Visita exclusiva
El secreto de la cascada de la Ciutadella de Barcelona: así fue el primer acuario de la ciudad
El espacio contaba con una gruta artificial y fue una de las atracciones de la Exposición Universal de 1888
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David Martínez Herrada (@Historiesdebcn)
La cascada monumental de la Ciutadella guarda un secreto. En su interior se oculta el primer acuario de Barcelona, un espacio que contaba con una gruta artificial y que fue una de las atracciones de la Exposición Universal de 1888.
Esta semana, gracias al programa ‘Espais Ocults’ de 48h Open House Barcelona, un puñado de afortunados han podido acceder al recinto, cerrado al público desde hace casi un siglo. La iniciativa, organizada con motivo de las Semanas de Arquitectura 2024, ofrece visitas guiadas a una decena de espacios ocultos, vinculados a la Exposición de 1888.
Uno de ellos es la cascada de la Ciutadella, diseñada por el maestro de obras Josep Fontserè. Curiosamente, esta gran obra arquitectónica no fue concebida como tal. En el proyecto original, la cascada era una fuente que recreaba una pequeña gruta natural, de modo que quedaba perfectamente integrada en los jardines. Posteriormente, cuando Fontserè recibió el encargo de monumentalizar el surtidor, usó como referencia el Chateau d'Eau, la cascada del Palacio Longchamp de Marsella.
La fuente monumental se construyó entre 1875 y 1881, aunque la parte escultórica no se completó hasta 1888. Ese mismo año, coincidiendo con la Exposición Universal, se inauguró en su interior el primer acuario de la ciudad. Formaba parte de la oferta científica del parque, junto al invernadero, el umbráculo o el Museo Martorell de Arqueología y Ciencias Naturales.
El acuario estaba situado en el piso superior de la cascada. El acceso se realizaba por las escalinatas laterales de la fuente. Arriba, detrás del conjunto escultórico del nacimiento de Venus, se encontraba la puerta principal, hoy cerrada a cal y canto. El rótulo del Aquarium sobre la entrada, flanqueado por dos medallones decorativos que se atribuyen a Gaudí, es el único vestigio exterior de aquella atracción.
La atracción de una gruta artificial
Al cruzar la puerta, un esgrafiado del dios Neptuno daba la bienvenida a los visitantes, antes de acceder a la sala principal. No debemos imaginarnos un acuario como los actuales, con tiburones y túneles bajo el agua, sino una habitación rectangular, de unos 100 metros cuadrados, rodeada de peceras. Los animales se repartían en distintos compartimentos, según si eran reptiles, anfibios, crustáceos, moluscos o peces.
Como los medios técnicos de 1888 no permitían renovar el agua salada de los tanques, en un principio solo se exhibían animales de río, como barbos, carpas, cangrejos o anguilas. No fue hasta 1917, tras una reforma de las instalaciones, cuando se añadió una sección marina, como complemento a la fluvial. Eso sí, debido a las limitaciones de espacio, todo lo que podía verse era la pequeña fauna del litoral mediterráneo: erizos, sepias, gambas y algunos peces.
Más allá de las peceras, la atracción más singular del conjunto se encontraba en el nivel inferior del acuario. Allí se construyó una gruta artificial, recuperando la idea que Fontserè ya había planteado en sus primeros proyectos. Se cree que el maestro de obras confió el diseño de la cueva artificial a Antoni Gaudí, que por entonces era un joven estudiante de arquitectura.
Gaudí trazó un laberinto de rocallas, con estalactitas y estalagmitas, que llegaba hasta la parte posterior de la cortina de agua de la cascada. Era lo que hoy se llamaría una experiencia inmersiva, donde los visitantes podían vivir la sensación de adentrarse en una cueva submarina. Desde hace años, este fascinante espacio sirve de almacén de Parques y Jardines. En su interior, inaccesible para el gran público, todavía se conserva parte de la decoración rocosa que cubría las paredes, los pilares y el techo.
Tras la Exposición Universal, el acuario tuvo una vida discontinua. El espacio, pequeño y mal ventilado, alcanzaba unas temperaturas tan altas que obligaron a cerrarlo al público. Durante años, se habló del traslado a alguno de los pabellones de la sección marítima de la Exposición, donde hoy se ubica el Hospital del Mar. La operación nunca se llevó a cabo y, en 1908, el Aquarium de la Ciutadella, debidamente remodelado, volvió a abrir sus puertas. Como reclamo, se incorporaron tres ejemplares de focas, que se exhibían en el estanque de la cascada. A pesar de lo precario de sus instalaciones, el viejo Aquarium se mantuvo abierto hasta 1929, cuando fue sustituido por un nuevo acuario y terrario en el Zoo.
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