Eurocopa 2024

España merece esta Final, Francia merece este final

La Selección sigue negándose a reconocer la desventaja en el marcador, esta vez ante el conjunto más ideologizado del torneo

España - Francia

España - Francia / Christian Charisius/dpa

Matías Vallés

Matías Vallés

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El fútbol se mide en goles, el resto es literatura. A los amigos de interpretar el España-Francia en clave de las trayectorias respectivas en la Eurocopa, les conviene repasar la regla básica de las inversiones bursátiles, "las actuaciones pasadas no garantizan los resultados futuros". En especial cuando el tempranero gol francés corroboraba que Navas no levantaba una muralla a la altura de Mbappé, una evidencia al alcance de un párvulo, y que la Selección carece de centrales en condiciones.

En su siguiente intervención, a Navas se le ocurrió caerse, ganarse a pulso una tarjeta amarilla y ofrecer una falta que Mbappé sirvió desde la mediocridad altamente ideologizada que exhibe en la Eurocopa. La misión crucial del neomadridista en Alemania consistía en afianzar la derrota de Le Pen. Misión cumplida, y a cobrar de un club sin sombra de sospecha derechista y mucho menos ultraderechista. Con los también comprometidos Tchouaméni y Camavinga, se redondea la plantilla más izquierdista del planeta. Dembélé superó en prestaciones a la suma de protagonistas de este párrafo.

Pese a los traspiés encadenados en defensa, España se negó de nuevo a reconocer la ventaja ajena. Contaba con el precedente de los cuartos frente a Alemania, cuando la Selección estuvo a punto de perder un partido que tenía ganado, para ganar a continuación un partido que tenía perdido. A fin de corroborar el axioma de la Bolsa válido para el fútbol imprevisible, Navas sirvió a continuación en lateral adelantado el 2-1 para España, y el motor no le dio para más. Sobre el gol inicial de Yamal no leerán aquí ni una línea. Los humanos no tienen derecho ni a comentar las gestas de la divinidad.

Es preferible someterse a una valoración global de la semifinal. España merece esta Final y Francia merece este final, porque en ninguna fase se ha exprimido a la altura de la talla individual de sus integrantes.

Carece de ambición deportiva, todo lo apuesta a la política volátil.

(Confieso que el titular era reversible en caso de derrota española:

"España no merece este final, Francia no merece esta Final").

Pese a los expresivos resultados en el torneo, si pudiera hablarse de un estado de ánimo previo al España-Francia, apuntaría a una derrota honesta de los españoles. Misión cumplida, y el reconocimiento a la victoria del rival que los candidatos a la Casa Blanca llaman "conceder". Si la Selección perdía, se confirmaba la calidad suprema de la perfumada Francia. Si ganaban los díscípulos de Luis de la Fuente, se habría vivido una decepción gala sin laureles para el finalista.

El secreto de la selección española ha consistido en no esperar demasiado de ella, en moderar las expectativas. Con esta sordina, ha derrotado cara a cara a Italia, Alemania y Francia. Según los analistas, debía caer derrotada ante los tres países citados. En la fase eliminatoria ya ha ganado dos partidos que fácilmente hubieran servido de cartel de la final de la Eurocopa. El domingo afronta invicta su tercera final consecutiva en una semana. El rotativo inglés The Guardian reunió a una quincena de especialistas que valoraban el potencial previo de los equipos nacionales, ninguno citó a España.

Nadie debe culpar a los sabios, a cambio de que reconozcan que no lo son. Si Suiza derrota a Italia por dos goles a cero y Portugal – Eslovenia acaba cero a cero, ninguna sabiduría futbolística permite excluir la conclusión disparatada de un partido. Se necesitaría disputar cincuenta choques para extraer una ley científica sobre cada emparejamiento.

La final siempre es otra historia. Corresponde pues acabar este ciclo clasificatorio con la frustración o el orgullo de no haber insultado a Morata, el delantero errante. Nos limitaremos a un detalle del minuto cuarenta, cuando Nico Williams contraataca con fiereza, pero prescinde de su delantero centro que corre en paralelo y sondea a Yamal en el otro hemisferio. Es difícil borrar los prejuicios, incluso a la velocidad de la luz que emiten dos jugadores menos españoles que espuñales.