Perfil
Quién es Najat El Hachmi, la pregonera de las fiesta de la Mercè 2023, y por qué es polémica
La escritora llega este viernes al Saló de Cent sin contestar a las voces que este verano han reclamado su cancelación por 'terf' e islamófoba
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La escritora Najat el Hachmi.
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Núria Navarro
Periodista
Racializada, emigrante (nació Nador, Marruecos, en 1979), feminista y con varios premios gordos de literatura. Unas credenciales redondas para ofrecerle el pregón de la Mercè 2023, pensó el novísimo alcalde Jaume Collboni. Pero no. El Observatorio contra la Homofobia, seguido de la entidad lgtbi ACATHI, la Unidad Contra el Fascismo y el Racismo y la Platafoma Trans, pidieron su cancelación por 'terf' (feminista trans-excluyente) e islamófoba. Y ella, ante el paso del frente que ha durado todo el verano, se ha limitado a abrir el paraguas del silencio.
No tener un pellizco de polémica previo al 'speach' en el Saló de Cent casi que quita caché al pregonero. Manuela Carmena, exalcaldesa de Madrid, tuvo bronca por su opinión sobre los presos del 'procés'. Javier Pérez Andújar, crítico con la "deriva política catalana", fue 'contraprogramado' por Toni Albà (le acusó de "insultar" a los independentistas); y a Elvira Lindo se le rebelaron 90 asociaciones y ERC por emplear el castellano.
El Hachmi, que siempre pensó que "la autocensura por miedo a las acusaciones de intolerancia no son nunca una buena idea" y no ha evitado meterse en jardines, no iba a ser menos. No se cortó a la hora de señalar lo "absurdo" de buscar la igualdad de madres y padres en las bajas maternales –tiene dos hijos–, ha mostrado incomodidad ante "los excesos de la corrección política" y, sí, ha cuestionado en sus artículos la ley trans ("me parece terrorífica la posibilidad de que un niño o niña con 14 años sea abandonado a su suerte en todo lo referente a su identidad sexual", escribió).
Conocimiento encarnado
En cuanto a su "islamofobia", hay que buscar en 'Siempre han hablado por nosotras' (2019), su denuncia del patriarcado en el islam y su crítica a quienes ven el feminismo blanco como una forma de colonialismo. El Hachmi se desmarca de "las identidades atrincheradas" y, lo más importante, habla desde la experiencia.
Fue una niña amazig trasplantada en Vic, donde lo primero que vio en la tele fueron los pechos de Sabrina Salerno. Con esa rara iniciación a la libertad, escribió sobre el deseo en el instituto y su gente le retiró la palabra. No quería pertenecer a una asociación de inmigrantes, sino "a una de vecinos" (sin éxito) y, cuando ya llevaba 17 años en Catalunya, al buscar un piso de alquiler, seguía topándose con propietarios que le decían: "Es que vosotros os metéis 10 en un piso". Un puñado de jerarquías violentas con las que capear.
Parte de esto lo contó a propósito de su debut literario, 'Jo també soc catalana' (2004) –una obra dirigida "a quienes se llenan la boca con la inmigración y solo han visto un inmigrante de lejos"–. Tenía 25 años, era mediadora cultural del ayuntamiento de Vic y no condenaba el uso del yihab. "Centrar en qué lleva o no la gente en la cabeza es mear fuera de tiesto –dijo–. No se puede pretender salvar, de manera paternalista, a las pobres moritas del yugo de sus maridos". Era una cuestión de derechos laborales, los emancipatorios de verdad. Pero, más tarde, se dio cuenta del creciente proceso de reislamización, avivado desde países como Arabia Saudí, y definió el velo como "una prisión ambulante".
Desde el intersticio
No es el suyo el caso de la trepadora que baja los brazos de la interseccionalidad en cuanto sube su cuenta corriente. Tampoco un modelo de integración, que supone un desgañitarse por desdibujar quien era. El Hachmi piensa desde el intersticio, el afuera, la deslocalización permanente. Y en ese lugar algo 'esquizo' los conceptos de raza, género y sexo –que son los que pueblan su literatura desde 'L'últim patriarca' (2008)– suelen chocar, retorcerse, no encajar en la matriz.
El Hachmi será la pregonera de una Barcelona que, al principio, para ella solo fue la ciudad a la que iba a hacer cola para conseguir papeles, que construyó luego a través de la lectura de Mercè Rodoreda, Montserrat Roig o Josep Pla, y en la que acabó empadronándose. "Aquellos que al luchar por una causa noble se arman con la misma artillería que los intolerantes de toda la vida para acabar con los que piensan de otra forma no están defendiendo una libertad real con raíces profundas y robustas porque la libertad o es para todos o no es para nadie", disparó desde el parapeto de su columna de 'El País' en agosto.
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