Trago divino

La fiebre verde: se pagan precios astronómicos por el licor de los monjes cartujanos

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Botellas de Chartreuse, el lico de los monjes cartujanos.

Botellas de Chartreuse, el lico de los monjes cartujanos. / El Periódico

Rosa Molinero Trias

Rosa Molinero Trias

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“Es como tragarse un arcoíris”. Así describió la sensación de un sorbo de Chartreuse el novelista británico Evelyn Waugh en 'Brideshead revisited' (1945). El licor, tal y como el Bénedictine, tiene un pasado medicinal y un presente todavía monástico: los monjes cartujos, en el monasterio fundado por San Bruno en Grenoble (1084), crearon una fórmula de hierbas y especias tradicionalmente empleadas en remedios, y a día de hoy siguen elaborándolo. “Como los monasterios eran farmacopeas primitivas, los monjes servían de apotecarios, y producían elixires herbales que, en distintos casos, evolucionaron en licores modernos”, señala Lesley Jacob Solmsonson en Liqueur, A Global History (Reaktion Books, 2024).

El fervor reciente se explica por diversas razones. Por un lado, y aunque el Chartreuse siempre se había tomado a solas, como digestivo -Kingsley Amis lo sugiere como aderezo de un helado de vainilla en 'Everyday drinking' (Bloomsbury, 2008)-, está el redescubrimiento de un cóctel de los años 20, el Last Word, por el mítico 'bartender' Murray Stenson. El cóctel, verde por el efecto del licor, se convirtió en la bebida estrella del bar Zig Zag, en Seattle, aunque su origen está en Detroit y se dice que fue creado por una cantante de vodevil.

“Esto puso el Chartreuse en el centro de las miradas de los 'bartenders' y ahora no hay bar que se precie sin él”, explica François Monti, experto en coctelería y bares, que augura una buena perspectiva para el licor en los próximos años. “No obstante, la marca ha anunciado que no va a subir la producción ante la creciente demanda, que ya ha supuesto un incremento hasta el doble de su precio”: de unos 20 euros a unos 40. Monti recalca que al ser un licor de alta graduación (55º el verde, 45º el amarillo) no es necesario emplear mucha cantidad en un combinado. “De hecho, en la coctelería de baja graduación alcohólica en tendencia, basta con un toque de Chartreuse para levantar y potenciar un cóctel”.

Evoluciona con los años

Monti considera que el Chartreuse es un producto de gran calidad y con potencial de evolución, dos razones que también explican el furor actual por una botella antigua de este licor. “Por ser de gran calidad, por su inmensa cantidad de botánicos y por el alcohol y su dosis alta de azúcar que aseguran la conservación, evoluciona con los años y eso causa fascinación”. Su calidad es tal que el experto lo usa como ejemplo de un destilado bien hecho. “Cuando doy clases sobre licores y vinos aromatizados en la escuela de negocio Kedge, el Chartreuse es el mejor ejemplo de la calidad de trabajo de un licorista. Incluso si no te gusta su sabor, ya que es potente y puede ser polarizante, al segundo sorbo (porque el primero es sorprendente) enseña perfectamente qué es un buen licor: hay calidad en las infusiones, en la integración de los botánicos y en la estructura que logra el producto”.

El registro de marca de Chartreuse, datado en 1884.

El registro de marca de Chartreuse, datado en 1884. / El Periódico

La historia también juega un peso importante en la fama (y la cotización) que ha logrado alcanzar Chartreuse en el mercado de licores. “El nacimiento del Chartreuse se documenta en 1257, cuando la orden de los cartujos fundó su monasterio en Vauvert. Allí, en las afueras de París, los monjes se relacionaron con Arnau de Vilanova y su estudiante, Ramon Llull, cuya alquímica ‘agua de vida’ inspiró a los monjes a crear su propio elixir”, dice Jacobs Solmonson. “La receta definitiva del Élixir Végétal de la Grande Chartreuse se produjo en el monasterio de Grenoble, y fecha de 1764 en un manuscrito que describía su composición”. En 1840 llegaría su versión amarilla y en 1884, se registró la marca.

Fredi Torres, enólogo y coleccionista de Chartreuse de origen suizo, lleva desde que vino a España hace 22 años bebiendo este licor. Lo descubrió cuando llego a vendimiar al Priorat, en Mogador, gracias al fallecido Benito Báquena, del extinto bar L’Ara-Cata, que regentaba junto a su pareja Ana. Y a pesar de que no le gustan los destilados, el Chartreuse le llegó al alma.

“Está por encima de los otros destilados. Tiene un punto medicinal que te recuerda a tu infancia y aunque es alto en alcohol no te quema. La complejidad de las hierbas, su calidad y la magia de su historia hacen del licor algo muy especial”, dice Torres, que recuerda la conexión de Chartreuse con Tarragona. “Al ser expulsados de Francia en 1903, los monjes se establecieron en Tarragona por su puerto y buenas conexiones, y fabricaron allí su licor hasta 1983, cuando cerró la fábrica”.

Esto avivó el sentimiento nostálgico y la revalorización del producto, puesto que el arraigo de la bebida en la zona era intenso. El aviso de la disminución de producción, hoy en un millón de botellas, hace que la búsqueda de botellas antiguas y la compra de nuevas se haya disparado. “Hay dos tipos de coleccionistas: los que quieren hacer negocio y los auténticos 'chartreusistes', que lo compran para beber y compartir y hasta pasan en peregrinaje por el antiguo almacén del puerto, en Santa Tecla”.

Botellas especiales

A parte del Chartreuse que todos podemos comprar en una licorería o en el supermercado, también hay botellas clasificadas como especiales y excepcionales por los propios monjes: Foudre 147, la Joya de los Mejores Obreros de Francia (M.O.F.), el Licor de Elixir y el del 9º centenario; y también el Chartreuse verde o amarilo V.E.P., es decir, envejecidos. “Y luego hay cosas todavía más extraordinarias, que solamente se nos ofrecen a una lista de 700 personas en el mundo, escogidas por los propios monjes, que van desde los 60 u 80 euros a los 10.000”.

La mezcla de añadas antiguas, la fecha de la botella, su lugar de origen y, también, las ediciones especiales de Santa Tecla, con un diseño de botella diferente y una receta de mezcla episcopal (de Chartreuse amarillo y verde) que se ajusta de año en año, hacen que los precios del preciado licor varíen.