Reconocimiento
Francis Mojica, el Nobel puede esperar
El investigador alicantino ha vuelto a quedarse a las puertas de los premios Nobel de Medicina y Química
“Caerá seguramente en algún momento, aunque muchos dicen que habrá que esperar unos años". Francis Mojica (Elx, 1963), profesor de la Universidad de Alicante, ha vuelto a quedarse a las puertas de los premios Nobel de Medicina y Química pero él y buena parte de la comunidad científica creen que la técnica de edición genética CRISPR/Cas9, de la que es uno de los impulsores, acabará recibiendo el prestigioso galardón.
Se trata de una herramienta que permite 'cortar y pegar' secuencias de ADN y que tiene innumerables aplicaciones. "Podremos editar la información genética de cualquier ser vivo, eliminar problemas o añadir propiedades. Esto implica que se pueden curar enfermedades o identificar los determinantes del sabor de los tomates, casi cualquier cosa, porque se puede reescribir el ADN", resumió él mismo hace unos días.
Sus usos se multiplican, lo que refuerza sus opciones, pues, según explicó este miércoles a las puertas de su despacho, donde un buen número de medios de comunicación se habían congregado a la espera de conocer el veredicto, muchas veces el Nobel llega por “desgaste”. Es decir, el jurado comprueba si una candidatura sigue siendo nominada cada año lo que les lleva a pensar que “no hay nadie que se lo merezca más”. Esta vez él llegaba avalado por el Albany, el más cotizado de los premios en Estados Unidos, pero no ha sido elegido algo que dice no preocuparle mucho ya que dice ser “muy paciente”.
Un exitoso ‘corta y pega’ de ADN
Mojica lo ha demostrado, pues lleva 25 años pegado al microscopio estudiando el sistema en el que se basa esta revolucionaria técnica. A principios de los 90, empezó a estudiar la arquea ‘Haloferax mediterranei’ un microorganismo con una tolerancia extrema a la sal de las salinas de Santa Pola (Alicante). Buscaba la explicación a esa inaudita resistencia y encontró unas secuencias repetidas en su genoma que intuyó que debían cumplir una función importante para la célula. Al principio pensó que el becario que le estaba recitando la secuencia la había repetido por error pero no era así. Con el paso de los años confirmó que esa misma secuencia estaba en otros microorganismos y se les denominó ‘Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas’ o CRISPR, por las siglas en inglés.
El gran hallazgo de Mojica se produjo en el caluroso agosto del 2003, una tarde en la que se refugió en la Universidad para tener aire acondicionado, y descubrió que se trataba de fragmentos de ADN de virus insertados en el sistema inmunológico del microbio. Un recuerdo ‘heredado’ de contactos de sus antecesores con patógenos.
Nueve años después las bioquímicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna identificaron los elementos mínimos de esas secuencias y eso les inspiró para crear una técnica universal de modificación del genoma. El mecanismo es relativamente sencillo, al menos, de explicar. Se trata de enviar el sistema bacteriano a un punto del genoma y aprovechar el corte que se produce cuando se inserta para editarlo. Un ‘corta y pega’ barato y, por tanto, al alcance de muchos. A ellas esa herramienta ya les valió el Princesa de Asturias del 2015 en el que el jurado se ‘olvidó’ de incluirle. Ahora les toca a los tres esperar , al menos, un año más.
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