Import&Export (V)
Barcelona y Nueva York: deporte gratis que podríamos emular versus unos mercados envidiables
En la gran urbe americana hay polideportivos municipales gratis, pero cuesta proveerse de producto fresco a un precio asequible
Barcelona y Estambul: el transporte público marítimo que podríamos copiar versus urbanismo asfixiante
Barcelona y Londres: pago 'contactless' envidiable en el metro frente a ir de 'shopping' entre coches
Barcelona y París: un pan inconfundible que podríamos copiar y las fiestas de barrio que nos envidian
Irene Benedicto
Redactora de Internacional
Excorresponsal en EEUU con Agencia Efe con experiencia en medios internacionales incluyendo BuzzFeed News en Londres y la revista Forbes en Nueva York. Ha sido colaboradora del New York Times en San Francisco y su trabajo ha sido publicado en el Washington Post. Obtuvo una beca para cursar el Máster en Periodismo de Investigación en la Universidad de California en Berkeley.
Las ciudades globales comparten muchos retos y preocupaciones. Barcelona se ha inspirado en numerosas ocasiones en las soluciones ideadas por otras urbes y también ha servido de modelo para consistorios que buscaban buenas prácticas. EL PERIÓDICO radiografía este verano políticas públicas y experiencias locales que podrían alimentar los próximos años este flujo de importación y exportación, de la mano de la red de corresponsales y periodistas de esta redacción.
Tras las entregas sobre Berlín, Estambul, Londres y París, le toca el turno a Nueva York por sus inclusivas canchas y exclusivas verduras.
IMPORT
La ciudad de Nueva York, y no solo Manhattan, es una gran isla en Estados Unidos, una excepción progresista en medio de un país que cultiva poco la idea de ‘lo público’. La vocación de crear una sociedad de bienestar desde lo local tiene limitaciones, pero NYC saca pecho de aquello que la hace única, como el transporte público, con el famoso metro de Nueva York que circula las 24 horas al día en un país que funciona a golpe de coche. Otros ejemplos son menos conocidos, como las infraestructuras deportivas públicas y de primer nivel a disposición de los neoyorquinos de forma totalmente abierta y gratuita.
Quizá por el furor que despierta la Maratón de Nueva York, que se celebra cada noviembre, la ciudad se vuelca en el deporte y, en particular, el atletismo. Las 35 pistas de atletismo públicas de sus cinco distritos cuentan, además, con el centro cubierto de césped, con porterías para jugar a fútbol (lo que ellos llaman ‘soccer’) y las altas barras verticales para el fútbol americano.
City Parks, la institución pública que gestiona estos espacios y que contó con 618 millones de dólares en 2024, ofrece cursos gratuitos para niños. Los adultos organizan ‘pachangas’ al caer la tarde y traen a este espacio las prácticas del momento: desde crossfit o yoga, hasta entrenamientos personales de boxeo o ‘roundnet’, una especie de volley playa con una cama elástica por red. La estampa de convivencia inusual es casi bucólica.
En cambio, en Barcelona solo existe un centro deportivo totalmente gratuito, en el barrio de Les Corts. El Parc de la Bederrida, inaugurado en 2019, cuenta con 7.000 metros cuadrados, con pista de atletismo y un macrogimnasio al aire libre. Es el éxito de una lucha vecinal para dar un nuevo uso a un aparcamiento que utilizaban estudiantes de Zona Universitaria y aficionados del Barça que acudían al Camp Nou. Todo el resto de centros deportivos municipales barceloneses son de pago, aunque tengan muchos descuentos para perfiles vulnerables. El deporte gratis lo acogen otros espacios no destinados a ello, como parques o playas.
Si bien Barcelona sale perdiendo de esta comparativa, hay que tener muy en cuenta el marco de la iniciativa neoyorquina. La promoción de una vida activa y la lucha contra la obesidad en EEUU se beneficiaría de reformas estructurales, por ejemplo, del sistema sanitario, pero estas no dependen del ayuntamiento. El deporte también quiere ser un elemento ecualizador: facilita el acceso al deporte de personas que no podrían permitirse uno de los gimnasios de élite de Manhattan en los que, se dice, se cierran los tratos importantes de la ‘city’. Para algunos es un parche a las marcadas diferencias de clase; para otros, un intento positivo para contrarrestar una ausencia de ‘lo público’ a nivel nacional.
EXPORT
Pero la vida saludable, además del deporte, pasa por una alimentación equilibrada, rica en productos frescos, cuyo hallazgo en EEUU puede ser complicado y, en cualquier caso, caro. En eso, Barcelona le lleva ventaja con sus 39 mercados alimentarios que venden frutas y verduras, carne y pescado, todo fresco. Forman parte del ADN de la ciudad, con edificios de valor arquitectónico –como la emblemática estructura de hierro del siglo XIX del Mercat de Sant Antoni o el icónico Mercat de Santa Caterina, con su moderna cubierta de colores–.
La supervivencia de estos establecimientos atraviesa dificultades, desde el coste de rehabilitar las sedes hasta la dura competencia de grandes supermercados que pueden permitirse precios más bajos. Se calcula que han desaparecido unas 2.000 paradas desde el año 2000, más del 60%. Ante esta debacle, el ayuntamiento trata de dinamizarlos con iniciativas como 'Mercats a un clic', que permite hacer compras online de todos los mercados. También la fiesta anual ‘Mercat de Mercats’, que se celebra desde hace una década, exhibe paradas de todos los barrios en un lugar céntrico, con talleres de cocina y actividades para niños.
La versión neoyorquina de estos mercados son los ‘farmers market’ (mercados de agricultores) que traen sus productos del campo a la ciudad. En NYC hay más de un centenar, normalmente de sólo unas pocas paradas, ocupando a lo sumo una cuadra. Pero además de su baja regularidad (semanal o mensual) que dificulta el aprovisionamiento regular, los precios son muy elevados (manzanas de hasta 3 dólares). Las paradas, diseñadas para –y, a menudo también regentadas por– jóvenes ‘hipsters’, son una muestra más de la gentrificación: mientras la población local es reemplazada por otra de rentas más altas en los barrios que se ponen de moda, las costumbres ahora llamadas ‘auténticas’ se revisten de un glamour que solo algunos pueden pagar.
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