31 años. EEUU. Entrenador asistente en los Cleveland Cavaliers de la NBA

Jordi Fernández: "Cada uno crea su propio camino"

Fernández (derecha) conversa con Varejao en un entrenamiento de los Cavaliers.

Fernández (derecha) conversa con Varejao en un entrenamiento de los Cavaliers.

LUIS MENDIOLA

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Hace cinco años que Jordi Fernández (Badalona, 1982) forma parte de la organización de los Cleveland Cavaliers de la NBA. Llegó casi por casualidad, después de coincidir con el técnico Mike Brown en unos campos de tecnificación para jugadores en Las Vegas, a los que llevaba tres años acudiendo contratado por la empresa Impact Basketball, a costa de perder parte de sus vacaciones y pagarse el billete de avión. Su forma de trabajar convenció al técnico, que le ofreció la oportunidad de incorporarse a los Cavaliers. Ahora, después de tanto tiempo, ve Cleveland como su hogar y su lugar de trabajo.

«El clima en el Medio Oeste es duro, muy frío. No es una de las ciudades que ofrezca muchas actividades. Pero la gente es amable. Tengo algunos buenos amigos desde que llegué  y es de los lugares de EEUU en los que se come muy bien», cuenta este licenciado en INEF y técnico superior de baloncesto, que pasó por las categorías inferiores del Joventut, Montgat y Lleida, y entrenó equipos de formación durante 15 años en España, antes de toparse con la oportunidad de su vida.

«Sabía que había un resquicio en Cleveland, pero no sabía qué pasaría. Tenía presente la opción de volver. Pero era la posibilidad de seguir formándome. En EEUU no regalan nada, es un mundo profesional, en el que tienes que hacerte valer. Para conseguir lo que tengo, he tenido que sacrificar cosas como mi vida familiar o dejar atrás a mis amigos», remarca Jordi Fernández, para subrayar el peaje de su aventura. «La gente se deja deslumbrar por lo que supone el deporte profesional cuando dices lo que haces. Pero es un negocio muy competitivo.  Trabajo siete días a la semana, 12 horas al días, viajando por todo el país. Siempre tienes algo: preparar informes o el siguiente partido o sesiones individuales con los jugadores. Estoy solo aquí, así que mi vida social casi no existe. Todo gira en torno al baloncesto. Pero me gusta. Es mi manera de vivir».

Los cuatro primeros años estuvo al lado de Mike Brown, primero, y de Byron Scott, después, los entrenadores jefes, como parte del cuadro de 10 entrenadores, para volver ahora a las órdenes de Brown. Esta temporada se ha convertido en el primer ayudante de los Canton Charge, filial de los Cavaliers en la Liga de Desarrollo (NBDL), un cambio que ve como «un paso adelante» en una carrera que le ha llevado a coincidir con Lebron James y Shaquille O'Neal en su primer año en Cleveland, o a entablar una buena relación personal con jugadores como Rudy Fernández, Serge Ibaka o Anderson Varejao.

Suerte en Las Vegas

Jordi es uno más de los técnicos que se han atrevido a traspasar fronteras, avalados por la buena imagen fuera del baloncesto español. Pero en su caso la aventura no fue una necesidad sino una apuesta personal. «A mí, el trabajo me iban bien. Estaba haciendo el doctorado de INEF, tenía una

beca, trabajaba en LEB plata en L'Hospitalet. Pero con crisis o sin ella, siempre he buscado experiencias en el extranjero que me ayudaran a formarme deportiva y personalmente».

Jordi Fernández es de los que cree en el trabajo, en sacarle el jugo a las experiencias vividas y en aprovechar la ocasión cuando se presenta. «Cada uno puede crear su propio camino, a mí no se me hubiera presentado si no hubiera estado en Las Vegas», y ese es uno de los leiv motiv en una carrera en la que el siguiente objetivo parece claro: sentarse en el banquillo de un equipo de la Liga de desarrollo de la NBA. «Eso es lo que me motiva. Cuándo y cómo lo haré, no lo sé. Solo hay 17 equipos, y por lo tanto 17 posiciones a las que aspira mucha gente. Ya he tenido algunas entrevistas de trabajo. Es cuestión de tiempo y de adquirir experiencia y reconocimiento, porque aquí estoy más valorado que en España», explica este joven técnico, al que le ha llegado ya alguna oferta europea, que no le ha acabado de seducir. «Vivo bien, tengo trabajo y un sueldo del que no me puedo quejar, aunque nunca me movió el dinero. Por ahora no me planteo nada más».