Barceloneando

Carlos Echevarría, el artista ecléctico al que Barcelona no quiso hacer caso

A sus 71 años, este gamberro conceptual ha hecho de su extensa obra una envidiable manera de "pasarlo bien", sin más pretensiones que la libertad y gustar a los suyos: "He hecho lo que me ha dado la gana, pero igual me he quedado corto"

Dentro del taller de Carlos Echevarría

El artista Carlos Echevarría, en uno de los espacios de su galería-taller en Barcelona. / Patricio Ortiz

Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Carlos se queda un poco descolocado al ver a Patricio con la cámara. "¿Pero cómo? Esto no me lo habías dicho...". Se revisa de arriba abajo y concluye que quizás se habría vestido distinto. Pero va impecable: gafas oscuras, camisa negra de manga corta muy desabrochada, tejanos, buen reloj y generosa cruz de oro colgando hasta la base del esternón. Recibe a este diario en su galería-taller, sita entre Les Corts y L'Hospitalet, en un tranquilo pasaje. Desde la calle, nada hace sospechar que dentro hay más de 250 m2 con centenares de obras de arte que casi nadie ha visto. "Porque no me sé vender, porque se me da fatal poner precio a las cosas y porque la mayoría de galerías son enemigas del arte". Bienvenidos al mundo de Carlos Echevarría, el peculiar artista conceptual al que, como a tantos otros, Barcelona no quiso hacer demasiado caso.

Un cerdo enjoyado y una pastilla de jabón con dispensador de jabón, dos de las obras de Carlos Echevarría

Un cerdo enjoyado y una pastilla de jabón con dispensador de jabón, dos de las obras de Carlos Echevarría / Patricio Ortiz

A sus 71 años ha entrado a lo grande en esa etapa de la vida en la que uno ya no filtra demasiado ni la forma ni el fondo de sus palabras. En su caso, además, pronto se intuye que es un hombre que siempre ha sido un verso libre. Ha hecho lo que le ha dado la gana, vamos. No lo interpreten mal, es un halago. Porque don Carlos lleva 40 años pintando y esculpiendo. Creando. "Para mi ha sido como una jornada laboral. Me levanto, desayuno, vengo al taller y paso el día con mis cosa. Soy el jefe, el currante; soy todo. He hecho lo que me ha dado la gana, pero igual me he quedado corto". Se preguntarán si ha tenido algún trabajo más allá de su obrador de pinceles y herramientas. La respuesta sin contexto es que no. El paisaje familiar -los detalles están de más- le ha permitido llevar una vida ligera. Pero eso sí: disciplinada.

Turismo, un coñazo

Carlos Echevarría fue el mayor de 13 hermanos de una familia tradicional que vivía en el cruce de Balmes con General Mitre. Fue un alumno bastante regulero que solo destacaba en el dibujo, una disciplina que entonces era una minucia. Estudió "en seis o siete colegios" y luego empezó a estudiar Turismo. "Aburridísimo, no me interesaba nada". Lo dejó un año después e intentó entrar en Bellas Artessu pasión desde pequeño, cuando en ese abigarrado piso encontraba la paz para pincelar en el trastero, "rodeado de maletas". Se preparó en un estudio en la Pedrera con el pintor Francisco Sainz de la Maza. "Era muy exigente, pero era una delicia ver cómo pintaba. Y aprendí muchísimo en poco tiempo".

"Si sigo en esto es por mis hijas. Ellas entienden que su padre es fabuloso, y eso me anima a seguir"

Pero le recharazon dos veces: "¿Qué sentido tiene pintar una figura de yeso? ¿De verdad ese es el filtro correcto?". Se quedó fuera y empezó a trabajar como compaginador e ilustrador gráfico en Mundo Diario. También daba clases de dibujo, pero tuvo que dejarlo porque, por decirlo suavemente, orilló cierto requisitos para poder ejercer como formador titulado. "Daba bastante el pego", bromea.

La época de las botellas de Carlos Echevarría fue muy prolífica

La época de las botellas de Carlos Echevarría fue muy prolífica / Patricio Ortiz

Se casó con Inés y tuvieron dos hijas que son -se emociona con disimulo- la razón por la que sigue en esto. "Ellas entienden que su padre es fabuloso". Y esputa un largo silencio. Su manera de moverse, de hablar, de evocar el pasado, de ser gamberro desde el arte..., se intuye en Carlos un orgulloso síndrome de Peter Pan. También cuando le dieron nietos. "No tenía ningún interés en ser abuelo, porque implicar hacerse mayor; pero admito que es una satisfacción". A uno de los renacuajos le ha comprado unas pinturas para que haga sus cosas cuando viene a verle.

