Celebración multitudinaria

Las playas de Barcelona se vuelven a llenar de fiesta y verbena por Sant Joan

Decenas de miles de personas con ganas de diversión acudieron a los arenales horas antes de que el ocaso entrara en acción

Los chiringuitos volvieron a lamentar el veto del ayuntamiento y hasta los vendedores ambulantes admitieron que fue una mala noche para el negocio 

VÍDEO Muere un hombre degollado en la Barceloneta durante la verbena de Sant Joan

FOTOGALERÍA | La verbena de Sant Joan en Barcelona

Alba Casanovas Torre

Alba Casanovas Torre

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La tradición dicta que la verbena de Sant Joan comienza cuando el ocaso inunda de oscuridad del cielo, pero la fiesta para celebrar el solsticio de verano hace tiempo que decreta sus propias normas en Barcelona. Porque festejar una de las citas más importantes del calendario en la noche más corta del año (aunque fuese simbólicamente, ya que la real fue la del jueves al viernes) bien podría ser un oxímoron. Así, decenas de miles de personas empezaron el jolgorio mucho antes del atardecer. Lo hicieron abalanzándose sobre las playas, especialmente entre la de Sant Sebastià y la del Somorrostro, y con la de la Barceloneta como epicentro masivo del jolgorio. 

Imperaba el gentío con ganas de divertimento y curiosa era la miscelánea que se aposentaba sobre la arena, en la que los turistas golearon una vez más a los locales. Desde familias con hijos a grupos ingentes de amigos, pasando por las parejas que querían vivir un momento romántico. También había decenas de seguidores de Alemania, que jugó un partido de la Eurocopa, fans de Bruce Springsteen que todavía tenían la resaca emocional de los dos conciertos que dio en el Estadi Olímpic y amantes de la Fórmula 1 que se disputó en el circuito de Montmeló. A todos ellos se les identificaba por sus camisetas.

Había quien jugaba a las cartas y a juegos de mesa. Algunos charlaban y bailaban, y otros hacían fotos a los fuegos artificiales que comenzaban a destellar en el cielo. Hasta hubo quien se atrevió a encender pequeñas hogueras o hacer una barbacoa, algo prohibido en los arenales. Pero lo tónica fue el botellón masivo y la presencia de música en casi todos los corros. A cuál más alta y dispar, el resultado fue puro ruido, que solo el atronador estallido de los petardos y los fuegos artificiales fueron capaces de silenciar. "Está siendo muy ameno, un buen rato de 'chilling' con amigos hasta que el cuerpo diga basta, que será cuando amanezca", relató Carla, cerveza en mano. Y como su testimonio, decenas.

BARCELONA 23/06/2024 Barcelona. Playa de la Barceloneta en la noche de Sant Joan. FOTO de ZOWY VOETEN

Ambiente de la Barceloneta en la noche de Sant Joan. / ZOWY VOETEN

La noche más mágica del año —con permiso de la de los Reyes Magos— trascurría entre diversión y alegría, y olor a pólvora y humo de petardos, a partes iguales. Mientras que encontrar un hueco para poner la toalla fue complicado a medida que se acercaba la medianoche, el mar esperaba en calma a que la muchedumbre se adentrara en él. Quizás porque no fue una verbena sofocante como la del año pasado o acaso porque la gente ya no cree en los rituales de tan solemne fecha.

Alegría y algún rito

No era el caso de Natalia y Erika, dos amigas que pasadas las doce procedieron con un acto de purificación. Ambas se acercaron a la orilla de la playa de Sant Sebastià y quemaron dos hojas de papel. En ellas habían escrito a mano todo lo malo que querían dejar atrás. Era la primera vez que hacían algo así. "Queremos soltarlo", explicaron, aunque fue imposible sonsacarles qué habían apuntado, ya que eso invalidaría el rito. "Un poco de desamor, cosas del trabajo, de cómo nos sentimos...", atinaron a decir.

