Análisis

Qué sucios son los barceloneses

Las campañas municipales para que la gente se dé cuenta de que debe cuidar la ciudad parecen fracasar al contemplar el estado en que amanecen y se acuestan las calles. Somos libres y mediterráneos, maldita excusa de tanto marrano. El paisaje de residuos se renueva cada día pese a los esfuerzos de las brigadas de limpieza.

El cruce de la calle de Consell de Cent con Urgell, el jueves 14 de julio de 2022, 20 horas

El cruce de la calle de Consell de Cent con Urgell, el jueves 14 de julio de 2022, 20 horas / IOSU DE LA TORRE

Iosu de la Torre

Iosu de la Torre

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El ayuntamiento de Barcelona saludaba el inicio del mes de julio con dos mensajes en busca de la colaboración ciudadana: 'Fer un bon ùs de cada paperera és cuidar Barcelona' y 'La brossa al contenidor, no al terra. Gràcies!' El primero envuelve las papeleras como una faja de color violeta ('Hacer un buen uso de cada papelera es cuidar Barcelona'). El otro es una larga pegatina a los pies de los nuevos contenedores que lucen el eslogan 'Cuidem Barcelona', que también está estampado en los nuevos uniformes verde y amarillos de barrenderos y barrenderas.

Las papeleras de Barcelona lucen el eslogan que recuerdan su uso para mantener limpia la ciudad

Las papeleras de Barcelona lucen el eslogan que recuerdan su uso para mantener limpia la ciudad / IOSU DE LA TORRE

La mirada puesta en estas dos semanas concluye que hará falta más tiempo para que la campaña cale entre tanto ciudadano cegato, barceloneses y llegados de fuera, los turistas, porque Barcelona sigue mostrándose sucia cuando sale y se acuesta. Y es por culpa de los barceloneses. Muy orgullosos de vivir en una ciudad mediterránea que vive en la calle, pero incapaces de cuidarla ni aunque se lo pidiera cantando Rigoberta Bandini (en la primera juventud formó trío con la campaña 'Envàs on vas', 2012, cuando aprendimos para qué servía el contenedor amarillo, el del plástico).

Los amaneceres y atardeceres en Barcelona dejan huellas de gente marrana. Por las mañanas, cuando los paletas aceleran el paso para llegar puntuales al piso que reforman y los chavales acuden medio dormidos a las colonias (como cuando van al cole el resto del año), las aceras están galardonadas con residuos diversos. Latas de cerveza estrujadas o semivacías, vasos de plástico, bolsas de basura derramadas fuera de contenedores y papeleras, envoltorios de plástico, colillas, muchas colillas... La ensalada de residuos se sazona con meadas de perros cuyos amos aún no han aprendido a pasearlos con una botella de agua que las diluya, que el pis es tan nocivo como la caca, que sí recogen en bolsitas que arrojan en las papeleras que anuncian que cuidan Barcelona. ¿Es correcto usar las papeleras para apilar la mierda de perro?)

Las latas y los vasos salen de los bares que cierran de madrugada, en cuyas puertas quedan los restos de decenas de cigarrillos (hace tiempo que se prohibió el tabaco dentro). Las sobras derramadas en el asfalto quizá las haya dejado gente hambrienta (cada vez hay más) escarbando en los contenedores como si el deshecho fuera un tesoro . Por suerte, antes de las 10 de la mañana las brigadas verde amarillo se esfuerzan con máquinas y escobas para eliminar tanta suciedad. En las horas siguientes aparentemente la limpieza y el orden quedan restablecidos. Pero esta es una ciudad que no para y al atardecer la sensación es que todo vuelve a ensuciarse al contemplar los contenedores plenos en todos sus colores y rodeados de otras bolsas, cartones, zapatos huérfanos, ropa, botellería, trozos de electrodomésticos que impiden que se lea el mensaje 'la bolsa al contenedor, no al suelo'. Las noches de recogida de muebles alimenta el paisaje catastrófico porque aún no se han asumido las ordenanzas y hay gente que no respeta los calendarios.

La ciudadanía no aprende. Dan ganas darle un baño con las mangueras de agua a presión que apenas se emplean en estos tiempos huérfanos de lluvia, achicharrados por tanta calor. Qué sucios son los barceloneses.

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