Import&Export (VI)

Barcelona y Roma: cine más asequible versus regulación turística principiante

La 'Ciudad Eterna' tiene en la cultura un gran punto fuerte, pero afronta con retraso la saturación de visitantes

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El Coliseo romano, icono para los vecinos romanos también

El Coliseo romano, icono para los vecinos romanos también

Irene Savio

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Las ciudades globales comparten muchos retos y preocupaciones. Barcelona se ha inspirado en numerosas ocasiones en las soluciones ideadas por otras urbes y también ha servido de modelo para consistorios que buscaban buenas prácticas. EL PERIÓDICO radiografía este verano políticas públicas y experiencias locales que podrían alimentar los próximos años este flujo de importación y exportación, de la mano de la red de corresponsales y periodistas de esta redacción. 

Tras las entregas sobre Berlín, EstambulLondresParís y Nueva York, le toca el turno a Roma por sus proyecciones al aire libre y los retos del turismo de masas.

IMPORT

Barcelona y Roma son dos ciudades mediterráneas que comparten una cultura de vida al aire libre, especialmente en verano. Esta realidad ha sido aprovechada por la ciudad italiana en los últimos años para poner en marcha un gran número de ciclos de cine al aire libre, gratuitos o a precios bajos, en toda la ciudad —desde el Coliseo hasta las periferias— para aliviar y entretener a la población cuando el sol cae y el calor finalmente se atenúa. Una oferta que podría inspirar a Barcelona, donde las proyecciones estivales de títulos 'mainstream' tienen gran éxito pero no siempre son asequibles.

Uno de los eventos estrella en Roma desde hace tres años es el cine al aire libre en el Templo de Venus, una explanada delimitada por las columnas del que fue el mayor santuario de la Antigua Roma, en pleno Foro, entre la Basílica de Majencio y el Coliseo. Por iniciativa del Parque Arqueológico del Coliseo y la Cineteca Nacional, este año se proyectó allí Quo Vadis, en un programa de películas centradas en la posguerra italiana.

En verano, Roma se transforma en un enorme cine al aire libre al atardecer

En verano, Roma se transforma en un enorme cine al aire libre al atardecer / EFE / Gonzalo Sánchez

Otro caso son las carteleras propuestas por la Fundación Cine para Roma, que este año han ofrecido —también de forma gratuita— películas internacionales en cinco barrios de la ciudad. Esto incluyó áreas periféricas como el difícil barrio de Tor Bella Monaca, así como el bello Parque de los Acueductos, donde se proyectaron filmes como Forrest Gump de Zemeckis y Los tres días del Cóndor de Pollack.

Además, ha habido una gran participación en la célebre plaza San Cosimato, en Trastevere, uno de los barrios más en boga de la capital italiana. Aquí, los jóvenes del Teatro America han organizado no solo proyecciones de películas, sino también eventos con actores y directores de cine italianos y de fama internacional, así como actividades para las familias.

Las posibilidades no acaban aquí. De hecho, entre las iniciativas privadas ha destacado este verano 'Viva il cinema!', que propuso una cartelera con filmes recientemente estrenados en los festivales de cine de Venecia y Cannes. Precio del boleto: 3,5 euros, una cantidad reducida gracias al apoyo del Estado italiano y de la UE, con el objetivo de incentivar el cine en Italia.

EXPORT

El éxito y la belleza de Roma, sin embargo, también se están convirtiendo en un problema para la ciudad. La razón es que, como ocurre en Barcelona, la capital de Italia sufre cada vez más presión por el turismo de masas, lo que —con mayor ímpetu desde el fin de la pandemia de COVID-19— está vaciando el centro de sus históricos habitantes y ha convertido el acceso a la vivienda en una gran preocupación. No obstante, hasta ahora, la llegada de visitantes no ha sido objeto de nuevas regulaciones específicas, ni ha habido movilizaciones sociales que urgieran a hacerlo.

El primer intento es reciente. El año pasado, la ministra de Turismo, Daniela Santanchè, promovió a nivel nacional una nueva regulación que aumentó los requisitos para que los propietarios conviertan sus inmuebles en pisos turísticos. La medida, sin embargo, ha sido criticada precisamente por no haber fijado un tope máximo al número de viviendas turísticas que debería haber en las ciudades italianas, en especial en la densa Roma.

La Fontana di Trevi, llena de gente.

La Fontana di Trevi, llena de gente. / Irene Savio

Ahora que Italia da el paso, su capital podría inspirarse en las políticas de Barcelona en este campo. Por un lado, las restricciones ya en vigor al sector hotelero y, por otro, la reciente decisión de eradicar en 2028 las 10.000 licencias de pisos turísticos que tiene actualmente la ciudad. Ambas medidas, pese a no ser una solución completa para el acceso a la vivienda, han puesto sobre la mesa una urgencia que también tiene Roma: garantizar que las personas que viven de forma estable en la ciudad puedan alquilar un piso sin enfrentarse a subidas desproporcionadas.

El precedente de Barcelona --además del veto de Nueva York a los apartamentos-- fue señalado recientemente incluso por Avvenire, el diario de los obispos italianos, como ejemplo de ciudad en la que este problema socioeconómico marca la agenda política.

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