Opinión | Espanyol-Sporting

Judit Bertran

Judit Bertran

Periodista

Una noche de nervios, emociones y desesperación

La crónica: El Espanyol pasa con el miedo en el cuerpo y se jugará el ascenso a Primera ante el Oviedo

Cabrera intenta alcanzar a Hassan en su escapada durante el Sporting-Espanyol.

Cabrera intenta alcanzar a Hassan en su escapada durante el Sporting-Espanyol. / X

Lo que se vivió en Cornellà este jueves es difícil de explicar con palabras, pero la que más se acerca es tensión, o incluso ansiedad. Más de treinta mil pericos nos las ingeniamos para acudir como fuera al campo del Espanyol a hacer lo que mejor se nos da: animar y sufrir, a partes iguales. Ya se cocía el ambiente horas antes del encuentro clave, donde los nervios disimulados entre cánticos iban in crescendo a medida que pasaban los minutos. Y el recibimiento entre bengalas y gritos de apoyo mientras el autocar de los jugadores entraba a las instalaciones hacía evidente que el momento había llegado: teníamos que darlo todo para pasar como fuera a la final de playoff y plantar cara para volver a la división a la que el equipo realmente pertenece. 

Los nervios y las emociones a flor de piel estallaron minutos antes del comienzo del partido, cuando las treinta mil voces se unieron en una sola para cantar el himno en un no afinado pero sentido a capella. Supongo que la inestabilidad nos va y la agonía siempre nos acompaña, por ello la victoria en Gijón (0-1) no nos era suficiente para respirar tranquilos. De hecho, el gol a los primeros 20 segundos del encuentro de Puado nos habría dado mucha paz y tranquilidad, pero precisamente el Espanyol no entiende de eso. Aun así, los blanquiazules llevamos la batuta en gran parte del encuentro y parecía que teníamos (más o menos) el partido controlado, pero las ocasiones no llegaban y los chutes a portería eran más pases al portero que ocasiones reales. Eso sí, un diez en cuanto a actitud, ganas y presión; pues desde que empezamos el playoff parece que ha habido un cambio de chip notable, por mucho que el marcador de ayer fuera un 0-0.

Triple cambio, giro de 180º

La tensión acumulada se rompió en el minuto 75 del partido para pasar a ser desesperación. El triple cambio de Manolo González desestabilizó a un Espanyol que parecía estar seguro de lo que hacía. Jofre, Pere Milla y Keidi Bare abandonaron el campo para que entraran Salvi, Gastón y Aguado; un cambio que aparentemente en otros partidos sí le había funcionado al técnico, pero que no era la combinación que requería este encuentro en concreto. La posesión del Espanyol se desplomó para pasar a defender a tiempo completo los ataques del Sporting. A partir de ahí no hubo diazepam que nos calmara y el miedo y sufrimiento de los aficionados acabó trasmitido a los jugadores, quienes perdieron precisión y serenidad en el césped. Empezaron a fallar pases, jugadas ensayadas, desperdiciaron algún que otro córner, y la voluntad de jugar limpio desapareció. Suerte tuvimos de no encajar ningún gol, pues la expulsión de Omar El Hilali y el cambio de juego hubiera hecho que quedáramos vendidos en la prórroga, y ahora mismo esta opinión estaría escrita con otro tono.

Errores aparte, lo cierto es que hacía tiempo que nos alegrábamos tanto por otro dichoso empate. Supongo que de alguna manera nos conformamos con poco que nos den y que, de alguna forma, nos gustan bastante los extremos: de estar toda una temporada silbando incluso a jugadores señalados para que el día menos pensado la situación dé un giro y haya ovaciones. Ya nos pasó con Lele Cabrera, por ejemplo, jugador que ha sido anteriormente castigado por la afición y que para mí este jueves fue el mejor sin duda alguna junto a Gragera. También hemos podido ver un cambio de chip con el asunto Melamed que, pese a que nos abandonará la siguiente temporada, está contribuyendo para que al menos subamos a Primera aunque no nos veamos las caras el año que viene si todo va bien.

Pero ahora sí que sí, empieza la recta final y la más importante, la de mirar adelante e intentar conseguir una buena marca en Oviedo por muy complicado que pueda estar el panorama con el temido sexto de la clasificación. Sí que es verdad que el 0-2 que se marcó en Ipurúa asusta a más de uno, pero precisamente no podemos permitir que este miedo, como el que invadió al equipo durante los últimos quince minutos del partido de este jueves sea el mismo durante los 90 del próximo domingo. Eso sí, estaremos allí, para sufrir, obviamente.