El Barça B de Guardiola debuta en Premià con un empate (0-0)

El estreno del técnico, con Laporta en el palco, provocó gran expectación

MARCOS LÓPEZ / PREMIÀ

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Bienvenido al fútbol real, al fútbol de Tercera División en el que Pep Guardiola, alguien que ha desfilado por los mejores estadios del mundo, se estrenó ayer como técnico del Barça B con un trabajado empate en Premià (0-0). Al fútbol que antes se jugaba en campos de tierra --ahora son de césped artificial-- donde la pelota es un objeto volante no identificado, imposible de gobernar. "El balón botaba como un conejo, sabíamos que iba a ser un partido de ir y venir, con mucho juego aéreo. Pero hemos parecido un equipo", confesó luego Guardiola, después de una calurosa mañana al borde del banquillo. Aunque, eso sí, confesó haber pasado mucho más nervios el día en que debutó con el primer equipo.

No llevaba libreta --sí la usó, pero discretamente Tito Vilanova, su ayudante-- ni tampoco se pasó el partido pegando gritos. Pero la figura de Guardiola reunió en Premià a mucha gente. No solo en la tribuna, que estaba llena, sino en algunos balcones situados enfrente de la zona principal del campo. Y hasta en la azotea. En el palco, el club al completo. Solo faltaba Frank Rijkaard, concentrado con el equipo. Estaba el presidente Joan Laporta, acompañado por tres directivos, Albert Perrín (responsable del fútbol base), Evarist Murtra (íntimo amigo de Guardiola), y Rafael Yuste, además de José Ramón Alexanko (director del fútbol base), Quique Costas y Joan Barbará (exentrenadores del filial).

En la grada, andaba al completo la familia Guardiola, con su mujer, sus dos hijos, Marius, Maria, y amigos del exjugador deldream team, como Txiki Begiristain convertido ahora en jefe suyo, el defensa Sergi Barjuan y el portero Carles Busquets. Cuando descubrió a sus hijos, seis filas más arriba, Guardiola sonrió. Después, cuchicheó con Vilanova, su ayudante, y no dejó de beber agua. Al estilo Van Gaal, con la botella en la mano, un elemento para descargar la tensión y, de paso, para aplacar el terrible calor que convertía el césped artificial de Premià en un horno. ¿Fútbol? Poco. Más bien poco. Por no decir, casi nada.

COMO EL PRIMER EQUIPO

Nada más empezar el partido, Pep ofreció una declaración de intenciones. El B juega como el A. Guardiola usa el mismo dibujo táctico --el 4-3-3-- que Rijkaard, aunque costara reconocer a algún jugador en la alineación inicial. Si acaso Oier, el prometedor meta vasco que ya hizo la pretemporada con el primer equipo. De Pekín a Premià. Del cielo a la tierra. Pero igual de fiable en cualquier situación. Tiene planta este portero. Planta y dominio de la portería. Atrapa con sencillez los balones aéreos, y en el minuto 89 evitó la derrota con un despeje de guardameta argentino, tras repeler el disparo de Albert Serrano con un golpe de reflejos concentrado en la puntera de su pie izquierdo. Ahí pudo perder el Barça B, como pudo ganar en la primera mitad cuando desperdició una triple ocasión en apenas un minuto.

CABEZAZO AL PALO

Entonces, el cabezazo de Xavi Torres se estrelló en el larguero y el posterior remate de Guerra fue despejado por la defensa del Premià, en la que destacó Suriñach, su portero. En la primera mitad, jugó mejor el Barça B; en la segunda, el Premià. "¿Estos son los futuros jugadores del Barça? ¿Estos?", renegaba un anciano aficionado local en la tribuna cuando el equipo de Guardiola se atascó. Entre esos jugadores no estaba Bojan --sigue en Corea-- ni Marc Crosas --concentrado con el primer equipo-- y el espumoso Jeffren, otro de los jóvenes que Rijkaard utilizó en el pasado, se asomó en la segunda mitad. Pero sin dejar huella. Era difícil. Muy difícil.

Hecho el recuento de la hierba artificial --gastada--, el calor --insoportable--, la pelota --a la que nadie mimaba--, y el rival --el Premià fue de menos a más transformando el partido en un asunto de hombres--, el empate le sabe bien a Guardiola. Los mejores azulgranas fueron defensas.

Curioso. Volvió Guardiola al fútbol. Y le faltó un Guardiola.