QUEJAS CONTRA LA PRENSA
¿Por qué Xavi dispara contra el entorno del Barça?
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Marcos López
Periodista
Ni en el parón habrá calma en el Barça, una vez que Xavi decidió encontrar un inesperado argumento para justificar que su equipo, pese a la sufrida victoria sobre el Alavés, sigue estancado. No avanza. Ni tampoco mejora. Va el equipo dejando señales cada vez más inquietantes, lo que eleva la preocupación en el seno del club después de haber invertido 240 millones de euros en la contratación de hasta 22 jugadores.
Y en las dos últimas semanas se ha visto al Xavi más desatado, capaz de mezclar diagnósticos contradictorios sobre el rendimiento del equipo, al tiempo que disparaba contra la prensa, acusándole de influir negativamente. No hay precedentes recientes de una justificación así en el universo azulgrana. Al menos con tanta dureza y persistencia.
"Se genera una negatividad que afecta demasiado a los jugadores. A mí no me afecta, a ellos sí. En el descanso, les dije: '¡Aquí no se comen a nadie!"
"Se genera una negatividad que afecta demasiado a los jugadores. A mí no me afecta, a ellos sí. En el descanso, les dije: '¡Aquí no se comen a nadie! También me dijeron a mí que era el cáncer del Barça y aquí estoy, soy el entrenador del Barça'", ha comentado Xavi destapando todo el malestar que anidaba en su interior desde hacía meses y meses.
Xavi, tal si fuera Clemente en su etapa en la selección española o Mourinho en sus belicosos días en el Madrid, disparó hacia fuera para aglutinar a un grupo que proyecta un juego irregular y frustrante. Miró el técnico azulgrana "a la prensa y al entorno", usando una palabra inventada por Cruyff hace más de tres décadas (1992), pero con diferente destinatario.
Los pitos que no oyó Xavi
Johan hablaba del "entorno" del club. Pero el interior. No puso nombre ni apellido. Pero se refería a Antón Parera, que ejercía de gerente en la presidencia de Josep Lluís Núñez. Tampoco Xavi puso nombre ni apellido. Habló de la prensa en general. Y del entorno.
Aunque sí quiso ser cuidadoso en separar a "la afición" de ese mensaje, aunque fue el público de Montjuïc quien silbó en varias ocasiones durante la primera mitad, cansado de la debilidad defensiva (encajó el 0-1 a los 18 segundos de juego), y de los problemas estructurales que no se resuelven.
"No, no oí los silbidos", declaró Xavi esquivando el malestar que emitió el público desde unas gradas vacías porque fue la peor asistencia a Montjuïc. Malestar que luego se transformó en gritos de ánimo para levantar a un equipo que estaba aturdido.
Son dos semanas duras y agitadas para Xavi. Días inclusos negros, que tienen su origen en la derrota en el clásico con aquellos dos goles de Bellingham que provocaron la denuncia de Gündogan. Desde entonces, el técnico ha vivido en un territorio volcánico.
Tuvo que gestionar con la primera queja pública de un jugador y argumentó que era una cuestión "cultural". O sea, su condición de alemán permitió al excapitán del City decir lo que supuestamente todos veían en el vestuario de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí, pero luego callaban. A partir de ahí, nada fue igual. Algo se había roto ahí dentro, por mucho que se intentara camuflar en reuniones, cenas y conjuras.
El mal juego del equipo
Pero el equipo seguía jugando mal. Ganó en San Sebastián (0-1 y en el tiempo añadido con el cabezazo de Araujo), lo que desató una versión tan crítica de Xavi ("ha faltado intensidad, es inaceptable") como dañiña hacia sus jugadores.
El paisaje se envenenó con la caída en Hamburgo ante el Shakthar en lo que Xavi calificó como "un bloqueo mental" como explicación principal, sin reparar en detalles tácticos. Argumento que luego, tan solo cuatro días más tarde, fue rechazado por el propio Xavi negando que fuera la causa del tropiezo europeo ya que "fue un problema de juego, no mental".
Hasta que llegó el Alavés, quien quebró con el gol de Samu el idilio que tenía sellado Montjuïc con el Barça de Xavi. Se escucharon pitos, por mucho que Xavi no los oyera. Pero existieron.Y en más de una ocasión porque en esa primera parte el Barça se difuminó peligrosamente, expuesto a una derrota aún mayor que en ese 0-1 con el que se fue al descanso.
Se quejó luego el técnico de que las críticas, que considera "exageradas e injustas", afectan "demasiado a los jugadores porque se entra en un ambiente de negatividad y tenemos muchos jugadores jóvenes". No reparó, sin embargo, en que fue, precisamente, un veterano (Lewandowski), quien reprendió al joven más joven de la plantilla (Lamine Yamal), a quien no solo le abroncó en público.
Lo abroncó porque no le dio el balón como deseaba y después le negó el saludo, según recogieron las cámaras de Movistar TV. El equipo va con la lengua fuera; Xavi, también. Y cansado de callar el maltrato mediático que lleva meses sufriendo, o así lo siente él, desempolvó el "entorno" trasladando el foco justo antes de un parón que debía ser trasladó. Lo trasladó Xavi del campo a la sala de prensa. No podía aguantar más. Y se quedó tranquilo consigo mismo aunque haya alterado el nunca tranquilo ambiente del Barça.
Pero esas dos victorias (0-1 a la Real y 2-1 al Alavés) suponen el mejor arsenal posible para Xavi, quien no podía exponerse a ver como se le iban Girona (34 puntos), líder, o Madrid (32), pendiente de lo que haga el Atlético (tiene 32 y un partido menos). El Barça, con 30 puntos, vive angustiado al día, mientras el técnico disparó al entorno.
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