La ronda francesa

El Tour se prepara para una etapa estratosférica

El ciclista belga Victor Campanaerts gana en Barcelonnette antes de que este viernes se viva etapa grande en los Alpes con las ascensiones a Vars, La Bonnette e Isola 2.000. Tadej Pogacar, siempre en amarillo.

El Tourmalet: ven al Tour y ponte la mascarilla.

El belga Campanaerts celebra su triunfo de etapa en el Tour.

El belga Campanaerts celebra su triunfo de etapa en el Tour.

Sergi López-Egea

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Victor Campanaerts lloraba de emoción en la meta de Barcelonnette, pequeña población alpina que debe su nombre a Ramon Berenguer V de Provenza, en honor a su ascendencia catalana. El auxiliar del conjunto Lotto le entregaba el móvil y el ciclista belga hacía una vídeo llamada a su mujer. Al verla se emocionaba. Buen contrarrelojista y vencedor en el Giro, nunca había ganado en el Tour. La victoria llegó el día de la fuga bendecida por el pelotón que tomaba el sol por los Alpes, a más de 40 por hora y con los pensamientos puestos en la estratosférica etapa de este viernes, con la brutalidad de subir Vars, sobre todo La Bonette y el ascenso final a Isola 2.000.

Tadej Pogacar, por una vez y sin que sirva de precedente, se tomaba la jornada alpina más suave con cierta relajación. El pelotón llegó a 13 minutos de la fuga. Quizá, por eso, igual cavilaba quién era el topo de su equipo, el que revela en las redes sociales planes de entrenamientos y supuestos malos rollos. Él, de todas formas, a lo suyo, a no hacer caso de crítica alguna -el jueves hasta Lance Armstrong se permitió censurar su ataque-, a poner siempre buena cara, a sonreír y a preocuparse por ganar el Tour. Cuando hay un líder que aplasta a los demás surgen voces que censuran o que buscan las cosquillas, a Pogacar y a tantos otros en cualquier faceta de la sociedad.

En Gap, de donde partió la etapa, todos sabían que habría una fuga y que un pacto no firmado provocaría que Pogacar, Jonas Vingegaard y Remco Evenepoel esconderían los puñales en ruta a Barcelonnette, tan alpina como azteca, porque la población está llena de recuerdos mexicano. Allí emigraron buena parte de los vecinos.

En el autobús de Movistar había cierto revuelo porque había llegado desde Madrid José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica; de hecho, el dueño del equipo. Luchan muchísimo en este Tour y por algo son de los que más premios han ganado por las posiciones que han ocupado en varias etapas, siempre en fuga. Pero las cosas no salen como querrían, sobre todo, porque las piernas de Enric Mas no le han respondido como el corredor mallorquín y jefe de filas de la escuadra habría querido; de hecho, nada le ha salido bien desde que se descolgó al cuarto día en la subida al Galibier.

En la fuga, organizada a 30 kilómetros de la salida, 35 escapados, se colaron Oier Lazkano y Alex Aranburu, al igual que Raúl García Pierna, del Arkéa francés. Lazkano, sobre todo, peleó, porque estaba empeñado en ganar, pero cuando el grupo de aventajados se fue cortando no pilló la segunda fuga que se formó y sólo pudo ver el triunfo de Campanaerts con su Orbea vasca desde la distancia, a solo 22 segundos, pero sin opciones de triunfo. Sin victorias españolas acabará este Tour a no ser que se produzca un milagro, aunque la virgen de Lourdes está en los Pirineos y no en los Alpes.

Cuando Pogacar y los suyos continuaban pedaleando, Campanaerts seguía llorando. Veía a su bebé, Gustav, y aunque el niño no lo entendía, le contaba que había ganado. “Era el sueño de mi vida, el que perseguía desde que era un corredor aficionado”. Lo decía mucho después de la victoria y se le volvía a entrecortar la voz por la emoción, la del corredor con bigote y el único que lleva las zapatillas ciclistas atada por cordones.

Era el único protagonista de una etapa tan calurosa como insustancial para la clasificación que no cambió, pero que sirvió para recordar la cercana ascensión a Pra Loup, la estación de esquí de Barcelonnette, donde Eddy Merckx sucumbió en 1975 y perdió el sexto Tour. No lejos de la llegada de la 18ª etapa se estrelló en 2015 el vuelo 9525 de Germanwings que había partido, circunstancias del destino, desde Barcelona, la ciudad que daba nombre a la meta del Tour.

Este viernes sí que cambiará la clasificación general. Vingegaard anuncia ataque y Pogacar sigue tan tranquilo que hasta parece que se empieza a dejar un bigotillo que asuma por debajo de la nariz.

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