El Tourmalet

Benditos sean los rebeldes del Tour

El videoanálisis del Tour, por Sergi López-Egea

El videoanálisis del Tour, por Sergi López-Egea / VÍDEO: EL PERIÓDICO

Sergi López-Egea

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Hubo un tiempo en el que el ciclismo era el deporte que servía a jóvenes con cuerpo de supermán para salir del hambre. A base de subir puertos como el Galibier se hacían famosos y obtenían la recompensa para comprarse trajes, coches y hasta el piso de casado, fruto de los ahorros. Federico Bahamontes surgió del hambre, del hambre de la posguerra en Toledo. El que creció recorriendo con su bici los campos castellanos antes de obtener su primer contrato y llegar, años más tarde, a ser el primer ciclista español que se coronó en París.

Luis Ocaña recordaba como su madre lo llamaba siempre al orden cuando a la hora de la merienda jugaba con niños araneses. Su padre se había empleado a construir el túnel mientras el maquis no operaba muy lejos del Vall d’Aran. No quería regañar al niño, pero no había dinero para el trozo de pan y chocolate que tomaban las otras criaturas del pueblo. En tierras aranesas empezó a destacar por su velocidad en la bici hasta convertirse en el segundo español que triunfaba en la capital francesa antes de comprar tierras y viñas para distribuir uno de los mejores licores de Armagnac de las Landas.

Los nuevos tiempos

Ahora los nuevos ciclistas, los que apuntan alto, los que viven en permanente revuelta para intentar escalar posiciones en el Tour o los que trabajan sin descolgarse para su líder son universitarios, hablan tan bien el inglés como el castellano y sus familias los han animado con el deporte, pero como un entretenimiento inicial, un complemento a los estudios, antes de hacerse profesionales, apuntarse al Tour y tratar de destacar en la mejor de las carreras ciclistas.

Son Carlos Rodríguez, líder del Ineos que cuando se denominaba Sky estaba al servicio de Chris Froome en los años de su dominio en las carreteras francesas. Y es Juan Ayuso, el que no se arruga en el Galibier, el que marca el camino al ataque de Tadej Pogacar, el que se enfada cuando su compañero Joâo Almeida le exige antes de tiempo el relevo que él está preparando. Y, sobre todo, el que podría ser líder en vez de gregario para encandilar todavía más con la calidad ciclista que atesoran sus piernas.

Entre Pogacar y Vingegaard

Este es el Tour que Pogacar quiere empezar a ganar antes de tiempo, el de la serenidad de un Jonas Vingegaard que no puede ponerse nervioso, aunque no tenga equipo y espere como flor de mayo la llegada de la tercera semana donde en años precedentes su rival esloveno había exhibido muestras de flaqueza.

Es también el Tour de Carlos Rodríguez el que ya se aprovechó hace 12 meses del marcaje entre Vingegaard y Pogacar para birlarles la victoria en la etapa de Morzine, la primera gran cita en los Alpes. Y es el que salva a Vingegaard en el descenso del Galibier cuando la crisis se apodera del astro danés.

Las nuevas joyas

Son las nuevas joyas del ciclismo español. 23 años tiene Carlos y 21 Juan, un andaluz de Almuñécar y un Ayuso hijo de padres vallisoletanos que viven en tierras alicantinas, que nació en Barcelona y se crio en Atlanta, en Estados Unidos, porque allí trabajaba su padre de ingeniero.

Suben y bajan puertos, llevan compañeros que los protegen en el llano y saben moverse en las contrarrelojes con habilidad, sobre todo Ayuso. Viven el ciclismo como arte y jamás han pasado hambre como Bahamontes u Ocaña porque los tiempos han cambiado y el ciclismo es un oficio donde cada vez priman menos la improvisación y las locuras personales.

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