Import&Export (VII)

Barcelona y Moscú: los 'anticafés' que cobran por horas versus lecciones de accesibilidad

La capital rusa cuenta con bares que cobran por tiempo y no consumo, ideales para teletrabajar y disfrutar de eventos culturales

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Moscú tiene unos curiosos 'anticafés' donde las prisas se disipan

Moscú tiene unos curiosos 'anticafés' donde las prisas se disipan / EFE/SERGEI ILNITSKY

Àlex Bustos

Àlex Bustos

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Las ciudades globales comparten muchos retos y preocupaciones. Barcelona se ha inspirado en numerosas ocasiones en las soluciones ideadas por otras urbes y también ha servido de modelo para consistorios que buscaban buenas prácticas. EL PERIÓDICO radiografía este verano políticas públicas y experiencias locales que podrían alimentar los próximos años este flujo de importación y exportación, de la mano de la red de corresponsales y periodistas de esta redacción. 

Tras las entregas sobre Berlín, EstambulLondresParísNueva York y Roma, le toca el turno a Moscú por sus 'anticafés' y su accesibilidad.

IMPORT

Moscú, la capital rusa es estrés, bullicio en el metro y millones de moscovitas que acuden raudos al trabajo, a la universidad y a sus quehaceres diarios. Físicamente cerca pero metafóricamente lejos, se encuentran los llamados anticafés. Además de ser un remanso de tranquilidad, destacan por una idea de negocio diferente a la de la mayor parte de negocios de restauración del mundo: el cliente nunca pagará por lo que consume, si no por el tiempo que pasa en el local. Durante este podrá pedir algunas bebidas no alcohólicas sin coste añadido y self service de dulces y snacks de todo tipo. Es decir, cuanto más tiempo se esté en el lugar, más se pagará, en ocasiones incluso trabajan 24 horas al día. Muchos de ellos cuentan además con una tarifa plana que hace que, al pasar más de X horas, se pague un precio fijo.

Algunos de ellos, además de ofrecer pequeñas salas que ayudan a mantener cierta intimidad y encuentros más cercanos, también suelen contar con juegos de mesa para favorecer que sean lugares donde los clientes buscan compartir un rato en buena compañía y no solo tomar un café en un sitio cualquiera. La intención de estos cafés es que todos los clientes se sientan como en casa con luz cálida y sillas cómodas, ideales para un tentempié, una cita romántica o un encuentro entre dos amigos que hace tiempo que no se ven y quieren ponerse al día.

Debido a la atmosfera cálida y de encuentro, muchos de los anticafés moscovitas se han convertido en lugares donde se preparan eventos de diferente índole, como por ejemplo, de intercambios de idiomas. Lenguas extranjeras como italiano, francés, inglés y español resuenan en las paredes de algunas de las salas de los anticafés, además de músicos y otras actividades culturales.

Comparación entre las ciudades de Barcelona (España) y Moscú (Rusia)

Uno de los organizadores de uno de los muchos clubes de español es Álvaro. Él lleva algunos años preparando su evento de castellano en un anticafé del corazón de Moscú, en el que se juntan tanto españoles y latinos como rusos con diferentes niveles de aprendizaje del idioma. “Elegí un anticafé para organizar mi club de español porque estos espacios ofrecen un ambiente acogedor y flexible que se adapta muy bien a reuniones sociales y actividades en grupo” explica. Álvaro organiza este club de español de forma totalmente amateur y por amor al arte. Normalmente asisten al evento entre 10 y 20 personas, de diferentes procedencias. Aunque es un evento programado, se busca que sea totalmente informal y muchos de los presentes buscan únicamente divertirse y conocer gente, aunque algunos llevan libretas en mano para apuntar aquellas palabras que no conocían para recordarlas. Él añade que “lo que hace a los anticafés en Moscú diferentes de otros lugares es, precisamente, este modelo único donde el pago está basado en el tiempo de estancia en lugar de en la cantidad de comida o bebida que se compra”.

Exportar el concepto a España puede ser complicado. Ya hubo una intentona de dos chicas rusas, Daria e Irina: en el año 2015 crearon un anticafé en la calle Castillejos de Barcelona, cerca de la famosa Sagrada Família, pero su innovador negocio dejó de funcionar tiempo más tarde.

EXPORT

El tamaño de Moscú puede ser un problema para aquellas personas con minusvalías debido a un esfuerzo mayor para ir de a un sitio a otro, pero no es el único problema. Muchas estaciones de metro no cuentan con ascensores y páginas especializadas como Wheelchair Travel dan un toque al subterráneo de la capital rusa por su poca accesibilidad. Solamente en algunas estaciones hay elevador público. Además de la joya de la corona del transporte público ruso, también destaca la misma página que muchas atracciones turísticas no están preparadas para los “inválidos” (tal y como se les llama en ruso, aunque en el idioma local no tiene connotaciones negativas como en español). La Plaza Roja, los jardines de Alexander, el centro comercial GUM, entre otros, son algunas de las atracciones que sí están preparadas para aquellos que tengan problemas de movilidad, aunque algunos otros platos fuertes de Moscú solo serán accesibles para ver desde fuera. Donde sí se ven plataformas de acceso es en la red de buses y trolebuses, que poco tienen que envidiar al metro, a excepción de la belleza de sus paradas.

Más allá del transporte público, moverse tampoco es demasiado sencillo. Para empezar no hay muchas rampas suaves en las aceras, algo complicado para unas ruedas. Incluso es más complicado cuando la nieve llega para quedarse. Aunque la capital moscovita suele estar impoluta, en algunos arcenes sí se acumula la nieve, algo que dificulta el paso de vehículos de movilidad personal. Cruzar la calle puede ser un reto en algunas partes del corazón de Rusia, pues ante la falta de pasos de cebra en algunas de las congestionadas avenidas de la ciudad hay pasos subterráneos para que los peatones pasen de un lado a otro. Una solución práctica para el moscovita medio, pero incómodo para alguien que lleve silla de ruedas, pues la pendiente suele ser elevada y acabará necesitando el apoyo de otra persona que le lleve. 

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