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El largo partido de fútbol contra el fascismo

Mbappé, Dembéle y Koundé han sido los últimos deportistas en plantar cara a la extrema derecha y han contribuido a frenar la victoria de Le Pen en Francia. Antes que ellos, Cantona, Sócrates, Breitner u Oleguer no habían dudado en enfrentarse a los discursos ultras

Mbappé pide a los franceses que voten para frenar a la ultraderecha este domingo.

Mbappé pide a los franceses que voten para frenar a la ultraderecha este domingo. / EP

Roger Pascual

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Mbappé, Koundé y Dembélé podrán contar cuando se retiren que no solo ganaron partidos en el campo sino también fuera de él. El posicionamiento de las estrellas de la selección francesa contribuyó a evitar la victoria electoral de la ultraderecha en Francia. “Como decía mi abuelo Pedro, republicano español que luchó contra el fascismo: 'No pasarán. Prefiero morir de pie que vivir arrodillado'. No he olvidado nada de mi historia”, escribía en Instagram a tres días de los comicios el exinternacional francés Eric Cantona. Pocos jugadores se han mostrado tan abiertamente antifascistas. “He vivido grandes momentos en mi carrera, pero el mejor fue cuando le di la patada a aquel fascista”, recuerda sobre la icónica respuesta que le dio en 1995 a un hooligan inglés que le profería insultos xenófobos.

No es habitual que los futbolistas se posicionen políticamente. Ser futbolista y abiertamente antifascista no siempre ha sido fácil, y menos en la España franquista, como comprobaron los exmadridistas Pahiño y Paul Breitner. «Ser rojo me impidió ir al Mundial de Brasil en 1950. Te lo tenías que tragar y había que tener influencias para que, además, no te pasara nada», contaba el fallecido Pahiño. «No tengo odio a nadie, pero los fascistas me daban asco», soltaba el goleador vigués, apartado por leer a Tolstói y Dostoyevski.

Breitner aterrizó en Madrid en 1974 tras marcar el gol que dio a Alemania el Mundial ante la ‘naranja mecánica’ de Cruyff y se presentó en el vestuario del Santiago Bernabéu con el libro rojo de Mao. El ‘Kaiser Rojo’, maoísta que admiraba a Ho Chi Minh y al Che Guevara, no dudó en dar en 1976 medio millón de pesetas a los obreros en huelga de la fábrica Standard. Cuando los directivos madridistas le recordaron que en España no había en derecho a huelga les dijo que con su dinero hacía lo que quería. Su ideología no casaba con el tardofranquismo y el club se deshizo de él meses, en 1977, después considerarlo un «jugador conflictivo». Un año después Breitner se negó a ir al Mundial de Argentina para denunciar la dictadura de Videla. “La selección no debe dejar que la utilicen como una marioneta, porque los deportistas, aunque tengan en el deporte su principal preocupación, no deben ser eunucos políticos”.

El puño en alto de Sócrates

La misma barba, pelo rizado indomable e ideales comunistas que lucía Breitner adornaban la cabeza de Sócrates. «Si la gente no tiene el poder de decir las cosas, entonces yo las digo por ellos», decía el Doctor, rostro visible de la ‘democracia corinthina’. El régimen asambleario del club brasileño era un símbolo de resistencia contra la dictadura militar que rigió durante dos décadas (1964-1985) la meca del fútbol. Aquel jugador único, que tiraba los penaltis de talón y celebraba sus goles con el puño en alto, llamó Fidel a uno de sus hijos en homenaje a Castro. «Lo ideal sería un socialismo perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Una concepción del mundo sin poder».

El sueño comunista también sedujo a otro Pelusa. Maradona, rebelde eterno, era un devoto del régimen castrista, hasta el punto de llevar a Fidel tatuado en la pierna izquierda y al Che Guevara en su brazo derecho. «Han dicho que mi apoyo al Che no coincide con un futbolista millonario. Pero no siempre fui un futbolista millonario y mantengo mis creencias y mis héroes», reconocía Cristiano Lucarelli. El punta celebró un gol con la selección sub-21 italiana mostrando una camiseta con la cara del Che y levantando el puño. El castigo, ser expulsado de la selección y no volver a ser convocado hasta ocho años después. «Hay jugadores que se gastan millones en yates o Ferraris. Yo me he comprado la camiseta del Livorno», afirmaba el goleador, ídolo de Livorno, cuna del Partido Comunista Italiano y del club más rojo del país.

Activismo ‘culé’

Dos exazulgranas no han dudado en hacer público su compromiso antifascista. Tres meses antes de ser titular en la final de la Champions de París, Oleguer Presas presentó en Can Vies, un centro ‘okupa’ de Barcelona, un libro en que entrelazaba su biografía futbolística con su ideario político, trufado de referencias antifascistas. Posteriormente, el defensa catalán y activista se presentó en las listas de las CUP en las elecciones del 2012 y 2015.

Oleguer compartió vestuario en el Camp Nou con Ricardo Quaresma. El extremo portugués, de etnia gitana, no dudó en salir al corte de la propuesta de André Ventura, excomentarista de fútbol y primer diputado ultraderechista en Portugal desde del fin a de la dictadura, de un confinamiento específico de la comunidad gitana durante el covid. “El populismo racista de Ventura sólo sirve para poner a los hombres contra los hombres en nombre de una ambición de poder que la historia ya ha demostrado que es un camino hacia la perdición para la humanidad”. En aquel mayo de 2020 Ventura era el único diputado de Chega en la cámara. Cuatro años después ya hay 50 y el partido ultra es la tercera fuerza parlamentaria de Portugal, igual que Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en Francia.

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