El Tourmalet
El Movistar contra el imperio de los ogros
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El videoanálisis del Tour, por Sergi López-Egea / VÍDEO: EL PERIÓDICO
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Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
El Tour más extraño de la historia fue el de 2020. Aparte de empezar en agosto y acabar con la llamada del otoño, con la mascarilla siempre a cuestas y cuando se podía hablar con un ciclista había que hacerlo a kilómetros de distancia, la organización decidió dejar de comunicar el lugar donde dormían los equipos. Dijeron que era por seguridad y para evitar un posible contagio.
Hasta entonces siempre aparecía en el libro de ruta que se da al inicio de la prueba el lugar de pernocta de todos los equipos y la dirección de carrera por si había un contratiempo. Servía para ver en qué lugar se coincidía con tal equipo. Y, entre ellos, el Movistar.
Una locura
Ahora es una locura. Preguntar lo que se dice preguntar a la organización es imposible y sólo vale intentar que alguien del equipo te indique el lugar donde descansan. La pandemia dejó efectos secundarios irreversibles, sobre todo en la información, que nunca volverá a ser como antes, como cuando suben algunos precios, que difícilmente se recuperan.
Sin esta información resulta casi imposible comprobar las carreras que se producen en los aparcamientos de los hoteles para encontrar hueco a causa del parque automovilístico que gastan algunos equipos; los ogros, los poderosos, los don dinero. Cuando llegan ciertas escuadras lo ocupan todo con más coches que en un embotellamiento de autopista.
Las figuras, en los grandes equipos
Los ogros lo tienen todo, los grandes corredores y los mejores gregarios, algunos de los cuales podrían ser los jefes de equipo en conjuntos más modestos. Y, en ese club, por desgracia, ya no figura el equipo Movistar, el heredero del Reynolds y del Banesto, el que desde hace 40 años siempre tenía, al contrario que ahora, a la flor y nata del ciclismo español, sobre todo a los jóvenes, los que crecieron en su seno, primero Delgado, luego Induráin y finalmente Valverde.
Ahora los jóvenes ya no están en el Movistar, sencillamente porque no pueden competir contra el imperio. El año pasado, por estas fechas, tenían apalabrado a Carlos Rodríguez. Todo iba estupendo, hasta que el Ineos se dio cuenta de que si dejaban marchar al joven escalador andaluz se quedaban sin jefe de filas. Llegó la contraoferta y el acuerdo entre corredor y Movistar quedó en papel mojado.
Los que antes tiraban del pelotón
Con Juan Ayuso ya no vale la pena intentar pujar por él porque está más atado al UAE que cuando Leo Messi tenía su edad y era ya la gran estrella del Barcelona. Así que cuando hay un joven valor que destaca vestido con el azul de Telefónica, llegan los ogros y se lo llevan, como sucederá a final de año con Oier Lazkano. Es la ley del mercado, de la oferta y la demanda, y lo que pasa en el fútbol cuando los grandes clubs lanzan la caña a las figuras de los equipos medianos.
Hubo una época en la que el Movistar era la escuadra que tiraba del pelotón del Tour cuando el día apuntaba montaña, a la espera de un ataque de Valverde, Landa o Quintana. Hacían tácticas ofensivas y todo el mundo sabía que, aunque no ganasen, allí estarían ellos para tirar del carro de la ronda francesa. Ahora, ni por asombro, aunque intenten gestas como la del domingo pasado cuando fueron a por la etapa del gravel.
La clase media
Los presupuestos en ciclismo han quedado tan distanciados como los continentes; hay el pelotón de los ricos, el de los equipos con capital mediano y luego el de los más pobres, los que llegan al Tour, al Giro o a la Vuelta con una tarjeta de invitación y a duras penas intentan captar minutos de audiencia televisiva en una fuga que siempre acaba acorralada.
El Movistar pertenece a la clase media. De vez en cuando, como en el Giro con Pelayo Sánchez, pillan una etapa. Aquí y ahora a lo máximo que pueden aspirar es a intentar acabar en el ‘top ten’ del Tour con Enric Mas, si se recupera del traspiés del Galibier, y a lograr que suene la flauta con escapadas como la que Álex Aranburu protagonizó entre caminos de tierra en un día para recordar.
Es imposible llegar a la altura de los UAE, Visma, Ineos y ahora el Red Bull que se ha hecho cargo del Bora de Roglic. Corren en otra liga, son los que disputan el título del Tour, los que ganan casi todas las carreras. Y si antes no ocurría tanto era porque en el Movistar había un genio con chistera que se llamaba Valverde… hasta que se retiró y se acabó la fiesta.
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