Barcelona 3 Celta 2

Cancelo arrastra al Barça a su primera noche de éxtasis en Montjuïc

El equipo azulgrana remonta en ocho minutos un 0-2 en contra gracias a dos goles de Lewandowski y a un tanto redentor del carrilero portugués en un increíble desenlace

Cancelo, tras marcar el gol del triunfo frente al Celta.

Cancelo, tras marcar el gol del triunfo frente al Celta. / Jordi Cotrina

Francisco Cabezas

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João Cancelo apretó los puños, miró al cielo, y se mantuvo unos segundos con la mirada perdida. Como si fuera incapaz de entender qué había pasado. No hay nada tan bello como las cosas que no entendemos.

Ese mismo Barcelona que perdía 0-2 a un cuarto de hora del final tardó ocho minutos en levantarse de entre los muertos con tres goles que le llevaron a la victoria. Aunque Cancelo debía ir más allá en sus pensamientos. Porque su partido estaba siendo terrible. Pensaba mal y pasaba peor. Pero los héroes de verdad son los que nacen desde la ruina. Asistió a Lewandowski en el segundo tanto del polaco cuando el Barça ya comenzaba a creer en algo. Y el éxtasis llegó en el mismo ocaso, cuando el presunto lateral portugués tomó el área para tumbar a un Celta que somatizó el dolor de Iago Aspas en el banquillo.

A Rafa Benítez, si no fuera por esa pequeña libreta en la que retuerce esquemas tácticos, ideas y tormentos varios, costaría poco confundirle con alguno de aquellos tipos que interpretaba Joe Pesci en las películas de Scorsese. Ya saben. Una comida copiosa con un buen trago. Una sonrisa del revés. Un violento arrebato de genio. Y de cabeza hacia el maletero. Así debió sentirse hasta epílogo el Barcelona de Xavi Hernández, catatónico en las entrañas de un coche aparcado frente a un pantano

La estratagema de Benítez

Rafa Benítez, cuyo fichaje por el Celta pocos entendieron –por su caché, por su gomosa propuesta de juego– ante una carrera que parecía no tener más estaciones en la Liga española, se las había apañado para maniatar a un Barcelona que venía embalado. Porque los azulgrana, que habían enhebrado diez goles en sus dos últimos partidos –cinco al Betis, cinco al humilde Amberes en la Champions–, se encontraron de repente incapaces de descifrar los escasos caminos que iba a permitir el Celta.

Con una línea defensiva de cinco futbolistas, el Barcelona estaba obligado a tratar de abrir el campo. Pero tanto João Félix como Ferran Torres, los teóricos extremos de la tarde, acababan ocupando posiciones interiores mientras Marcos Alonso –titular ayer por Balde– y Cancelo no lograban percutir por las orillas. El enredo era de aúpa.

El Celta, que llegaba al Olímpic Lluís Companys con números inquietantes, no sólo defendió. Cada vez que el Barça se despistó en la salida, los vigueses se echaron al monte con peligro.

Iago Aspas, al que le afean que no haya marcado desde el pasado 18 de marzo –benditos quienes juzgan el fútbol con la propaganda de las estadísticas por delante– advirtió a Ter Stegen, conocida víctima. El delantero, a pie parado, dibujó una vaselina a la que el portero pudo oponer la manopla. Aunque aquello no fue más que el preámbulo del gol inaugural.

Desubicado el equipo azulgrana en un córner que no supo repeler, y después de que Koundé perdiera un duelo con Luca de la Torre, la pelota la pudo tomar un delantero tan correcto como Strand Larsen. El noruego ni se inmutó en el mano a mano frente a Ter Stegen, al que batió con la rutinaria gracia del burócrata.

No hubo manera de que el Barça aprovechara el golpe, ni para espabilarse ni para ordenarse. Lejos de ello, aún pudo dar gracias por que Luca de la Torre errara un gol con Ter Stegen caído. El meta alemán, por cierto, acababa de sacar otro gol al insistente Bamba, que se pasó el primer acto corriendo y llevando al límite a Marcos Alonso.

Lesión de De Jong

No ayudó que De Jong se lesionara el tobillo –Gavi, uno de quienes debía descansar de inicio, tuvo que ocupar su sitio pasada la media hora–, o que la delicadeza en los pasillos interiores fuera esta vez una utopía.

Trató Xavi de ayudar a sus futbolistas a abrir espacios con sus cambios tras el descanso. Marcos Alonso ya no salió en el segundo tiempo, y quien asomó fue Lamine Yamal. Pero el joven extremo, al que le faltan muchísimas situaciones por vivir, especialmente las que tienen que ver con la urgencia, tuvo que ver cómo sus compañeros se olvidaban durante largos tramos de su presencia.

Por entonces, Xavi ya había apostado por un cuadrado en la zona ancha, confiando en que sus jugadores de banda ofrecieran amplitud. No la dio, por supuesto, Ferran Torres, que mientras se mantuvo en el campo confió en que la buenaventura llegara tras pasar por el agujerito del embudo. Intuyó la luz el delantero, pero remató tan mal que el autoproclamado «Tiburón» mutó en uno con dientes de cartón piedra.

El Celta respondió con el contragolpe perfecto, de aquellos con los que Benítez retoza en sueños. Mingueza recuperó en su propia línea de salida, Bamba aceleró, Aspas ingenió y el griego Douvikas atrapó el 0-2.

De João Félix y Lewandowski a Laudrup y Romario

Pero si algo distingue a este Barça es que Xavi Hernández nunca está conforme. Acertó colocando a Raphinha en la mediapunta. Fue el brasileño quien encontró a João Félix antes de que éste emulara junto a Lewandowski la obra maestra de Laudrup y Romario en El Sadar. Continuó Raphinha, esta vez habilitando a Cancelo para que éste ofreciera al ariete polaco el 2-2.

Aunque la gloria se la acabó quedando Cancelo. Gavi, cuya furia no opaca su delicadeza, lo vio crecer. Y el portugués, con ese botín que gira como si fuera plastilina, provocó tal estallido de júbilo en Montjuïc que las tribunas de prensa del estadio crujieron al compás del rechinar de los asientos de plástico de los aficionados. Una hinchada entusiasta y juvenil que ha encontrado en Montjuïc la extraña erótica del infierno. Cancelo sabe de qué va esto.