Opinión | Industria del deporte

Marc Menchén

El ‘show’ de Netflix con Alcaraz y Nadal nos pone ante el espejo

Nadal y Alcaraz se enfrentarán en un duelo de exhibición emitido por Netflix.

Nadal y Alcaraz se enfrentarán en un duelo de exhibición emitido por Netflix. / Netflix

Golfistas contra pilotos de Fórmula 1. El que podría ser el último duelo entre Rafael Nadal y Carlos Alcaraz. Muchos han querido poner a Netflix en todas las quinielas de concursos de derechos audiovisuales, pero lo cierto es que la plataforma de streaming ha decidido marcar su propio camino. La rentabilidad para ellos no está en comprar los derechos de competiciones ya existentes y con fuertes restricciones a la venta global de las retransmisiones, sino en crear sus propios productos. Inicialmente fueron docuseries sobre los entresijos de la industria del deporte, pero en el último año ha decidido ir un paso más allá y crear sus propios eventos.

El primero tuvo ciertos tintes de 'reality' como los que ya emite en torno a otros negocios, al ser un torneo de golf entre pilotos de Fórmula 1 y golfistas profesionales del PGA Tour. Pero su nueva iniciativa, el Netflix Slam, ya adquiere ciertos tintes de competitividad deportiva real con un duelo sobre la pista entre los dos tenistas españoles de presente y futuro. Ambos sólo se han cruzado tres veces, por lo que el cruce será realmente una cita marcada en el calendario para cualquier amante de la raqueta. ¿La ventaja para Netflix? Ejerce como promotor, por lo que sólo debe pagar el caché de los jugadores, pero se ahorra negociar con torneos, y lo más importante: tiene el control total sobre la puesta en escena, cambios de normas y no tiene que compartir con nadie los derechos.

En el fondo, la plataforma nos plantea un duro interrogante a los amantes del deporte y sus gestores. ¿Preferimos pagar por ver todos los torneos de tenis en un determinado canal o nuestra sed de épica sobre la pista queda saciada con un partido que la historia nos ha dado solo en tres ocasiones? ¿Es un gancho de suscripciones más atractivo ese duelo hispano o un US Open entre el público generalista?

La pregunta duele porque sabemos la respuesta perfectamente, pero también porque es un reflejo más de que el deporte como producto de entretenimiento debe definir una hoja de ruta en la que la tradición de reglas y pirámide competitiva puede ser un obstáculo. De esto hablaremos mucho esta semana, una vez conozcamos la sentencia sobre hasta dónde llega el poder del actual ecosistema futbolístico y hasta qué punto será viable que surjan nuevas competiciones más orientadas hacia los nuevos hábitos de consumo. Vaya por delante, que soy un convencido de que el formato de las ligas nacionales continúa siendo imbatible.

Dicho esto, la evidencia es que las grandes tecnológicas han dejado claro cómo quieren que sea el deporte: capacidad de venta de retransmisiones a nivel global; cierta libertad en el formato o, al menos, en el envoltorio que acompaña a las retransmisiones de la competición en directo; que el foco pueda estar en el atleta y no tanto en un club o competición, pues la conexión emocional siempre será mayor entre personas.

Por eso, hoy crear héroes es más difícil y necesario que antes, cuando el deporte tenía la exclusiva capacidad de monopolizar audiencias e impactar en cientos de miles, sino millones de personas, al mismo tiempo. Hoy un héroe no sólo son sus títulos, es su capacidad de conectar y comunicar. Y eso todos debemos entenderlo.

Agentes, un negocio sin freno

En el marco de la transformación del ecosistema futbolístico, una cuestión que la FIFA ha querido abordar es la del negocio de los agentes. Su figura se ha convertido en imprescindible dentro de la cadena de valor, con clubes y futbolistas constantemente apoyados en esta figura para cerrar acuerdos. La FIFA ha querido capar su margen de negocio y la justicia está dando la razón por ahora a los intermediarios, que defienden que sus ingresos se ajustan a la calidad de los servicios prestados. Un servicio que básicamente se basa en tratar de acercar posturas en renovaciones, forzar salidas cuando parecen imposibles y capacidad de dirigir los designios de un jugador que quiere cecer.

Un servicio de valor, pues en 2023 han cobrado 888,1 millones de dólares (821,8 millones de euros) en comisiones, la cifra más alta de la historia e incluso por encima de los casi 655 millones de dólares (605,8 millones de euros) de 2019, cuando se tocó techo en la compraventa de futbolistas. Es decir, que el mercado rechaza que ese margen para los asesores se limite al 10% pues en ocasiones se paga mucho más.

Ahora bien, si alguien tiene vocación por esta actividad, toca aprender inglés o árabe. La Premier League pagó 281,3 millones de dólares, el 32% del total, mientras que Arabia Saudí irrumpió con fuerza y pagó 86 millones, más que LaLiga y muy cerca de la Bundesliga.

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