Andà p'allá, bobo

Se llama Tadej, le llaman Pogacar, pero es el nuevo 'canibal' del ciclismo

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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Piensas en otros deportes y, en efecto, te quedas perplejo cuando ves competir a Lamine Yamal, Carlos Alcaraz, Max Verstappen, ‘Pecco’ Bagnaia, Luka Doncic….y un número (casi) infinitos de deportistas de élite que, gracias a su habilidad, al don que poseen, a su tremendo sacrificio, entrenamiento, predisposición a ofrecer el mayor de los espectáculos te dejan perplejo, atónito, de pie en el sofá, agradeciéndoles los minutos, las horas, los momentos maravillosos de tensión, pasión y show que te ofrecen.

Estamos a las puertas de los Juegos Olímpicos, el mayor teatro de los sueños y, sobre todo, el escenario donde se producen tantísimas gestas históricos e instantes de celebración y, sobre todo, de felicidad, fuerza, poder, autoridad y determinación. Y, antes de que el río Sena sea el escenario de la inauguración de los JJOO, uno de esos dioses elegidos por quien sea (gracias infinitas por ello), el esloveno Tadej Pogacar, ha decidido regresar al Tour, a su Tour, para demostrar que es el más grande y que su imperio empieza a no tener fin, incluidas sus victorias, su hambre y su manera de ganar, solo al alcance de los nombres míticos de la serpiente multicolor, como dice el topicazo.

Y solo tiene 25 años

Lo que hoy ha hecho Pogacar es, casi, casi, inigualable. Y es inigualable y solo repetible por él mismo, posiblemente mañana, vaya usted a saber, o el domingo, porque no hay nadie, en estos momentos, en el pelotón del Tour capaz de responder al poder que este muchacho, de solo 25 años, posee en sus piernas, en sus pulmones, en su cabeza.

Vale, sí, de acuerdo, como muchos de los nombres del primer párrafo, como todos los grandes, grandes, el general esloveno posee un equipo impresionante, auténticos soldados, gladiadores, que actúan en formación, que se sacrifican por su líder y que, cada día, en cada etapa, afronten o no montañas como la impresionante Isola 2.000 de hoy, le preparan el terreno, maduran a sus adversarios, maltratan las piernas de los demás y hasta permiten crear el escenario propición, quien sabe si autorizando escapadas que, luego, Pogacar resuelve, neutraliza, supera y minimiza en el último cuarto de hora de máxima audiencia.

El ciclista esloveno del equipo UAE Team Emirates, Tadej Pogacar, con el maillot amarillo de líder general

El ciclista esloveno del equipo UAE Team Emirates, Tadej Pogacar, con el maillot amarillo de líder general / Marco BERTORELLO / AFP

Las televisiones del mundo entero conectan tres, dos, un minuto antes de que Pogacar, luciendo ese amarillo que le va como anillo al dedo, que da aún más brillo a su figura, a sus piernas, a su escaso balanceo (encima, parece que todo lo hace fácil, sin apenas esfuerzo ¡seremos idiotas!), lance su ataque diario. No tiene necesidad alguna de hacerlo, no hay ya quien le tosa en la general del Tour (no lo ha habido nunca), pero él quiere ser fiel a su destino: dejar una huella imborrable en la historia, en los libros del Tour. Perdón, del ciclismo.

Mientras el bueno de Matteo Jorgenson, con los mismos 25 años que el general esloveno, acariciaba, de nuevo, una victoria en el Tour, escapado, pedaleando con decisión hacia su coronación definitiva; mientras Simon Yates, otro ciclista con galones multicolores y bien ganados, aspiraba a todo en esa misma subida; mientras el monstruo ecuatoriano Richard Carapaz, que hacía muy poco había llamado a las puertas de Dios y provocado la fiesta nacional en Ecuador, buscaba una repetición de su alirón, Pogacar, cómo no, viajaba en la sillita del rey, en el pelotón, protegido por los suyos. Y, claro, junto a él, Jonas Vingegaard y Remco Evenepoel, los mejores de ‘los otros’.

Todos demasiado lejos

Todo parecía cierto, real, atractivo, casi, casi apoteósico. La montaña los había desperdigado a todos. Pero lo auténtico estaba por llegar. Se llama 'tsunami Pogacar', el nuevo 'canibal'. Lo saben todos. Lo sabe Jonas, Remco, Matteo, Simon, Richard, hasta los grandes, los inmensos, Mikel Landa y Carlos Rodríguez, que, haciendo un grandioso Tour, están a más de 15 minutos en la general de Pogacar.

El huracán esloveno empezó a soplar a 8.7 kilómetros de la meta. En esa corta distancia, si quería ganar, ¡y quería!, por eso había puesto en marcha los aspersores de su fiereza, debía reducir una distancia de 2.47 minutos con respecto a Jorgenson, en menos de 9 kilómetros. Lo hizo con tan facilidad, con tanta suficiencia, con tanto poderío, que nadie se le resistió.

El ciclista esloveno con maillot amarillo Tadej Pogacar del UAE Team Emirates celebra la victoria en la etapa de hoy.

El ciclista esloveno con maillot amarillo Tadej Pogacar del UAE Team Emirates celebra la victoria en la etapa de hoy. / EFE/GUILLAUME HORCAJUELO

Pasó a Carapaz volando bajito. El ecuatoriano, casi le hace una reverencia, pero ni a eso le dio tiempo. Yates mostró hasta felicidad al ser superado por semejante bólido y, cuando Pogacar llegó a la altura del hombre que quería ganar, del bueno de Jorgenson, el general esloveno se puso de pie en su bici, sprintó y lo dejó al fondo, al fondo, al fondo de la carretera.

El rey amarillo volvió a mostrar su poder y, sobre todo, ofreció el mayor espectáculo del mundo. Gratuito. No tenía por qué hacerlo. No tenía necesidad alguna, pero los genios, los nº 1, los mitos son así: regalan su don para disfrute de los demás y dolor, mucho dolor, demasiado dolor e impotencia, del resto de humanos que viajan con ellos en el pelotón. Por algo los apodan, a veces, ‘el canibal’, porque disfrutan devorando a los demás.

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