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Los supuestos guisantes asesinos de Alaska y la muerte de (Alexander) “Supertramp”

Foto del protagonista de 'Hacia rutas salvajes'

Foto del protagonista de 'Hacia rutas salvajes' / EPC

Mientras caminaba hace unos días por la taiga de Alaska cerca de Fairbanks, encontré una planta, Hedysarum alpinum, que me trajo el recuerdo del joven Christopher J. McCandless, encontrado muerto en aquellos pagos en unas circunstancias cuya causa última continúa sin aclararse.

La historia de McCandless, que encabezó su diario con el alias de “Alexander Supertramp”, fue narrada por el periodista y escritor Jon Krakauer en un superventas de 1996 publicado en España con el título de Hacia rutas salvajes y llevado a la gran pantalla por Sean Penn en la película homónima (Into the Wild, en inglés).

Cuatro meses de penurias y soledad

Agobiado por el comportamiento intransigente de su padre, McCandless abandonó el hogar familiar en Virginia cuando terminó sus estudios en Historia y Antropología. A los 24 años, lo dejó todo atrás y comenzó una odisea de autodescubrimiento introspectivo que lo llevó hasta Alaska.

En su diario, encontrado junto a su cadáver, dejó escrito que en abril de 1992 se había adentrado imprudentemente en las tierras salvajes del corazón de Alaska sin mapa, sin brújula, sin apenas víveres y sin medios para comunicarse con el mundo exterior.

Cuatro meses después, unos cazadores de alces descubrieron sus restos cerca del autobús abandonado que le sirvió de improvisado refugio. Según determinaron los forenses, había muerto el 18 de agosto después de perder la mitad de su peso corporal: sus restos pesaban poco más de treinta kilos.

Bien visible en la puerta del autobús, había dejado días antes una nota manuscrita en una página arrancada de una novela de Gogol: “Atención a posibles visitantes. S.O.S. Necesito ayuda. Estoy herido, cerca de la muerte y demasiado débil para salir de aquí. Estoy solo, esto no es una broma. En nombre de Dios, por favor, quédate para salvarme. Estoy recogiendo bayas cerca y volveré esta noche. Gracias, Chris McCandless. ¿Agosto?”

A dieta de papa guisante

Durante las semanas que vivió en las inhóspitas tierras boreales, sobrevivió cazando un caribú, un puercoespín, decenas de ardillas y otros animales, y recolectando plantas y setas. En julio, las entradas de su diario, que parecían textos telegráficos, se tornaron lóbregas: “Extremadamente débil […]. Culpa de la papa guisante. Muchos problemas solo para levantarme. Muriendo de hambre […]. Gran peligro”.

La “papa guisante” es la leguminosa Hedysarum alpinum, una planta herbácea pariente de almortas, habas, lentejas y guisantes. Sus raíces, las llamadas “patatas esquimales” son, después de las frutas silvestres, los alimentos vegetales más consumidos por los pueblos de lengua atabascana.

Las primeras indagaciones, resumidas por Jon Krakauer en un artículo titulado Death of an Innocent, atribuyeron el extremado grado de debilidad de McCandless al trágico error de haber confundido una planta supuestamente tóxica, el guisante silvestre Hedysarum mackenzii, con la papa guisante H. alpinum. Krakauer, que había hecho algunas pesquisas, creía que las semillas de H. mackenzii eran venenosas y que el joven virginiano se había equivocado en la identificación de la planta.

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Es poco probable que un antropólogo como McCandless cometiera un error que podía resultar fatal. Y más aún si se tiene en cuenta que llevaba consigo una guía de plantas silvestres comestibles de Alaska. Su autora, la etnobotánica Priscilla Russell Kari, advierte explícitamente que debido a que H. alpinum se parece mucho a otra papa silvestre (H. mackenzii), la cual “se sabe que es venenosa, se debe tener cuidado para identificarlas con precisión antes de intentar usar las papas silvestres como alimento”. A continuación, Russell Kari explica detalladamente cómo distinguir una de otra.

La mala fama de H. mackenzii arranca del diario del médico y naturalista John Richardson, uno de los escasos supervivientes de la desdichada expedición (1819-1822) del capitán John Franklin. Según anotó Richardson en su diario, los tubérculos de H. mackenzii formaron parte de un improvisado y magro potaje que los famélicos supervivientes cenaron una noche. Al día siguiente estaban tan enfermos que no pudieron avanzar.

Richardson era una autoridad científica, y la fama como planta venenosa de H. mackenzii quedó consolidada al menos hasta 2008, cuando una investigación fitoquímica demostró que carecía por completo de alcaloides tóxicos.

Las gachas tóxicas de la Guerra Civil y la posguerra

Aunque la causa de la debilidad general que afectó a McCandless parecía un misterio, los alcaloides no son los únicos responsables de la toxicidad de las plantas. También lo son algunos aminoácidos presentes en algunas leguminosas como las almortas, pitos o titos (Lathyrus sativus), bien conocidas en España porque con sus semillas se obtiene la harina para elaborar gachas manchegas tradicionales.

Debido a la escasez de alimentos y al aislamiento internacional del régimen franquista, durante la Guerra Civil y la dictadura las gachas de almortas constituyeron un plato básico en la alimentación de las familias, especialmente en el medio rural. De hecho, su producción y comercialización fue promovida por el franquismo.

En 1944, tras ocultar los efectos tóxicos por la falta de alternativas alimenticias, se prohibió su consumo y se retiraron las existencias de harina de almorta ante la extensión de la enfermedad.

El descubrimiento de la toxicidad de la almorta se dio a conocer en un artículo de la Revista Clínica Española de 1941 en el que se describió una extraña epidemia. Los pacientes, afectados de parálisis en el tren inferior y diagnosticados en principio de esclerosis múltiple, resultaron ser víctimas de una enfermedad de la que la literatura clínica registraba un solo caso.

Se trataba de un cruel experimento llevado a cabo por los nazis en el campo de concentración de Vapniarca. Los reclusos judíos fueron alimentados deliberadamente con pan elaborado con harina de almortas, una dieta que provocó que cientos de ellos quedaran lisiados de por vida o murieran de latirismo, un mal conocido desde los tiempos de Hipócrates.

Causa probable de la muerte: latirismo

La neurotoxina responsable del latirismo es el aminoácido ODAP, un análogo del ácido glutámico (uno de los neurotransmisores humanos más activos). Su ingesta excesiva acarrea como efectos asociados la debilidad corporal generalizada, el agotamiento, los escalofríos, la desnutrición y el estado febril. Estos síntomas aparecen con mayor frecuencia en hombres jóvenes y se ajustan exactamente a los descritos por McCandless en su diario.

Hay, pues, razones más que suficientes para creer que McCandless contrajo latirismo al consumir papas guisantes en exceso. Si la guía de plantas comestibles que llevaba consigo hubiera advertido que aquel vegetal contenía una neurotoxina que puede causar parálisis, probablemente el joven habría salido de Alaska a finales de agosto sin mayores dificultades y aún seguiría vivo.

De haber sido así, “Alexander Supertramp” habría cumplido ahora cincuenta y seis años.

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