercalaba en el recorrido.

Sin triunfos españoles

Ahora volverá a acabar un Tour sin victorias españolas. Pero el problema no viene por el hecho de que Bilbao se haya tenido que retirar enfermo, o que a Mas no le hayan funcionado los músculos como querría. La causa está en que cada vez hay menos niños que quieren ser ciclistas y menos carreras para convertirse en el escenario donde brillar y aspirar a graduarse como corredores profesionales.

Que salga un Pogacar en Vilafranca del Penedès o Ayamonte no es fácil. Pero si no hay carreras difícilmente esos niños que todavía sueñan con ser corredores no tendrán dónde practicar artes a la vez sencillas, pero que parecen complicadas, como ir a rueda en el pelotón, protegerse del viento y saber en todo momento que desarrollo mover en la bici.

Carlos Rodríguez y Juan Ayuso pueden ser los grandes referentes de futuro del ciclismo español, aunque el primero no haya tenido su mejor Tour y el segundo tuviera que abandonar castigado por el covid.

El caso de Ayuso

Ayuso es un portento de este deporte, pero está en un equipo donde crece como gregario de Pogacar y ello tiene un límite, una red que en algún momento lo tiene que atrapar y generar esas dudas, aplausos o críticas, según se mire, cuando da la sensación de que no trabaja lo suficiente para su jefe de filas subiendo el Galibier. Si quiere crecer como ese gran líder que necesita el ciclismo español ante una veteranía que acecha a Landa y las tremendas dudas que siempre genera Mas, Ayuso debe anteponer su crecimiento deportivo al de su cuenta corriente por muy bien que Matxín, su director, lo cuide y mime, porque el muro de Pogacar le será infranqueable, sobre todo en el Tour, mientras el fenómeno esloveno no deje títere con cabeza en la ronda francesa.

Pero, ante todo, autoridades deportivas, federación y patrocinadores deben darse cuenta de que es importante apostar por la cantera, porque con un fortín de muchachos creciendo sobre una bici siempre hay la posibilidad de que surjan figuras más allá del futuro prometedor que sigue acompañando a Rodríguez o a Ayuso. Que estas líneas sirvan como el SOS que necesita el ciclismo español como el aire que respiramos por nuestros pulmones.

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