El Tourmalet

Cuando el alcalde entra en el coche del Tour y hace de guía

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / EPC

Sergi López-Egea

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Murat es un pequeño pueblo de la Auvernia que se levanta no muy lejos de Gergovia, donde cuenta la leyenda que nació Vercingetórix, derrotado por César antes de que Astérix y otros galos irreductibles se las hicieran pasar a Julio más canutas que Vingegaard a Pogacar en el Tour.

Auvernia es tierra de volcanes, identidad propia del Macizo Central, con el Puy de Dôme siempre como principal reclamo turístico y ciclista. Murat tampoco está muy lejos de Montboudif donde nació George Pompidou, presidente de la República y fiel discípulo de Charles de Gaulle, el que pronunció una frase que figura en una bolsa de tela, las que reparten aquí en Francia por todos lados y que salvan durante un año de comprar las de plástico en los supermercados. “Dejad de enmerdar a los franceses”, reza el eslogan atribuido a la que fue primera autoridad del país y que a lo mejor no es muy saludable de exhibir mientras se llena de huevos, carne, pescado, fruta y verduras cuando el verano y sobre todo el Tour son historia y pasado.

Apenas 1.900 habitantes

En Murat apenas viven 1.900 habitantes, una población que ha ido perdiendo ciudadanos a lo largo de los años y que formaría parte de la Francia Vaciada, que también existe, si no fuera por la estación de esquí de Le Liorat adonde llega el Tour, donde vence Vingegaard y donde Pogacar adivina que no es oro todo lo que reluce.

Los habitantes parecen felices. Por lo menos no hay letreros colocados al revés en las carreteras como ocurre en otros lugares, testimonio de las protestas agrícolas de hace unos meses. Murat parece un pueblo de cuento, un decorado cinematográfico para revivir aventuras de mosqueteros y dar la sensación de que el mundo se ha detenido mucho antes de que se inventase la primera bicicleta.

La televisión pública neerlandesa

NOS es la televisión pública neerlandesa, la que se vuelca en el Tour al margen de que uno de los suyos vaya a destacar en la prueba. Desde hace décadas buscan escenarios monumentales para montar ahí el plato televisivo por el que desfilan antiguas figuras del ciclismo, junto a artistas, escritores, políticos y periodistas famosos como Edwin Winkels. Es la conexión en directo que realiza uno de los programas estrella de la cadena, que aprovecha el Tour para salir del estudio y que se adelanta al horario habitual de emisión porque juegan los Países Bajos contra Inglaterra y el fútbol siempre es un tema sagrado.

Han encontrado en Murat el lugar idóneo para mezclar cultura y deporte, ciclismo y salud. Las imágenes llegan en directo a los hogares holandeses. Han cortado todas las calles, todas, ni una se ha salvado. Peor que si el mismísimo Tour organiza una salida o llegada. Y eso que Murat, en 2020, ya acogió a buena parte de la caravana de la prueba cuando la etapa acabó en Puy Mary, donde Pogacar saca el hacha de guerra.

En ángel de la guarda

¿Cómo llegar al hotel en coche si todo está cortado? Calles estrechas, todas en cuesta o bajada, según se mire. Las unidades móviles lo ocupan todo y encima no hay ni un hueco para aparcar.

Y es entonces cuando aparece el ángel de la guarda que viste un traje azul, pregunta dónde duerme el periodista y pide permiso para sentarse de copiloto y guiarlo hasta su lugar de descanso, a través, primero de una calle estrecha que inicia el camino de la salvación. “No hay tráfico -advierte desde su asiento en el coche- y conozco muy bien el pueblo, soy el alcalde”.

Alcaldía y fotografía

Jamás un alcalde francés en 34 años de Tour había subido al coche. Y menos para hacer de guía hacia el hotel escogido. Habla Gilles Chabrier, habla pausadamente mientras va saludando a los vecinos que aparecen por el camino. En Murat no hay un partido político al frente del ayuntamiento. Chabrier ha sido escogido por los suyos, para llevar el mando del pueblo cuando no se deleita con su pasión por la fotografía; auténticas obras de artes, paisajes de Auvernia decoran su establecimiento junto a fotos de bodas e instantáneas familiares, que hay que ganarse la vida y las imágenes de la naturaleza seguramente no dan para vivir.

A través de un auténtico laberinto de calles, imposible repetir, se llega al hotel. Sale el propietario, pero no para saludar al cliente en primer lugar si no al alcalde, que se despide porque atiende a los ilustres neerlandeses que han bloqueado su localidad para hacerla famosa en los Países Bajos, que no ganan el Tour desde que Joop Zoetemelk lo consiguió en 1980, pero convierten a la carrera en una religión para hacer felices a alcaldes franceses como Chabrier que se despide con un apretón de manos tras su instructiva guía automovilística por el pueblo.

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