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Aston Martin tienta a Newey, el ‘Harry Potter’ de la F-1, con 100 millones de dólares
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
No hace mucho, lo recordarán (‘Que lo sepan: en la F-1, no gana Verstappen’, 2 de marzo), les hable de un señor demasiado importante, único, desde luego, como para no tenerlo en cuenta a la hora de analizar cómo es, por qué es y, sobre todo, quién gana en el Mundial de F-1.
Les conté, aunque, seguro, muchos de ustedes ya lo sabían, que el británico Adrian Newey, de 65 años, era el padre de las criaturas más veloces que han corrido (y ganado) en las últimas décadas. Y aproveché esa historia, ese nombre, esa trayectoria, esa sabiduría, su papel y lápiz (viaja con un maletín viejísimo, de cuero maravilloso, con ese material como único contenido) para decirles que era el inventor, el diseñador, el creador, de todos los monoplazas que han convertido, entre otros, a Max Verstappen en triple campeón del mundo y ganador de (casi) todas las carreras: 10 en 2021, 15 en 2022, 19 en 2023 y cuatro de las cinco celebradas este año.
Newey=Dall'Igna
Newey es a la F-1 lo que el ingeniero italiano, Gigi Dall’Igna, es a MotoGP. Es decir, con perdón (o no), los putos amos. Los diseñadores que piensan, crean, inventan, dibujan, supervisan y desarrollan los monoplazas y las motos que, puestas en manos de cualquier campeón, de los 10 mejores pilotos de ambas parrillas, ganan fácilmente las carreras y los títulos. Newey ha conquistado 25 títulos mundiales de F-1 (13 de pilotos y 12 de constructores) y Dall’Igna ha ganado los dos últimos de MotoGP y cualquiera de sus ocho motos ganan el 90% de los grandes premios de la categoría reina.
Honda MotoGP vive en el fango en cada gran premio, sus cuatro pilotos figuran en cada GP en las últimas posiciones de la parrilla y de la clasificación. Es más, trataron de fichar a Dall’Igna y las mentes privilegiadas de Japón (o no tan privilegiadas, ya se ve), acabaron renunciando a hacerle una oferta. Y, no, la oferta que, dicen, Aston Martin le ha hecho a Newey (100 millones de dólares por cuatro años, 25 millones de dólares por temporada), no es, ni de la risa, lo que pretendía ganar Dall’Igna, que está a años luz de esos sueldos.
Les cuento esto porque como probablemente ya han leído, Newey quiere abandonar Red Bull. Y quiere irse a final de temporada, pese a que le resta un año de contrato. Está harto del juego sucio que se ha instalado en la escudería de Milton Keynes (el dinero es austriaco, pero todos los equipos –menos Ferrari, así les va—trabajan en Inglaterra) desde que una empleada de Red Bull denunció a Christian Horner, ‘el jefe’, de abuso de poder, propuestas deshonestas y envió de fotografía comprometedoras.
La guerra eterna, aquella que siempre han protagonizado en Red Bull, Horner y el gurú Helmut Marko, amigo del dueño Dietrich Mateschitz, ya fallecido, ya no es tan larvada. Ha estallado por los aires. El socio tailandés de Mateschitz, Chalerm Yoovidhya, se ha puesto del lado del esposo de Geri Halliwell, una de las ‘Spice Girls’. Y Marko ha abrazado a la familia Verstappen, papá Jos, del que se sospecha ha agitado en las redes el conflicto de Horner, y Max, el niño ganador.
No es cierto que Newey, el ‘Harry Potter’ de la F-1, un auténtico mago a la hora de diseñar el coche que ganará el año que viene, es decir, siempre, se haya decantado por el clan de Marko. El ingeniero lo único que quiere es, precisamente, alejarse, huir, de esa pelea, que no le identifiquen con ninguna de las dos partes y, como ofertas no le faltan, ha puesto el tema (como casi todos los problemas de la F-1) en manos de una legión de sesudos abogados, que buscan la manera de escapar de las garras de Red Bull, conscientes en el equipo energético de que si pierden a Newey se apagará la luz.
Hamilton, a la espera
Lo de Newey, como lo de Dall’Igna, no es invento alguno, es la más pura de las realidades. Gana Adrian, no Verstappen; gana Gigi, no ‘Pecco’ Bagnaia. Y tanto Aston Martin, como Mercedes y, por descontado, Ferrari, se volverían locos (y no hablamos ‘solo’ de dinero) para ofrecerle a Newey todo lo que quisiera. Y más.
Hay quien piensa que, como ya ocurriese cuando cambió el ganador McLaren por un, entonces, dudoso Mercedes, Lewis Hamilton, cuyo fichaje por Maranello se anunció el pasado 1 de febrero (en su caso, serán 100 millones de dólares ¡al año!), intuía que Newey iba a provocar su salida de Red Bull y se le unirá al proyecto rojo. Pero es que la sorprendente renovación de Fernando Alonso por Aston Martin también hace sospechar que ‘el nano’ posee la misma o similar información que su 'amigo' Hamilton, sobre el enfado de Newey.
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