El Tourmalet

Merckx vuelve a correr el Tour

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / EPC

Sergi López-Egea

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‘La bici de Ghislain Lampert’ (2001) pasa por ser una de las mejores películas sobre ciclismo. La verdad es que siempre ha resultado complicado rodar con propiedad sobre este deporte. Dustin Hoffman siguió un Tour por los años 80 con la intención de reencarnarse en el jersey amarillo, pero acabó renunciando al proyecto.

En la película referida un ciclista mediocre de los años 70 trata de encontrar su lugar en el pelotón. Cuando ve que no lo consigue no se le ocurre otra cosa que apostar por el dopaje, entonces llegan los resultados, hasta que lo pillan y se acabó la diversión.

Sin embargo, hay un hecho circunstancial en esta película que llama la atención. Siempre aparece un corredor que lo gana todo y deja en un segundo plano al resto de competidores, entre otros al pobre Lampert. No pasa desaspercibido el estruendo que causa cuando se presenta a las carreras. Nunca citan a este ciclista por el nombre, pero con un poco de imaginación y situándolo hacia 1970 es fácil adivinar que se trata de Eddy Merckx; además, si la película es una producción franco belga, apenas quedan dudas sobre la identidad del personaje.

Años después...

Ese estruendo que causa el Merckx de la ficción es el que se produce cada día y en cada etapa del Tour. Cuando Tadej Pogacar baja de amarillo del autobús del UAE, su equipo, una especie de estallido colectivo acompaña su pedaleo hasta que llega a la salida. Bastó con observarlo, por ejemplo, en Pau, antesala de su primera victoria en los Pirineos.

En ningún otro lugar hay tanta gente como la que se sitúa alrededor del autocar del equipo de Pogacar. El público se coloca detrás de las vallas porque el acceso hasta el mismísimo autocar está restringido. Antes de la pandemia se podía circular libremente. Con el covid todo cambió para empezar a distanciar a los ciclistas de la afición en el deporte, con diferencia, en el que hay mayor acceso a las estrellas.

Diferencias con el pasado

Con Merckx, el ciclismo era diferente, todo era más campechano. No había autobuses; de hecho, ni los tuvo Miguel Induráin. Llegaron en la época de Lance Armstrong. Eso sí, el famoso corredor tejano, que ganó siete Tours luego borrados de la historia del ciclismo, incorporó a guardaespaldas que lo acompañaban desde que abandonaba el autobús hasta que se dirigía a la línea de salida, o desde la meta al autocar de su equipo. Ni Merckx, ni Hinault, ni Induráin, ni ahora Pogacar o Jonas Vingegaard hacen uso de la seguridad privada. Lo cierto es que sólo un equipo cuenta con vigilancia reforzada, el Israel, a pesar de llevar escondida la publicidad de su principal patrocinador para evitar protestas contra la guerra de Gaza.

Los que convivieron con Merckx lo retratan como un personaje bastante peculiar. Lo de la proximidad no iba con él y no soportaba que nadie le hiciera sombra. Él, a diferencia de Pogacar, jamás habría pronunciado la frase del astro esloveno en la cumbre del Pla d’Adet cuando dijo que le habría gustado que la etapa se la llevase su compañero y a la vez gregario Adam Yates, que atacó para marcar el camino de su demarraje, que le dio aliento con sus pedaladas durante unos centenares de metro hasta que el jersey amarillo vio que tomaba las riendas o Vingegaard se lo comería con patatas.

El dolor de cabeza de Vingegaard

En una ocasión, un gregario de Merckx le ganó la contrarreloj inicial del Tour y el cabreo del ‘Caníbal’ fue de padre y señor mío. Pogacar, aunque tenga un hambre de victoria tan voraz como el que tuvo Merckx en los años 70, lo camufla con esa cara de no haber roto nunca un plato, aunque lleve 13 victorias en la ronda francesa y le provoque este año un dolor de cabeza permanente a Vingegaard. Por supuesto, no le dará ningún paracetamol a su contrincante danés porque se la tiene jurada por haberlo derrotado en los dos últimos Tours.

De hecho, Merckx en sus años de dominio nunca tuvo, a diferencia de Pogacar, un rival tan fiero como Vingegaard. Es verdad que habría perdido el Tour de 1971 si Luis Ocaña no se accidenta en el descenso del Col de Menté. Pero en duelos posteriores el belga ganó al español. Otros rivales, sobre todo Raymond Poulidor, siempre cayeron derrotados. Si Bernard Thévenet le ganó el Tour de 1975, cuando Merckx aspiraba a una sexta victoria, fue porque un impresentable le asestó un puñetazo en el hígado en la subida al Puy de Dôme, que le produjo una inflamación y acabó por tumbarlo al día siguiente en la subida a Pra Loup, que tampoco era el Tourmalet.

A la caza

Pogacar, en este Tour, al margen de lo que suceda de aquí al domingo, nunca ha pronunciado una frase mal sonante. En la mayoría de las conferencias de prensa que da cada día como jersey amarillo se comporta de forma amena, pero sin dar grandes titulares, a diferencia de Remco Evenepoel, mucho más acalorado y con la sensación de que puede explotar en cualquier instante. Vingegaard también es sosegado y muchísimo más introvertido que Pogacar. Merckx era dinamita pura en todos los sentidos, aunque Pogacar vaya a su caza y captura como coleccionista de grandes éxitos.

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