BARCELONA 23/06/2024 Barcelona. Playa de la Barceloneta en la noche de Sant Joan. FOTO de ZOWY VOETEN

Una pareja se besa en la playa de la Barceloneta en la noche de Sant Joan. / ZOWY VOETEN

Uno de los que se adentró en el Mediterráneo fue Oden, un sueco de 20 años. ¿Quizás porque es del norte? Vino a trabajar a la ciudad en noviembre y el martes se vuelve a su país. "Bonita manera de despedirse de Barcelona. Esta fiesta es como Fin de Año, pero en verano. Es una pasada", comentó junto a su grupo de amigos mientras se secaba el cuerpo. En cambio, Miryam solo se mojó hasta las rodillas. "Quería bañarme porque dicen que trae buena suerte, pero te juro que no puedo, está fría", contó mientras sus colegas la animaban. "Me calientan, pero bien que ellas tampoco se atreven", culminó entre risas de todas ellas.

Chiringuitos y vendedores ambulantes ofuscados

Un año más, y ya van tres consecutivos, en los chiringuitos escoció que se les vetara organizar fiestas y que tuviesen que bajar la persiana a las 3.30 de la madrugada. Preguntados al respecto, algunos de estos locales situados en la Barceloneta y el Somorrostro afirmaron que podrían facturar hasta un 30% más si se les levantara el veto. "Que sea final de mes tampoco ayuda, la noche nos la harán los turistas", comentó Carlos, el responsable del turno de noche de uno, que confirmó el sentir de muchos de sus compañeros de la zona: "Será una verbena floja", manifestó. Además, los chiringuitos criticaron que la medida da alas a la venta ilegal de productos.

En este sentido, abundaron los vendedores ambulantes que repetían incansablemente la palabra "barato". La decían por una razón: a ellos tampoco les iba bien. Tanto que hasta montaron paradas en el paseo marítimo. Lo hicieron convirtiendo en mesas las papeleras de cartón que puso el consistorio en su lucha contra el incivismo —qué ironía—. Sobre ellas se amontonaban las latas de cerveza, así como los mojitos y las sangrías ya preparados. El claro indicador de que no tenían salida es que en la mayoría no había rastro del hielo, y eso que ponían mucho para así ahorrarse la materia prima. "El año pasado los vendíamos a cuatro y cinco euros", indicó un vendedor que no quiso dar su nombre —suficiente fue dar con uno que quisiera hablar— . "Ahora a tres euros", remató, a la vez que admitió que lo que dictamina el precio final es el arte del regateo del cliente.

BARCELONA 23/06/2024 Barcelona. Playa de la Barceloneta en la noche de Sant Joan. FOTO de ZOWY VOETEN

Un vendedor ambulante vende mojitos en la playa de la Barceloneta en la verbena de Sant Joan de Barcelona. / ZOWY VOETEN

Controles laxos

Los puestos ilegales estaban a plena vista, en el paseo marítimo, y no parecieron molestar a la patrulla de la Guardia Urbana que pasó por delante. Tampoco tuvieron problemas Fabiana y Francis, dos venezolanas afincadas en Barcelona que esperaban sacar 200 euros con las arepas caseras y dulces que prepararon. Hasta llevaron consigo una mesa plegable y marcaron los respectivos precios en una cartulina a modo de cartel. "En las redes sociales decían que hoy se podía. Más allá también hay un puesto de hamburguesas", esgrimieron al ser preguntadas por si sabían que su actividad no estaba permitida. 

El dispositivo especial de la verbena que anunció el Ayuntamiento de Barcelona resultó imperceptible, laxo a lo sumo. El consistorio no especificó si, al igual que en la última celebración de Sant Joan, la Guardia Urbana movilizó 400 agentes por la ciudad, pero el operativo en las playas era el mismo, según explicó. Aun así, hasta las 02.00 horas de este lunes no se vieron tantos furgones y coches patrulla circulando arriba y abajo, como en 2023. Tampoco se consiguió del todo canalizar a la multitud para que desembocara en el arenal de la Barceloneta por los extremos del barrio y, de esta manera, blindar el descanso que reclaman los vecinos.

Pasadas las 00.30 horas, comenzó la desbandada y la estación de metro de la Barceloneta fue la más damnificada. Allí, los operarios tuvieron que dosificar el único acceso a la misma para controlar la afluencia de usuarios. Por un momento, parecía que había prisa por hacer todavía más corta la noche y terminar unos festejos que, como Cenicienta, tenían una hora límite: la juerga debía llegar a su fin hoy a las 6.30 horas, cuando los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana tenían órdenes de desalojar las playas para que un ejército de operarios de limpieza las dejen en buenas condiciones para los bañistas.