Mercado icónico

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Paradas cerradas en el acceso posterior a la Boqueria por la plaza de la Gardunya.

Paradas cerradas en el acceso posterior a la Boqueria por la plaza de la Gardunya. / Ángel García Martos

Patricia Castán

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Algunas llevan ocho años cerradas, otras unos meses, pero el resultado es una estampa que perjudica a la imagen y el día a día del mercado. Especialmente a los puestos que están más próximos a las persianas bajadas. Afecta también a los flujos y la masificación de algunos pasillos, porque muchos visitantes y compradores no pasan por las zonas donde apenas ven oferta comercial. Por ello, la asociación de vendedores de la Boqueria vuelve a poner el tema sobre la mesa del nuevo equipo de gobierno municipal, la reapertura urgente de los 21 puestos de mercado cerrados. Unos cierres orquestados por el ayuntamiento, que amortizó las paradas para esponjar el mercado reduciendo oferta y creando espacios de paso, que se han eternizado.

No es la única demanda que ven urgente. El mercado más concurrido de Barcelona, que desde hace años se ha rendido mayoritariamente a la reorientación de su oferta hacia el turismo que lo inunda en muchas horas del día, ha asumido que la oferta marca la demanda, pero quiere reordenar sus dinámicas, como ya avanzaron en su plan estratégico . Por ello, ven esencial recuperar el atractivo de la entrada posterior del recinto, por la plaza de la Gardunya, y contar con algunas mesas de degustación, sean vinculadas a puestos de venta concreto, o bien genéricas, para evitar que los visitantes coman de pie por la Boqueria o instalados en el mobiliario urbano y los desniveles de la plaza, algo llamativo estos días, con el recinto tan lleno o más de viajeros que en antes de la crisis sanitaria.

El mercado trata de equilibrar su misión original de abastecimiento al barrio (y la ciudad, por su idiosincrasia) con su imparable imán turístico. La junta que preside desde el año pasado Jordi Mas cree que esas dos caras con compatibles, pero hay que ordenarlas para que tengan menos efectos secundarios: como la masificación en algunos momentos, y la redistribución de los flujos de usuarios.

Acceso posterior sin gancho

El tema de las paradas cerradas se ha convertido en prioritario. Cuando se llevó a cabo la reforma de la plaza posterior y se amplió el recinto, se incorporaron siete nuevos puestos orientados al exterior, dos se ocuparon pero el resto no, en un momento en que había dudas sobre cómo redimensionar el mercado. Desde entonces, primavera de 2015, han pasado más de ocho años y la zona posterior se ve tan desangelada que no ejerce de acceso más que para una minoría. Como resultado, la entrada principal por la Rambla se atasca con una marabunta que alcanza su punta sobre todo a mediodía.

Puestos cerrados en un pasillo de la Boqueria que da a la fachada delante, a pie de Rambla

Puestos cerrados en un pasillo de la Boqueria que da a la fachada delante, a pie de Rambla, a media mañana de este martes. / Ángel García Martos

Otros cierres de negocios se han ido añadiendo con los años. Cuando un operador quería traspasar su puesto y tenía prisa o no encontraba relevo al precio deseado, permitía que el ayuntamiento se quedase el puesto a cambio de una compensación económica. Así que a base de amortizaciones ya son 21 las paradas cerradas, con el teórico propósito de reducir un poco la oferta y crear más espacios de paso. Esa misión ya se llevó a cabo previamente en dos ocasiones, anteriormente, con el resultado de dos ‘plazas’ en medio del mercado que permiten descongestionarlo y a la par tienen usos puntuales (de exposiciones a zona de mesas en los momentos de pandemia en que había que guardar distancia de seguridad y los bares tuvieron acceso a este espacio para no abarrotar sus barras). Pero ahora, Mas ve "innecesario" crear una nueva placeta interior, porque además se da la circunstancia de que los cierres no han sido organizados por islas de puestos, sino bastante dispersos, lo que complica reagrupar a los que quedan operativos y derribar islas libres.

Con ese panorama, la propuesta de la junta de Mas defiende la reapertura de los negocios clausurados no para engrosar aún más la oferta existente, sino para “enriquecerla” con propuestas distintas. Sobre la mesa tiene interesados en despachar pasteles artesanos, helados de calidad, productos veganos y otros. También la opción de producto no alimentario en los que dan a la Gardunya. O al menos, insiste, como ya avanzaron con su plan estratégico, en apostar por ‘pop ups’ o tiendas temporales que dinamicen estos espacios.

Pasillos que ahuyentan público

Lo reclamaron ya durante el anterior mandato, y ahora lo ven urgente para evitar que los cierres se eternicen: “Una parada cerrada es un problema para el vendedor de al lado y para la imagen del mercado”, concluye. La enorme pollería cerrada en el frontal de la Boqueria es un ejemplo: los visitantes llegan en tropel por el pasillo central y descartan este por su alicaído aspecto, con las persianas abajo desde hace tiempo.

Espacios de la plaza de la Gardunya que ahora se utilizan para sentarse a comer, esta tarde.

Espacios de la plaza de la Gardunya que ahora se utilizan para sentarse a comer, esta tarde. / Ángel García Martos

El tema de las zonas de degustación, cuya regulación específica ya han reivindicado en varias ocasiones, para poder seguir el modelo de Sant Antoni o el Ninot, donde se integró desde sus reformas, sigue siendo un frente abierto. En la placeta interior más amplia podría encajarse algún tipo de barra o mesa alta que ordenase el trajín de comensales paseando, creen. Pero la principal petición afecta a la Gardunya, donde reclaman terrazas de degustación vinculadas a los puestos ahora cerrados en ese tramo –“sería más fácil la gestión”—o bien comunitarias, para dar una mejor imagen, frente al ‘ranchito’ que ahora se produce en los espacios públicos.  

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