Propuesta vecinal

Arte al aire libre para ahuyentar los robos y la droga en la plaza Vila de Madrid

El Ayuntamiento de Barcelona se abre a estudiar una sugerencia vecinal para programar actividades culturales que pongan coto a la delincuencia y la miseria

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento / ELISENDA PONS

Jordi Ribalaygue

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Alguien ha agarrado una bicicleta y la ha lanzado al foso de la plaza Vila de Madrid, entre las tumbas romanas de la Barcelona primigenia. Es media tarde y la llegada de la Guardia Urbana, advertida del incidente, dispersa a quienes suelen apoltronarse siempre en los mismos bancos. “Hay unos que suelen sentarse ahí a beber alcohol y que la liaron el fin de semana pasado. Acorralaron a una vecina para robarle, pero logró refugiarse en el párking. Otro día, justo aquí delante, un hombre le quitó el móvil a una comercial, pero vio que un vigilante de seguridad se había dado cuenta. Se dio la vuelta y se lo devolvió. También los hay que venden droga, pero la policía nunca les encuentra nada encima. Cuando les alertan, la tiran a las tumbas. Este verano, la escondían entre los matorrales. La sacaban cuando les venían a comprar”, desmenuza un comerciante sobre lo que ve sin moverse del negocio.

Vecinos del norte del Gòtic alertan de la inseguridad, el incivismo y la miseria que menudean en la explanada que se abre a medio camino entre la Rambla y el Portal de l’Àngel. Reclaman al Ayuntamiento de Barcelona que mitigue los síntomas. Los afincados en la plaza dan cuenta de que son más de uno: gente sin hogar sigue buscando cobijo en los jardines y el subsuelo, donde en septiembre se alineaba un surtido amplio de colchones para dormir al raso; un grupo de chatarreros merodea por un extremo de la planicie, cribando la quincalla; los que más atemorizan trafican sin apenas disimulo, según los consultados, que los acusan de volverse con agresividad. 

“Por la noche, los hay que van muy pirados y ha habido robos y agresiones. También tienen reacciones vengativas. A un comercio le rompieron los cristales por negarse a dejarles cargar el móvil. Si no pasa a diario, es día sí y día no que la policía debe venir”, asegura Carlos de Mingo, residente en la zona.  

Se han apoderado de la plaza como si fuera su casa. Ya era una zona delictiva por antonomasia, pero han comenzado a pasar demasiadas cosas en poco tiempo. La degradación viene derivada de la inacción”, critica Mikel Uriondo, presidente de la Xarxa Veïnal Gòtic. La organización se ha reunido con el concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, y responsables del distrito para pedir soluciones. Ruega que la vigilancia se estreche y que incluya patrullajes nocturnos regulares. Más novedoso resulta que urja también a afianzar una programación cultural estable al aire libre, que retome el terreno de la plaza que algunos residentes se han acostumbrado a esquivar. 

“Se trata de crear espacios de arte y cultura, para que los vecinos frecuenten zonas cerradas de la plaza y hacer vida de barrio”, postula Uriondo. La entidad plantea que la oferta artística de instituciones asentadas en las inmediaciones, como el Ateneu Barcelonès o la Agrupació Fotogràfica de Catalunya, se extienda a pie de calle. En la misma línea, sugieren que la explanada se adapte para albergar exposiciones, conferencias, proyecciones y actuaciones musicales. El fin último es que las escenas que los vecinos tachan de degradantes dejen de ser habituales. 

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento 

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento  / ELISENDA PONS

He visto peleas y chicos fumando crack delante de los niños. Como en Netflix, se puede ver a cualquier hora”, ironiza otro testigo. La Guardia Urbana se ha personado últimamente para desmantelar las pertenencias de algunos acampados y desalojarlos. “Los equipos de limpieza no se atrevían a entrar solos. No hace mucho se llevaron colchones, sillas, mesas… Todo un picnic”, sintetiza un tendero. 

"Con buenos ojos"

El ayuntamiento responde que ve “con buenos ojos” que se organicen actividades para ocupar la plaza Vila de Madrid, si bien añade que tiene pendiente entrar en concreciones. “Se debe ver qué es posible y qué no”, señalan en el gobierno municipal.  

“Puede haber otras ideas válidas. Lo esencial es que ahora no podemos disfrutar de una plaza que debería de ser de todos”, advierte Uriondo. Asimismo, la Xarxa Veïnal Gòtic aboga por levantar barreras en los accesos al yacimiento de la plaza y contratar un guardia que vigile el tramo. 

“Hay que abrir la puerta de la calle Francesc Pujols. Aun estando cerrada, hay personas que se cuelan. Como nadie pasa, defecan y dejan allí sus cosas”, detalla Uriondo. De Mingo pronostica que “si se abren puertas, se hacen exposiciones y la gente entra, se recuperará un espacio que ahora no tiene utilidad para los vecinos”.  

Daños colaterales

La entidad también emplaza a ensanchar el parque infantil. “Muchas familias han dejado de ir porque no se sienten seguras. Podrían ampliarse los juegos y montarse un rocódromo para acabar con algunos escondrijos. Vendrían más padres y niños y sería un condicionante para que no se produzca incivismo”, cree De Mingo. 

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento 

Plaza Vila de Madrid, donde vecinos y comerciantes se quejan de inseguridad, incivismo, consumo de drogas, pobreza, y reclaman medidas al ayuntamiento  / ELISENDA PONS

De las desdichas de la plaza se desprenden daños colaterales, también para el comercio. “La clientela viene con desconfianza”, admiten en un establecimiento. El dueño de otro negocio pinta un panorama descorazonador. “Hay clientes que me dicen que, si sigue así, no vendrán más. Hubo un par de días que me planteé cerrar”. 

El desaliento ha contribuido a transfigurar el vecindario. Al mismo tiempo que algunos se han mudado, han aterrizado jóvenes extranjeros, atraídos por Barcelona y capaces de costear unos alquileres prohibitivos para muchos. “En mi escalera se pagan 1.300 euros por 40 metros cuadrados. Vamos quedando menos vecinos fijos”, observa De Mingo. “Conozco a cinco o seis propietarios que han vendido el piso o lo han alquilado en el último año. Cada vez se marcha más gente”, palpa Uriondo.

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