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Del básquet al vóley: cómo triunfar en dos deportes

Budinger, durante un concurso de mates.

Budinger, durante un concurso de mates. / Crhis O'meara / EFE

Roger Pascual

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La vida de Chase Budinger parecía sacada de cualquier peli de instituto de EEUU. Alto, rubio y fuerte era el rey de su ‘high school’ californiano, al que llevó a la gloria por partida doble: levantó un titulo estatal en baloncesto y tres en vóley, siendo además elegido jugador del año por la revista 'Volleyball Magazine' y compartir con Kevin Durant el MVP del McDonald's All-American Game del 2006.

Al dar el salto a la universidad se decantó por el baloncesto. Se acabó ganando bien la vida con ello, aunque no tanto como apuntaba. Tras siete años en la NBA jugó una temporada en la ACB, en el Baskonia, antes de retirarse a los 29 años en 2017. Decidió retomar su otra pasión, el vóley, y en París optará a la medalla olímpica, haciendo pareja con Miles Evans. Aunque es el único jugador de la NBA que ha estado en unos Juegos en vóley, no es el primer deportista profesional que hace carrera en otro deporte.  

Wilt Chamberlain, el único hombre que ha anotado 100 puntos en un partido de la NBA, se pasó también al vóley tras su retirada e incluso entró en el Salón de la Fama de la federación internacional.

Del bate al parquet

Michael Jordan también quiso reinventarse al retirarse (por primera vez) de la NBA. En octubre de 1993, tras el asesinato de su padre, decidió dejar el baloncesto. Cuatro meses después anunciaba que iba a probar suerte con el béisbol para cumplir una promesa que le había hecho a su progenitor. Dejar de ser el mejor de lo suyo para pasar a ser un 'rookie' en las ligas menores en un nuevo deporte no fue fácil. Aunque progresó rápidamente en los Birmingham Barons y más de uno ya le veía en la MLB (las Grandes Ligas de béisbol), el gusanillo del baloncesto volvió a asomar la cabeza. El 18 de marzo de 1995, con la nota de prensa más corta y más esperadas de la historia ("he vuelto"), ‘Air’ Jordan volvía a su hábitat natural. 

Michael Jordan, en una de sus múltiples apariciones en la portada del Sports Illustrated.

Michael Jordan, en una de sus múltiples apariciones en la portada del Sports Illustrated. / EP

Danny Ainge, antes de enfrentarse a Jordan en el parquet, hizo el camino inverso: vistió tres años la camiseta de los Toronto Blue Jays de la MLB antes de aparcar el bate y fichar por los Boston Celtics, con los que se enfundó un par de anillos. Solo hay 13 jugadores que hayan jugado en la NBA y la MLB. Dave DeBusschere las compaginó un par de temporadas antes convertirse, en 1964 y con solo 24 años, en el técnico más joven de la NBA: durante tres temporadas fue jugador-entrenador de los Detroit Pistons.

El gran mito de la polivalencia en EEUU es aún Bo Jackson, que durante cuatro años simultaneó la NFL de fútbol americano y en la MLB de béisbol siendo elegido para el All Star en ambas competiciones. Era la versión ochentera del legendario Jim Thorpe. Oro olímpico de pentatlón y decatlón en los Juegos de 1912, Thorpe fue profesional en béisbol, baloncesto y fútbol americano, llegando a entrar en el Salón de la Fama de la NFL. Aunque le quitaron las medallas olímpicas por quebrantar las reglas del amateurismo, se las acabaron restituyendo en 1983, treinta años después de su muerte.

Antes de crear su célebre y homónima marca de ropa, Fred Perry había sido una estrella mundial no solo del tenis, donde conquistó ocho Grand Slams, sino también del tenis de mesa, logrando seis medallas mundialistas, entre ellas el oro individual en 1929.

Polivalencia femenina

La británica Rebecca Romero, tras ganar una plata olímpica en remo en Atenas-2004, decidió pasarse al ciclismo y en los siguientes Juegos de Pekín 2008 se coronó campeona olímpica de persecución individual. Un hito que solo había alcanzado antes que ella otra mujer: Roswitha Krause. Defendiendo la bandera de la RDA, la alemana se colgó la medalla de plata en el relevo 4x100 estilos de natación en 1968 y la plata y el bronce en balonmano con su selección. Lolo Jones, figura del atletismo estadounidense tras haber ganado dos oros mundialistas en 60 metros vallas, se animó a correr sobre hielo y probar suerte con el ‘bobsleigh’, siendo campeona del mundo en 2013 y 2021.

Rebecca Romero en bicicletga

Rebecca Romero en bicicletga / EP

En España el caso más célebre es el de Mariano Angoy. Había colgado los guantes como portero del Barça en 1995 y, un año después, Jordi Vilapuig, por entonces general manager de los Barcelona Dragons, le dijo que probara con el otro fútbol, el fútbol americano. Tras una vida intentando salvar puntos bajo palos, Angoy descubrió el placer de marcar chutando. Con los Dragons jugó siete años, disputó tres finales de la NFL Europa (como se rebautizó en 1998) y acabó siendo el segundo máximo anotador histórico de la competición con 329 puntos. Un día de agosto de 1999, cuando estaba de vacaciones con la familia, le llamaron para decirle que los Denver Broncos, en aquel momento el mejor equipo de la NFL, querían que hiciera una prueba para ficharle. Su actuación en las dos semanas que estuvo en el campus impresionó a Mike Sahanan, el entrenador jefe, que le dijo que estaba contento de haber acertado con él. Pero en 1999, aquella época en que internet apenas empezaba a andar y las comunicaciones no eran tan sencillas, estar tan lejos de los suyos se le hizo un mundo. 

"Me volví y siempre tendré la espina de qué hubiera pasado, hasta dónde habría llegado". 

 

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