Un clásico junto al Paral·lel

La marisquería de Barcelona donde todo sigue igual de bien

Josep Ribot y Núria Espallargas están logrando su difícil objetivo cuando hace unos meses tomaron las riendas de El Camarote d'en Tomàs, con más de 25 años de historia: conservar el alma y el nivel gastronómico

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Mariscada a 15 euros en un restaurante de Barcelona

Núria Espallargas y Josep Ribot, nuevos dueños de El Camarote d'en Tomàs.

Núria Espallargas y Josep Ribot, nuevos dueños de El Camarote d'en Tomàs. / Instagram

Laia Zieger

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Un festival. Así se resume la propuesta gastronómica de El Camarote d'en Tomàs (Lleida, 3). Eso sí, destinado a quienes disfrutan con una comida a base de pescados y mariscos. Un establecimiento con producto de mucha categoría, excelente. “Tenemos suerte de poder poner en valor un producto de valor”, explica Josep Ribot, que desde el pasado mes de enero navega en este establecimiento junto a su mujer, Núria Espallargas.

Pero la historia de este restaurante con su puntillo ‘old school’, que emula una barca al más puro estilo de los locales marineros de los años 70, se remonta a mucho tiempo atrás. A más de 25 años, cuando otra pareja, Tomàs y Montse, lo regentaron ellos solitos, sin más camareros ni ayuda en la cocina. “Esta gente hizo un trabajo excepcional. No solo mantuvieron un nivel de producto y cocina muy alto, sin ningún cambio y con pocos recursos. Además, dieron alma al Camarote”, explica Josep, empresario del sector de la hostelería local acostumbrado a negocios de más rotación.

“Un día vinimos a comer y nos enamoramos. Nos enteramos de que estaba en traspaso y pensamos que teníamos que conseguir que eso siguiese igual. Es nuestra niña bonita. No era cuestión de rentabilidad, sino de satisfacción personal”, sigue Josep. Y ha habido mucha.

Clientes de toda la vida

“La calidad humana lo compensa todo. Incluso empezar con otra historia y echarle horas. Aquí tenemos gente del barrio, oficinistas, clientes de toda la vida, en su inmensa mayoría locales. Eso significa que conocen el producto y valoran su calidad. Saben comer. Ellos nos muestran su gratitud, y siguen viniendo a pesar del cambio. Es lo bonito, aportarles esta felicidad cuando se sientan en el Camarote, la misma de siempre, es maravilloso. Además, te tomas el tiempo de hablar con ellos, sabes lo que les gusta. Hay una relación. Es como estar en el salón de casa”.

Todo un reto personal que esta pareja se empeña personalmente en garantizar como si quisieran que sus antecesores se sintiesen orgullosos de ellos. “Nuestro reto es conservar el público de toda la vida, que no note el cambio, y también llegar a nuevos públicos. Las marisquerías tienen eso de demodé, cuando tendrían que ser lo más. Es nuestra cultura gastronómica por excelencia, la del producto. De la que podemos estar más orgullosos”. Así pues, su principal objetivo es llegar a una franja de edad más joven y descubrirles el placer de una marisquería. “Que flipen”, dice.

Para ello, no solo es fundamental lo que hay en plato, sino mantener el trato campechano y cercano que los anteriores propietarios ya dispensaban a sus comensales.El Camarote es un restaurante con alma, informal y alejado de convencionalismos. Por eso tenemos que estar. Quien venga al Camarote nos encontrará”, aclara Núria. Para no trastocar demasiado a la clientela fiel de las últimas décadas, tampoco han cambiado casi nada de la decoración: alguna reformilla y ya. Lo más revolucionario es la apertura de la terraza y la ampliación del horario por la noche.

Núria Espallargas y Josep Ribot, nuevos dueños de El Camarote d'en Tomàs.

Núria Espallargas y Josep Ribot, nuevos dueños de El Camarote d'en Tomàs. / Instagram

Alguna novedad en la carta

Por lo demás, todo es reconocible, todo sigue igual, incluso la carta a la que solo han aportado alguna actualización: tres entrantes de rechupete (carpacho de gambas, 'esqueixada' de bacalao y pulpo 'a feira'); también han incluido un único plato de carne (Tomawak de Girona) por si se cuela un carnívoro en una mesa, y unos postres excepcionales como su tarta de Santiago casera. Nada más. Lo demás es lo más simple y, sin embargo, lo más difícil: mariscos y pescado salvaje, nacional, de proximidad siempre que se puede, pasados a la plancha o al horno, poco hechos, manipulados al mínimo. “Lo importante es el producto”, reitera Núria.

Vitrina de pescado y marisco

Una 25 piezas diarias de pescados y mariscos garantizan el festival: gambas de Palamós, percebes gallegos, rodaballo, mero, lubina, dorada, cabracho, langostinos de Sant Carles, espardeñas, 'canyuts' (navajas del Delta de l’Ebre), cigalas, chipironcitos de costa, almejas del carril, carabineros… Todo está expuesto en una vitrina, como en una pescadería 'delicatessen'. Pasas, ves, seleccionas, te enseñan de cerca el producto para que tengas más garantías todavía y te lo preparan con unas patatitas al horno que son gloria divina.

Funciona a corazonada, a mariposas en el estómago. Las mismas que ellos sintieron en su primera visita y las mismas que quieren que sientan sus comensales: “El Camarote d'en Tomàs tenía alma y nosotros queremos que la siga manteniendo siempre”, zanjan. Van por el buen camino.

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