Sede consistorial
Barcelona humanizará el mastodóntico Edifici Novíssim de la plaza de Sant Miquel
El ayuntamiento impulsa, por 4,5 millones de euros, la reforma del vestíbulo y la fachada de esta finca con la que Porcioles quiso, pero no pudo, parecerse a Nueva York
Barcelona rescata el rosetón central y un maltrecho muro del Saló de Cent
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
La historia del Ayuntamiento de Barcelona se remonta al siglo XIII con la creación del Consell de Cent por parte del rey Jaume I. Pero una cosa es la institución, y otra muy distinta, la evolución de la sede consistorial. El edificio de Sant Jaume se levantó sobre lo que antes era una iglesia. Se inauguró en 1847. En la plaza trasera, la de Sant Miquel, se acometieron dos ampliaciones: una en los años 20 del siglo pasado y otra, la que nos ocupa en esta historia, en 1970, el denominado Edifici Novíssim, levantado bajo el cetro de José María de Porcioles, el alcalde de las remontas y el desarrollismo. Ahora el gobierno de la ciudad planea una reforma del vetusto vestíbulo y de la fachada de esta imponente finca, de manera que sea un lugar más amable y se integre más y mejor en el entorno.
El ayuntamiento tiene en licitación la redacción del proyecto y la dirección de la obra por un valor de 381.000 euros (sin IVA). La ejecución del trabajo se decidirá en un concurso posterior. El dibujo deberá estar terminado en septiembre de 2025, de manera que las obras, por un coste aproximado de 4,5 millones de euros, se puedan ejecutar a lo largo de 2026.
Lo que no podrá ser
En octubre de 2023, los arquitectos Maria-Alba Pijuan y Jordi Capdevila ya ganaron el anteproyecto de la reforma de los bajos del inmueble (imagen superior), formado por dos bloques que configuran una 'L' algo irregular: el vestíbulo, de una sola y respetable altura que genera una muy desaprovechada terraza y el armatoste de 10 plantas. Todo, con relieves (frisos y plafones) realizados por Josep Maria Subirachs. Su propuesta, sin embargo, según señalas fuentes municipales, no podrá prosperar, puesto que la idea "se demostró incompatible con la resolución plena de las funciones a las que ha de dar respuesta el propio vestíbulo, sobre todo en lo que hace referencia a la seguridad".
La propuesta de estos expertos incluía reubicar la entrada principal -ponerla más centrada y más lineal- para "crear nuevos flujos de circulación y visuales y, al mismo tiempo, generar una mayor eficiencia de usos". "El objetivo -prosiguen los autores en su memoria- es dotar al vestíbulo de una imagen renovada, mejorar la funcionalidad del espacio, facilitar la circulación a través suyo, dotarlo de un valor simbólico y representativo y asignar unas funciones claras a cada nueva sala". Lo que mantenían intacto, y parece que así seguirá, es el ciprés exterior, un árbol que simboliza la hospitalidad de la que ahora carece el vestíbulo.
Aunque el edificio principal sea el de Sant Jaume, la entrada principal es la del Novíssim. Pero por aquí solo circulan funcionarios, concejales, cargos de confianza, paquetería y visitas. Además de los periodistas que siguen la información municipal. El vestíbulo, de hecho, es lugar habitual de conferencias de prensa de bajo perfil. Las importantes se reservan para la sala Lluís Companys, mientras que los actos más solemnes se celebran en el Saló de Cent, la joya de la corona del ayuntamiento.
Este ostracismo se produjo a raíz de la obertura de la Oficia de Atención Ciudadana (OAC) de Sant Miquel, que dejó el vestíbulo sin un uso específico. Ni la reforma de la plaza, que dejó de ser una losa en la que aparcaban coches del consistorio para convertirse en un parque infantil, insufló algo de vida al lugar. Los automóviles oficiales, por cierto, siguen aparcando en la estrecha calle de la Font de Sant Miquel.
Fachada enferma
La licitación también incluye la fachada, que, según señala un portavoz del ayuntamiento, "padece distintos problemas funcionales, de pérdidas energéticas y filtraciones" que requieren de un proyecto de rehabilitación intensa. Así las cosas, el mismo equipo deberá dar respuesta tanto a las necesidades del vestíbulo como al encuentro entre las dos fachadas, lo que incluye la decisión de conservar, o no, el volumen de la marquesina y la posibilidad de centrar más la entrada.
No es la primera vez que se interviene en el Novíssim. Años atrás se actuó en el acceso a la OAC y también se llevó a cabo un plan de rehabilitación energética. De hecho, el edificio ya nació con modificaciones respecto al diseño original, que llevaba la firma de Enric Giralt Ortet y Lorenza García Barbón, que en 1958 recibieron el encargo de esculpir esta hercúlea continuación de las dependencias municipales. Ellos, sin embargo, idearon 10 alturas más una planta baja. Pero Porcioles, dicen las crónicas del momento, quería una sede similar al edificio de la ONU en Manhattan (Nueva York), inaugurado en 1952 a orillas del río Este. Lo cierto es que le salió más un bloque de la era soviética que una moderna mole 'made in America'. En fin, que se levantaron cuatro pisos más de lo previsto.
Un pleno aéreo
A principios de los 90, cuando todo tenía que ser perfecto de cara a los Juegos del 92, Pasqual Maragall deslizó la idea de achicar el edificio. Pero fue el mismo alcalde olímpico quien, cinco años después, planteó que en la planta 12 se instalara una nueva sala de plenos, con vistas a la ciudad, para substituir a la añeja sala de la Reina Regente (ahora Carles Pi i Sunyer), donde se siguen celebrando los cónclaves de 41 concejales. Aquella idea no cuajó.
Sí lo hizo la propuesta, ya en firme, en 1997, de derribar las plantas excedentes del Novíssim, cosa que no sucedió hasta el salto de siglo. Los paneles de Subirachs sobrantes, los que estaban colocados en la fachada de los pisos eliminados, fueron subastados. Un dinero que se usó después para reformar el Fossar de les Moreres y su entorno.
Fondos europeos y prisas
Aquel derribo, que tuvo que hacerse casi de manera manual, alumbró un nuevo mirador y un techo de placas solares financiado con fondos europeos. Tales fueron las prisas para cobrar esa subvención, que la obra se dio por terminada sin haber impermeabilizado el techo. A los pocos meses, unas goteras obligaron a desmontar el tejado y volver a montarlo. Eso no debería volver a pasar ahora porque la fiesta la paga la ciudad. Sin prisas.
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