Llaves y Españas

La obra de Carlos Echevarría ha ido siempre por rachas, pero siempre ha coincidido la ausencia de colores como el verde o el azul. Le dio por las botellas de mil formas distintas, los lápices, las bolas del mundo, los mapas de España y Catalunya. Le encantan las llaves "que abren y cierran puertas", las monedas doradas, el ajedrez, las macetas, el pan. Le gustan las texturas, el sarcasmo, el humor inteligente. El arte ecléctico y conceptual, en definitiva.

Un bodegón que se vino arriba y saltó del cuadro

Un bodegón que se vino arriba y saltó del cuadro / Patricio Ortiz

Tiene un pie de cerdo con un diamante, una pastilla de jabón Lagarto con un dispensador asido, un teclado de ordenador con chinchetas en lugar de letras y un botijo de Coca-Cola. Un cráneo con una tirita, una lata de atún en una pecera y centenares de 'collage' en los que superpone su creatividad sobre la obra de otros artistas de renombre. También ha colocado pendientes a la Mona Lisa, le ha puesto ojos de muñeca a Da Vinci, ha pintado decenas de cigarrillos.

Pasarlo bien

Sin una referencia clara ni un artista fetiche, Carlos ha tenido una premisa innegociable: "Me lo he pasado siempre muy bien, nunca he venido de mala gana. Y sí, soy consciente de que he sido muy afortunado. He tenido muchos días buenos y también muchos días malos en los que pensaba '¿qué cojones estoy haciendo'?". ¿Pero nadie le ha echado nunca en cara no haber tenido un trabajo, digamos, tradicional? "Mira, me toca más los cojones que me comenten algo sobre perder el pelo que sobre lo que hago o dejo de hacer". Queda respondido.

El botijo de Coca-Cola, de Carlos Echevarría

El botijo de Coca-Cola, de Carlos Echevarría / Carlos Márquez Daniel

Expuso en Colonia y en Nueva York. En Alemania pudo quedarse, pero las niñas eran pequeñas y menuda pereza le daba el idioma. En Barcelona ha mostrado su obra en siete ocasiones. "Siempre en galerías de segunda que al poco tiempo cerraban..., ¡mal fario!", se parte de risa. En 1992, Josep Maria Cadena le dedicó una de sus críticas en este diario. Elogiaba su "ingenioso ejercicio de manipulación con obras famosas". "Un buen trabajo al que se unen algunas pinturas que no tienen la misma calidad". "Tiene razón", admite Echevarría más de 30 años después. Lo suyo, más que la pintura, ha sido "la travesura plástica", como escribiría otro crítico de la época que también elogió sus propuestas.

Décadas sin agua

Quizás se queden con la duda de si estamos o no ante un artista de nivel. Sintiéndolo mucho, quien les escribe carece del criterio necesario para verter una opinión que valga la pena leer. Son obras distintas, sin duda. Simpáticas, también. Provocadoras, seguro. Lo que no admite duda es que Carlos Echevarría es de esas personas con las que uno seguro que no aburre. Tengan en cuenta, además, que lleva décadas sin beber agua. "Solo para las pastillas". Prefiere la Coca-Cola Zero y el cava, así que sin duda, la noche seguro que se alarga. Genio y figura.

Carlos Echevarria, en su taller, rodeado de algunas de sus obras

Carlos Echevarria, en su taller, rodeado de algunas de sus obras / Patricio Ortiz

Como cualquier artista, Carlos anhela que la muerte venga a por él en su taller. Y para no quedar mal, el cava ya lo tiene en la neverita. "Que me encuentren ahí estirado", bromea. Solo le preocupa "el marrón" de dejarle todo esto a sus niñas. "Eso sí me agobia". Todo puede cambiar. Porque igual alguien que sí sabe de arte llama a su puerta y le echa una mano para saltar a las galerías. A las buenas, a las que no cerrarán si él expone. Pero si eso no pasa, si se mantiene en el anonimato, nada le sacará de aquí mientras sus hijas sigan diciendo que su padre es fabuloso.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS