Comer por menos de 15 €
Menú del día: Airiños da nosa Galicia, mucho más que un bar
Este potentísimo lugar en Santa Coloma de Gramenet es, además de restaurante, centro cultural y social
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![Col y lacón del restaurante Airiños da nosa Galicia](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/61dccdbe-9de5-4413-a21a-ccb8394ad0a8_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Col y lacón del restaurante Airiños da nosa Galicia / Alberto García Moyano
Vamos a cambiar de tercio, que ya toca. Y lo vamos a hacer porque, por fortuna, el deber me requería fuera de Barcelona. Tampoco fue muy lejos de ella pero sí lo suficiente para poder decir que me transporté a una localidad de la que tenía ganas de escribir en una de estas crónicas. Al otro lado del Besòs y unas pocas manzanas por debajo de la B-20, se halla el Airiños da Nosa Galicia, potentísimo lugar en la no menos potente localidad de Santa Coloma de Gramenet.
![Entrada del restaurante Airiños da nosa Galicia.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/1e4dba71-324d-4c15-8cf8-0d8f3c7a8d14_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Entrada del restaurante Airiños da nosa Galicia. / Alberto García Moyano
Puede ser que me repita últimamente haciendo proselitismo de la comunidad gallega en la denominada “área metropolitana”, pero es que estamos ante un fenómeno no solamente digno de estudio (eso ya se ha estudiado y se estudia por quien verdaderamente sabe) sino digno de ser recordado y reivindicado. De primeras, por la importantísima aportación gastronómica de estos lugares, algo que suele estar fuera de toda duda.
Airiños da nosa Galicia
Pompeu Fabra, 44. Santa Coloma de Gramenet
Tf: 93.386.39.40
airinosdanosagalicia.org
Precio: 13,50 €
Pero, en este el caso del de hoy, estamos frente a algo más que un bar; y es que el Airiños supera la condición habitual de bar o menú del día, porque es un centro cultural y social. Esto significa, aunque suene redundante (muchos bares son centros culturales y sociales 'per se'), que no solamente vertebran su barrio desde la barra, la mesa y los magníficos platos que sirven, sino que animan a quien quiera a participar en las numerosas actividades tanto lúdicas como sociales que organizan, publican la revista 'O Hórreo'. Todo ello al margen de que son una importante escuela de música y baile tradicional. Y lo llevan haciendo desde hace más de 40 años sin perder el norte, ahí es nada.
![Hígado encebollado del restaurante Airiños da nosa Galicia.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/91a4040c-e906-4b12-ad29-f2d566320f90_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Hígado encebollado del restaurante Airiños da nosa Galicia. / Alberto García Moyano
Volviendo a lo que -'a priori'- suele centrar esta sección, toca sentarse en la mesa, bien acompañado del mantel individual de papel con patrocinio de una conocida carpintería de aluminio y de una chatarrería. Allí te atienden y te cantan el menú, que previamente te ha seducido bien visible en el portal. Se cantan maravillas del caldo gallego del lugar (como el de los viernes en el Bar Becerrea) pero el menú es el menú y las reglas autoimpuestas hay que procurar respetarlas. Así que de primero col con lacón, de segundo hígado encebollado y de postre natillas.
![Natillas del restaurante Airiños da nosa Galicia.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/3b8e5117-e3ee-4b55-baa7-5deb34b85103_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Natillas del restaurante Airiños da nosa Galicia. / Alberto García Moyano
Del primero solo sé que lo elegí sin dudarlo porque, a pesar de írseme los ojos con las lentejas, si un gallego te ofrece col y lacón, mejor no dejar escapar la oportunidad de tratar con algo que dominan a la perfección. Y del segundo no solo lo celebré por tratarse de un plato poco común en nuestros menús diarios, sino por la medida exacta, la cebolla pochada en casa (menudo delito eso de añadirla de esos botes que la anuncian “caramelizada”) y el 'allioli' casero. Tal cual lo preparaba mi madre, que bien se esmeró en que nos gustase el hígado por aquello del aporte de hierro. Muy buen remate con las natillas caseras, con bien de canela (cada maestrillo, su librillo).
El broche a tan productiva visita lo puso el casual encuentro, prácticamente a la salida del local, con Pepe, uno de los tres hermanos que regentaron durante toda su vida en activo el desaparecido Bar La Campana, de calle de Calvet. Un momento de felicidad tanto por volver a encontrarse a alguien que tantas veces nos atendió en su casa de forma inmejorable como por recordar ese templo del bacalao, del cocido gallego y de tantos otros platos disfrutados generalmente los viernes al mediodía, ahora sustituido por algo que se hace llamar colmado y que dista siglos luz de serlo.
En definitiva, que yo había venido a por un menú y me fui con todo un centro cultural puesto. Y todo por 13,50 €. Si es que luego preguntarán que por qué nos apasiona la periferia.
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