Desconcierto en el mayor bloque de Barcelona subastado por el Clínic: “Nos echarán a todos”

“¡Vaya mala noticia!”, resopla Barbora. EL PERIÓDICO la aborda mientras baja por la escalera del bloque de la Gran Via de Barcelona donde vive de alquiler desde hace unos cuatro años. ¿Tiene idea de que el propietario, el Hospital Clínic, ha comunicado mediante un anuncio en prensa que subastará la finca, con sus inquilinos dentro? “No sabíamos nada. Pero no me extraña. Estaba esperando a que pasara. Era solo cuestión de tiempo que la bomba explotara”, responde.

El Clínic define la venta de cinco edificios con 48 pisos habitados como un “procedimiento ordinario” de “gestión patrimonial”. Añade que no suele convocar subastas para desprenderse de propiedades -cita un antecedente en 2016- y no se deshará de toda su cartera inmobiliaria. No en vano, mantendrá viviendas repartidas por la capital. Los bloques ahora en liza proceden de herencias que el hospital recibió. 

“Aquí había un usufructuario que falleció hace tres años”, recuerda Barbora. Para pujar por el edificio, no se aceptarán ofertas por debajo de 6,95 millones de euros. La inquilina sospecha que será testigo de una historia que prolifera en el distrito del Eixample en los últimos años: compras de bloques enteros que se reforman en profundidad, los alquileres se encarecen y los vecinos acaban marchándose, sin opción a renovar o incapaces de asumir la subida de precios. La Asociación de Vecinos de la Dreta de l’Eixample tiene identificados 98 inmuebles adquiridos por un solo titular que se han remodelado como promociones de apartamentos tasados a precios de lujo.

“Es lo que siempre pasa en Barcelona, que acaba viniendo un fondo buitre. Es lo que pasará aquí”, predice Barbora. “Los vecinos están inquietos y nerviosos porque sabemos que, probablemente, en cuanto el edificio quede en manos de nuevos inversores nos echarán a todos”, teme. 

Decadente y distinguido

La finca de Gran Via transpira un aspecto decrépito y luce proporciones señoriales. Una envoltura metálica sobre el portal y las redes bajo los balcones advierten del riesgo de desprendimientos. “Hace unos 10 años que la fachada está así. Está tan viejo que podría caerse algo. Es tercermundista”, recrimina Pilar, que viene a echar un ojo al piso mientras su hija está fuera. 

De puertas adentro, 10 de los 14 domicilios de la escalera -luminosos, de paredes altas y repletos de habitaciones- miden 186,3 metros cuadrados. Uno de ellos, recién alquilado por 1.700 euros al mes, está enfrascado en plena reforma. Pilar cuenta que el domicilio le sale a su hija por unos 1.200 euros mensuales, acorde a la media del barrio de Sant Antoni. Otros alquileres en el mismo bloque distan del promedio: la renta más baja cae a 553,25 euros. El Clínic ingresa 157.412,88 euros como máximo al año con los arrendamientos del inmueble.

Pilar atestigua que el administrador no ha avisado a su hija del probable cambio de propietario. “El edificio debe de producir más gastos que beneficios al Clínic. Se lo alquilan a uno pero entran con seis o siete amigos. Normal que no le salga a cuenta”, intuye.  

Alejandro se instaló junto a dos compañeros hace medio año. Afrontan el pago de unos 1.800 euros al mes entre los tres. “Los administradores no nos dijeron nada de que se fuera a vender. Por suerte, el contrato es de largo plazo, de unos cinco años”, responde.

Barbora recalca que la finca acusa varios achaques. “Hay tuberías que se han roto unas cuantas veces, hay humedades en la portería… Lo hemos comentado varias veces con la inmobiliaria. Nos responden que la propiedad está al tanto”, asegura.

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