Andà p'allá, bobo

"Las personas deben saber cuándo son conquistadas", como decía 'Gladiator'

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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‘Gladiator’ arranca con una escena estremecedora. Con el gran general romano preparando a sus tropas para la gran batalla. Bueno, para otra batalla más. Mientras Maximo Décimo Meridio va revisando las posiciones de sus soldados, de su, entonces, rudimentario armamento, se escucha al fondo los gritos, los cánticos, los rugidos, al otro lado del bosque, de sus adversarios, del pueblo que quiere someter Roma.

Mientras ‘Gladiator’ lo repasa todo, le dice a uno de sus ayudantes, perdiendo la mirada en la profundidad del bosque: “Las personas deben saber cuándo son conquistadas”. Este prodigioso domingo deportivo, casi, casi, insuperable, ha sido una demostración palpable de cómo unos han sometido, maravillosa y contundentemente, a unos adversarios, que, de salida, sabían que iban a perder.

Sobre la hierba

Es evidente que lo hermoso del deporte es que nunca nadie se ha dado jamás por vencido. Jamás. Porque esa es la parte del deporte más preciosa. Digámoslo ya. El gran, el inmenso, Novak Djokovic llegó a la final de Wimbledon tras superar una operación de rodilla y sufrir en muchos de sus partidos. Jonas Vingegaard llegó a la salida del Tour, como campeón, con el nº 1, pero tras recuperarse de múltiples heridas. E Inglaterra, la gran Inglaterra, la que inventó el fútbol, se presentó en la final de la Eurocopa, de puro churro.

El español Carlos Alcaraz con el trofeo después de ganar la final masculina contra el serbio Novak Djokovic

El español Carlos Alcaraz con el trofeo después de ganar la final masculina contra el serbio Novak Djokovic / REUTERS/Matthew Childs

‘Nole’ sabía, al salir a una de sus pistas favoritas, sino la más emblemática, que iba a perder ante el gran, el inmenso, el tremendo, el determinante Carlitos Alcaraz. Lo sabía y se le notó desde el minuto uno. Vingegaard, que puso a trabajar a todo su equipo para tratar de golpear seriamente al monstruo Tadej Pogacar, sucumbió ante el esloveno en las rampas finales del Pla d’Adet. También Vingegaard sabía que iba a desfallecer en el intento y que Pogacar lo iba a machacar, como ya había hecho en la primera jornada pirenaica.

E Inglaterra, que supuestamente sabe de fútbol más que nadie, sabía que tenía escasísimas, por no decir nulas (nulas, no, el fútbol es el deporte más injusto del mundo), posibilidades de derrotar a España y arrebatarle aquello que ‘La Roja’ se había ganado a pulso, partidos a partidos. Siete victorias de siete. 21 puntos de 21 posibles. Ninguna tanda de penalties. Y un fútbol excelso, sublime en determinados momentos (los goles de la final son dos auténticos golazos) y, sobre todo, un dominio del ‘tempo’, del partido, de la situación, del control total absoluto.

Pogacar remacha a Vingegaard

Pogacar remacha a Vingegaard / EFE

Desde la juventud, entrenamiento, mentalidad, preparación, técnica, estudio, mimetismo, arte, contundencia, determinación y precisión de Carlos Alcaraz, un deporte individual que engaña porque se necesita mucha ayuda hasta llegar ahí, pasando por el despliegue físico, la fortaleza, la pillería, la habilidad y la potencia física de Tadej Pogacar, necesitado también de sus compañeros de equipo, todos a su servicio, pasamos al juego coral de ‘La Roja’, cuyo dominio hacía muchos, muchos, campeonatos, Europeos, Mundiales y Copas Américas que no se veía. La Argentina de Leo Messi no ganó, no, así el Mundial de Catar, ni mucho menos.

Grandes favoritos

Cuando empezó este domingo de gloria, todos los finalistas sabían, temían, intuían que iban a perder. Alcaraz había jugado demasiado bien como para que un irregular, veterano y recuperado Djokovic le complicase su segundo Wimbledon consecutivo. Vingegaard, el primero de los otros, el héroe del pelotón por haber llegado a tiempo de engancharse al Tour y terminarlo con la medalla de plata colgando de su cuello, quiso jugársela, pero perdió en el empeño. ¡Olé por él!

E Inglaterra no se merecía ni siquiera poner en duda, zarandear, las posibilidades de una selección que, muy probablemente, con Xavi e Iniesta en la grada, ha iniciado, en Alemania, con esta conquista un recorrido que le llevará donde llegó aquella ‘Roja’ que levantó a toda España y medio mundo en Suráfrica.

Mikel Oyarzabal celebra su segundo gol con Nico Williams

Mikel Oyarzabal celebra su segundo gol con Nico Williams / Fútbol Fútbol - Euro 2024 - final - España contra Inglaterra - Berlin Olympiastadion, Berlín, Alemania - 14 de julio de 2024 El español Mikel Oyarzabal celebra su segundo gol con Nico Williams REUTERS/Annegret Hilse

Aquellos que no confiaban en esta selección deberán pedir perdón. Aquellos que dijeron que Luis de la Fuente era un comercial, un banquero, un dependiente de mercería, deberán pedir perdón. Aquellos que no le dieron opción alguna a ‘La Roja’ a demostrar su nuevo perfil, su estilo particular, deberán pedir perdón.

Todos hemos pensado demasiado en Nico Williams y Lamine Yamal, porque nos pusieron la miel en los labios y porque se pusieron sobre sus jóvenes espaldas la ilusión de todo un país. Pero, al final, y eso es lo grande de esta selección, fue Mikel Oyarzabal, que sufrió una lesión de casi un año, con su tremendo gol ‘a lo Real Sociedad’ y Dani Olmo, uno de los futbolistas más infravalorados del planeta, quien salvó a España, al menos, de la prórroga.

Alcaraz abandonó el All England Lawn Tennis y Croquet Club, de Wimbledon, con la mejor de sus carcajadas, diciendo “yo he cumplido, haber que hacen ahora éstos”. Y éstos estuvieron tan prodigiosos y victoriosos como él. “Duerme tan bien, porque es amado”, dijo Maximo Décimo Meridio cuando le preguntaron cómo se sentía el emperador tras ganar otra batalla.

Felices sueños a los ganadores de este domingo de gloria (inmensa).

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